Esto de que España es un país de bares es mucho más que un tópico. Es una realidad que se ve a la que se pasea por cualquier pueblo y ciudad. Terrazas llenas, chiringuitos o incluso restaurantes gourmet son sólo un ejemplo de lo que estamos hablando.

Pero esto no es algo nuevo. La tradición viene de lejos. Prueba de ello son esos bares de toda la vida, negocios que pasan de generación en generación y conservan su esencia. Los reconocemos porque son aquellos que tienen esas neveras industriales de pared con diversas puertas o barriles de madera donde guardaban o todavía guardan el vino o incluso el vermut de la casa. O todas las anteriores.

Dónde está 

Cada uno conoce el suyo, pero debe decirse que en Cataluña sólo hay uno que puede decir que es el más antiguo. Al menos, el más antiguo que todavía sigue abierto. Un lugar que enamoró a la vanguardia catalana, a autores y artistas que se convirtieron en referencia y, sobre todo, donde aún se practica un ritual que, durante un tiempo, estuvo prohibido.

Los más conocedores de la noche de Barcelona puede que sepan de qué bar estamos hablando. Está en pleno Raval. Cerca de la Filmoteca y del tan explosivo como polémico Carrer Sant Ramon. Hablamos, claro que sí, del Marsella.

Quién estuvo allí 

Abierto por primera vez en 1820, este establecimiento legendario es de los pocos que puede decir que tiene más de dos siglos de historia. 224 años que han dado para mucho.

Durante todo este tiempo han pasado por este local todo tipo de personas. Sí, también borrachos. Algunos de ellos ilustres. Solo por mencionar algunos diremos que gente de la talla de Pablo Picasso, Salvador Dalí y Ernest Hemingway pasaron largas noches entre estas cuatro paredes decoradas con grandes cristaleras y paredes, techos y columnas revestidas de madera.

Cómo es 

Situado en el número 65 de la calle Sant Pau, el Marsella concentra un legado histórico que abarca la historia de dos siglos con un cambio de milenio de por medio y un espíritu bohemio inalterado. Ya desde la fachada, uno se da cuenta de ello. Entrar por esa puerta de madera es emprender un viaje hacia el pasado.

Todo su interior lo demuestra. Al entrar uno observa esa barra de mármol desde la que se puede controlar todo el bar. Es como un altar para los presentes. Con elementos dorados y marrones que combinan a la perfección con todo el local, desde allí los camareros atienden pacientes a los ritos que allí se llevan a cabo.

Fachada del Bar Marsella Barcelona.cat

Decoración 

Y es que, si en su día el Marsella fue escenario de encuentros creativos, debates literarios y reuniones históricas, ahora se respira esa marca indeleble que dejaron en la memoria de Barcelona. Es como entrar en un templo de la bohemia de otro siglo.

Las paredes no se ven. Todo el local está revestido de madera. O más bien de numerosos armarios de ébano en la parte baje que se convierten en enormes cristaleras donde lucen centenares de botellas de todo tipo de licores del pasado… Y del presente.

Qué tomar 

Porque sí, lo más famoso del Marsella es que todavía sirven bebidas de otras épocas. No hablamos de un sol y sombra de buena mañana, sino de un buen trago de absenta. Esa bebida que hacía delirar a la gente por la cantidad de alcohol destilado que concentra es la estrella.

Este líquido alcohólico se parece muy sutilmente al anís y alcanzó su popularidad, especialmente entre pintores, escultores y escritores en París, en los últimos años del siglo XIX. Algunos decían que les inspiraba, que las musas les venían a visitar. En realidad, llegaban a un grado de embriaguez que pocos alcoholímetros podrían soportar.

El ritual de la absenta 

A pesar de que esta bebida apenas se consigue en los bares, el Marsella tiene licencia para hacerlo. Además, sus dueños la sirven como nadie. A la vieja usanza, haciendo del consumo de esta bebida alcohólica tan peligrosa una especie de ritual. De allí que la barra del bar parezca un altar.

Si uno se pide esta bebida en este mítico lugar de Barcelona. Tiene que saber que le van a traer la bebida en una copa de anís sin nada más. No hay hielo, no hay especies varias como se le pone al gin tonic ahora. Mucho menos pepino.

Pero si la bebida viene sola dentro del vaso, el camarero trae tres cosas más en sus manos: un sobre con dos terrones de azúcar, una cuchara y una botella pequeña de agua con un pequeño agujero en el tapón. No es agua reciclada, no se ha pedido, pero va a ser más que necesaria. Aquí empieza el trabajo del visitante.

Una vez el camarero se va, es tarea del cliente manejárselas con su pedido. Si uno es valiente prueba lo que está en el vaso. Al quemarle la garganta, va a necesitar el resto de elementos.

Puro fuego 

Para reducir el sabor, uno disuelve los terrones en la absenta y le añade agua al gusto. Pero como todo tarda mucho en disolverse la clave es otra. Uno moja el terrón de azúcar en la absenta. Se empapa de alcohol. Y se lo rescata con la cuchara. Es allí donde entra otro elemento. El mechero.

Si uno quema el terrón de azúcar en la cuchara se va a empezar a derretir mientras se quema el alcohol. Sólo queda volverlo a meter en el vaso y apagar el mini fuego con el chorro de agua que sale de la botella. Sólo por el hecho de hacer este ritual ya vale la pena pedir una absenta. Pero atención a su consumo. Es más peligroso de lo que parece.

Cuándo abre el Marsella 

Más allá de eso, que forma parte del encanto del bar, el Marsella es mucho más que la absenta. Es el local, las paredes, los armarios, la historia, el ambiente y el barrio. Todo ello suma en la experiencia. Eso sí, se ha de tener en cuenta que no abre todos los días.

Para aquellos que deseen explorar este pub catalán de carácter tradicional, es importante conocer los días en que abre sus puertas al público. El horario habitual del Marsella empieza el martes, porque el lunes está cerrado. De martes a jueves abre de las 17 horas a 24h, igual que el domingo. Los viernes y sábados ese horario se amplía hasta las 2h.

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