El pasado de Barcelona es una fuente de sorpresas. Ya no hablamos de la época romana, ni de cuando los judíos modernizaron lo que ahora es el casco antiguo de la ciudad. Locales abiertos a principios del siglo XX ofrecen una imagen de la ciudad que se descubre otra a ojos del presente.
Mucho se habla de la vida nocturna del Paral·lel, de las fiestas sin descanso en el barrio chino (reconvertido ahora en el Raval), e incluso el extinto parque de atracciones de Montjuïc en cuyas ruinas se celebró durante años el mítico Brunch electronic, una fiesta electrónica al aire libre que se celebra llegado el buen tiempo. En cambio, son pocos los que conocen que un mítico local de fiestas también fue, en su día, un parque de atracciones.
Iniciativa privada
Antes de que Franco diera su golpe de Estado, en plena Segunda República, un joven burgués quiso hacer realidad un sueño que muchos tildaron de imposible: abrir en Barcelona un parque de atracciones dentro de un espacio cubierto. Era 1935, el emprendedor: José Vallés Rivera.
Todo estaba planeado. El lugar escogido fue la calle de moda en la época, la antigua Avenida de Francesc Layret. Lo que ahora es el Paral·lel, ya fue rebautizada con el sobrenombre del Broadway catalán, era la calle de moda, así que tenía que ser allí.
¿Qué había antes?
No fue fácil. Vallès se encontró con la Guerra Civil seguida de una dictadura devastadora, pero su proyecto tiró adelante y se convirtió enseguida en el entretenimiento principal de toda la ciudad.
Bajo el nombre Autopark, más tarde Atracciones Apolo, el pequeño parque tenía prácticamente de todo. Desde los clásicos caballitos, pasando por un teatro de guiñol, un laberinto y el Tren de la Bruja, hasta llegar a la famosa Gruta Mágica o la Casa de la Risa, dos de las atracciones más populares.
La gran transformación: de parque a discoteca
El Autopark de Vallés gozó de una gran acogida durante las décadas de 1950 y 1960. Gracias también a la instalación de una pista de baile que atrajo a otro tipo de público objetivo. Lamentablemente, esta nueva propuesta de ocio fue ganando terreno a las atracciones del Autopark, transformándolo por completo hasta su cierre definitivo en 1990.
Desde entonces, el mítico local de Barcelona ha sido un club deportivo, una sala de bingo, un hotel y, finalmente, entre otros muchos negocios, una discoteca. Una larga trayectoria que la convierte en la sala de baile más antigua de España.
Estos son sus 80 años de historia
El año que viene, la sala Apolo celebra su 80 aniversario, uno de los puntos más emblemáticos de la ciudad condal. Un claro ejemplo de los cambios culturales que ha atravesado la sociedad española a lo largo de su historia más reciente.
Por su escenario han pasado todo tipo de artistas y géneros, más de 500 conciertos y los cimientos de dos de los festivales más importantes del panorama nacional: el Primavera Sound y el Sónar. Coldplay, Orbital, Irma Thomas o Solomon Burk son solo algunos de los artistas que han deleitado a los barceloneses con su música. Todo gracias a la ya legendaria Sala Apolo.
Fiestas y atracciones
Tampoco faltan las fiestas emblemáticas. La Sala Apolo se acabó quedando con unos míticos Nasty Mondays, una fiesta celebrada los lunes en que el rock es el protagonista. Un evento que tuvo su continuidad en los Crappy Tuesdays.
Adaptado a los tiempos, la discoteca se ha sabido adaptar a la moda del tardeo dando cabida a otra de las fiestas más características de la noche barcelonesa. La Chocochurros, una fiesta de clara temática LGTBI+, arrancó allí los domingos a las 18h y se ha convertido en toda una institución donde famosos de toda índole y todo tipo de público es invitado y bienvenido. En definitiva, Apolo ya no es un parque de atracciones, pero sí de diversiones.