Sin amnistía y presionando al Gobierno
Un año más -y van siete-, Carles Puigdemont se ha quedado con las ganas de comerse las uvas en España. El expresidente de la Generalitat, fugado en Bélgica desde el golpe secesionista de Cataluña de 2017, no ha visto cumplido su deseo de que se le aplique la Ley de Amnistía del procés. Una norma diseñada a su medida por el Gobierno, pero que no ha podido llevarse a cabo en su caso al no verla aplicable la justicia, al figurar la malversación entre los delitos de los que se le acusa.
Puigdemont, sin embargo, ha conseguido sacar un importante rédito de la dependencia del Ejecutivo de Pedro Sánchez de los siete diputados de su partido (Junts per Catalunya) en el Congreso, así como de la disposición del presidente a ceder a sus exigencias. Gran parte de ellas, controvertidas e incluso de dudosa constitucionalidad.
Así, entre las competencias que Junts y Puigdemont exigen que se traspasen a la Generalitat figuran desde la gestión de la inmigración, el control y la gestión íntegra del 100% de los impuestos que se recaudan en la autonomía, hasta el de las fronteras dando entrada, por ejemplo, a los Mossos d'Esquadra en la vigilancia de puertos y aeropuertos. Cuestiones que negocia en sus reuniones con el PSOE.
Y eso a pesar de que la policía catalana no mostró precisamente pericia en la que, sin duda, fue una de las imágenes más esperpénticas del año: el regreso y posterior fuga de Puigdemont de Barcelona del pasado 8 de agosto. El prófugo de la justicia dio con total impunidad un mitin anunciado desde días antes en pleno centro de la ciudad y, al acabar su discurso, regresó a Bélgica sin que los Mossos ni ningún otro cuerpo policial fuera capaz de arrestarle, a pesar de la orden de detención que pesa sobre él.
El lamentable show de Puigdemont se produjo justo el mismo día en que Salvador Illa era investido presidente de la Generalitat. Algo que, de hecho, puso en evidencia el fracasado intento del líder de Junts de recuperar el mando del Govern siete años después de su marcha.
El exmandatario convergente apostó fuerte renunciando a presentarse de nuevo como diputado en las elecciones europeas para ser el candidato de Junts en las autonómicas de este 2024. Pero perdió: el PSC ganó, e Illa le privó así de cumplir su sueño.
Con su derrota, Puigdemont incumplió, de paso, una de sus promesas electorales: retirarse de la política si no lograba imponerse en los comicios de Cataluña. No sólo no lo hizo, sino que su influencia en el Gobierno de Pedro Sánchez continúa siendo enorme a día de hoy.