Ignacio Erroz
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La Copa América de vela de Barcelona ha comenzado con buen pie. La carrera de regatas cautiva en el litoral de la Ciudad Condal, y el impacto económico que conlleva apenas se empieza a vislumbrar: será colosal, de unos 1.200 millones de euros.
Uno de los sectores beneficiados es el de la náutica deportiva y, más concretamente, el de los yates de lujo. La liza marítima atraerá una veintena de grandes esloras durante la competición, con su tripulación y las personalidades que, a veces, viajan en estas naves.
De nuevo, la huella económica que dejará el atraque de estos titanes del mar no es nada desdeñable, y las concesionarias del Puerto de Barcelona, como Marina Port Vell, que dirige Ignacio Erroz, se beneficiarán sobremanera.
Pero el directivo lleva otro sombrero: el de presidente del Clúster Náutico de la capital catalana. Y desde esa posición debería hacer más pedagogía para explicar por qué los visitantes a la marina deportiva sita en la Barceloneta y otras llevan banderas de conveniencia, a menudo de paraísos fiscales.
No es materia que se resuelva en un día, pero tras la Copa América se podría hacer pedagogía de por qué ocurre y qué hacer para remediarlo. Porque va en ello parte de la credibilidad de la industria.