
Ignasi Armengol (d), con Francesc Fajula (i) y John Hoffman (c)
GSMA y el Circuit de Catalunya presentaron ayer un nuevo hub de innovación en el trazado de Montmeló (Barcelona). La organizadora del Mobile World Congress y la empresa que gestiona la instalación anunciaron la creación de un polo de pruebas para el sector del motor y los drones, entre otros segmentos.
La idea es, en apariencia, rompedora: convertir los 25.000 metros cuadrados de espacio de convenciones del Circuit en un pabellón más del MWC, ofreciendo a las empresas la posibilidad de probar su tecnología mientras dure la feria tecnológica y, por qué no, después.
Eso sí, la idea tendrá que llevarse a la práctica. Porque no es la primera vez que el Circuit promete convertirse en un hub de un sector económico, y no termina resultando.
Ahora, los implicados en esta nueva operación para reflotar las cuentas del trazado tendrán que demostrar que hay miga detrás de sus palabras. Se precisa de ideas, presupuesto para llevarlas a cabo y un calendario para ejecutarlas.
Lo merece el contribuyente, tras años pagando religiosamente el negocio de un Circuit en pérdidas bajo la tesis de que la actividad económica es beneficiosa para toda la región. Sería hora, pues, de que la llamada diversificación de ingresos del equipamiento vea la luz.
Por ahora, no ha pasado. Será tarea del nuevo director general, Ignasi Armengol, un directivo que salió con claroscuros de su etapa en la Fundació Barcelona Capital Nàutica, el armazón institucional de una Copa América de vela que no funcionó -al menos en el plano económico-, y que terminó entre acusaciones de irregularidades.