Canetti, lector (indiscreto) de Kafka
La editorial Nórdica reedita ‘El otro proceso’, un ensayo de Elías Canetti dedicado a la correspondencia que Kafka mantuvo durante un lustro con Felice Bauer
12 diciembre, 2019 00:00“¿Querrás reflexionar y llegar a una conclusión respecto a si quieres ser mi mujer? ¿Querrás hacerlo?”, le pregunta Franz Kafka a Felice Bauer el 16 de junio de 1913 en una carta que, como confiesa el propio escritor checo, le llevó días escribir al sentirse bloqueado, incapaz de seguir adelante tras esta petición que parece esconder el deseo de un rechazo más que su aceptación. La aceptación de Felice provocará el desesperado intento de boicotear un compromiso que nunca debió que producirse: “¿Sigues sin comprender que he de quedarme encerrado en mí mismo para evitar tu desgracia, Felice?”, le escribirá semanas después.
El compromiso, sin embargo, sigue adelante y se oficializa el 1 de junio de 1914, casi un año después de la primera petición. Entretanto han pasado otras cosas: ha aparecido Grete Block, amiga de Felice, que al tratar de hacer de intermediaria se convierte en receptora de las cartas de Kafka; su amigo Ernst Weiss le recomienda al escritor romper con Felice, consiguiendo lo contrario; Felice se distancia de Kafka, despertando en él de nuevo el deseo de conquistarla. Y lo consigue, si bien el compromiso dura apenas seis semanas. El 12 de julio de 1914 se rompe definitivamente la relación, aunque la correspondencia entre ambos se mantendrá hasta 1917.
Elías Canetti descubre este episodio de la vida del autor de La metamorfosis a través de las cartas que envió a Felice y que ésta, cinco años antes de fallecer, decidió vender. Más de 500 misivas escritas a lo largo de todo un lustro que Canetti confiesa leer “con una emoción que no experimentaba desde hacía muchos años con ninguna obra literaria”. El fruto literario de esa emoción es El otro proceso, un breve ensayo del autor de Masa y poder en torno a esta correspondencia, de la que solo se conservan las cartas enviadas por el escritor a Felice.
El otro proceso no es una mera exaltación de la belleza y la emoción de aquellas misivas, sino un ejercicio de comparación y diálogo de la obra de Kafka con las cartas que escribía. A Canetti no le interesa solo indagar en el sujeto que el escritor va construyendo a lo largo de toda su correspondencia, sino observar de qué manera esas cartas retroalimentan su obra literaria, de qué manera son casi como un borrador de las novelas que iba escribiendo en paralelo y, finalmente, cómo la vida se filtra en su literatura.
El otro proceso, Elías Canetti / NÓRDICA.
El episodio del compromiso fallido, según Canetti, se refleja en el primer capítulo de El proceso. “Esta circunstancia de la libertad de movimientos después de la detención es la que primero recuerda al compromiso de Kafka en Berlín”, señala. A juicio del ensayista búlgaro, el desconcierto de Joseph K. es comparable al de su autor: ambos viven y son protagonistas de sucesos que no les conciernen. Existe además, afirma Canetti, una semejanza entre la relación de Joseph K y la señorita Bürstner y la que Kafka mantiene con Grete Block, la amiga-intermediaria de Felice con la que el escritor comienza otra correspondencia, si bien “lo que haya ocurrido entre ellos ha quedado en secreto”.
El proceso no es la única novela sobre la que Canetti se detiene. Su reflexión parte de Contemplación, una obra que se publica cuatro días después de que Kafka concluyera la escritura de La metamorfosis, y que envía a Felice sin obtener una respuesta satisfactoria. Estamos en 1913. El escritor checo escribe a su amada más de una carta diaria. Las misivas parecen ser el alimento que nutre su escritura. Necesita escribir para continuar escribiendo, pero las respuestas de Felice no terminan de complacerlo. Los autores y las lecturas que ella menciona en sus cartas le producen sufrimiento: “Siento celos de toda la gente que aparece en tu carta, de los que nombras y de los que no, de los hombres y de las chicas, de los negociantes y de los escritores (sobre todo de estos, claro). Siento celos de Werfer, de Sófocles, de Ricardo Huch, de la Lagerlöf, de Jacobsen”.
Kafka desea que las cartas hablen de ella y de él. A través de ellas el escritor se muestra como un sujeto débil –se lamenta de su mala salud, su excesiva delgadez, su cansancio–, solitario y derrotado. De La metamorfosis hasta El proceso, de América hasta El castillo, los personajes kafkianos son traslaciones de este sujeto que aparece en las cartas, en las que Kafka indaga en primera persona sobre la naturaleza humana o reflexiona sobre la relación del hombre con el poder y en el fracaso. “La libertad de fracasar siempre tiene un lugar, como una especie de ley suprema”, en su vida, en sus cartas y en su obra. Es la libertad del débil, apunta Canetti, del humillado, que es como se definía Kafka. De quien encuentra la libertad en la derrota, expresión última de la no aceptación del poder.
Kafka desea que las cartas hablen de ella y de él. A través de ellas el escritor se muestra como un
A partir de 1915 la frecuencia de las cartas disminuyó. Centrado en su obra, Kafka escribía a Felice cada quince días. En las misivas de este segundo período se culmina el proceso de transformación del sujeto que es y, a la vez no es, Franz Kafka, cuya identidad está vinculada a la escritura. Canetti descubre todas estas claves en la correspondencia íntima del escritor checo. A pesar del apuro de estar leyendo una conversación personal, secreta, como confiesa en algún momento, de este ejercicio epistolar el ensayista búlgaro obtiene toda una paradoja: novelas como La metamorfosis son mucho más íntimas que las epístolas de amor de Kafka.