Kivnon, productor de robots móviles a medida, se va al garete. Y, con ella, la compañía arrastra a 110 trabajadores, que quedan expectantes al futuro. La justicia ha declarado el concurso voluntario de acreedores ante la incapacidad de hacer frente a la millonaria deuda.
La compañía, radicada en Barberà del Vallès, nació en 2009. Desde entonces, ha vendido unas 6.000 máquinas en 24 países, unas 400 al año. No es rentable.
Lo dicen los números. Kivnon, gestada gracias al medio millón aportado por los dos accionistas, se ha mantenido en funcionamiento con ayudas públicas, subvenciones y créditos oficiales. Pero no da para más.
Juan Prieto, director general y otrora técnico supervisor de otras compañías, no ha sido capaz de voltear la delicada situación del negocio, que se compone de la sociedad holding Kivnon Global y su filial Kivnon Logística.