La multinacional del cátering Serunion ha enterrado el proyecto de integración social que ejercía el restaurante Norai desde hacía 14 años. Todo con la connivencia de Diputació de Barcelona, Port y Ayuntamiento (gestoras del Museu Maritim, donde se ubica la casa de comidas).
Serunion, que factura 500 millones, podría haber mantenido el proyecto que hasta ahora ejercía la Fundació Impulsem. Pero, tras adjudicarse el contrato, ya ha comunicado que no será así. Claro ejemplo de avaricia.
La reprimenda también debe caer sobre Diputació, Port y Ayuntamiento; quienes borraron de un plumazo las cláusulas contractuales que permitían los fines sociales de Norai, y se lo entregaron en bandeja a Serunion.
Norai integraba a migrantes en el mercado laboral. Les daba un sueldo y un trabajo durante un año y, posteriormente, les permitía saltar a otros locales. Mientras eliminan proyectos como el de Norai, algunos empresarios y políticos claman a favor de los desfavorecidos públicamente. Un ejercicio de perfecta hipocresía.