Nacho Abia
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A punto de cumplirse el primer trimestre de Nacho Abia como consejero delegado de Grífols, cualquier juicio sobre su labor hasta la fecha sería precipitado por el escaso tiempo transcurrido y por la ingente labor que tiene por delante. A su favor, cabe destacar que no ha tardado en fijar las prioridades absolutas del productor de hemoderivados, al menos para devolver a la compañía a una situación de cierta normalidad.
Poner el foco en reducir deuda, avanzar en eficiencia y ahorro de costes y trabajar para recuperar cuanto antes el flujo de caja positivo es el primer paso. Pero esta estrategia tiene que ir acompañada necesariamente de la confianza de los mercados. Y en este punto, a Grífols le resta aún un largo camino por recorrer.
La prueba más palpable es su trayectoria en bolsa, que no ha dejado la senda errática desde que a comienzos de enero estallara la crisis provocada por la publicación del informe de Gotham City Research, que puso patas arriba el grupo y precipitó una serie de cambios, muchos de los cuales ya se estaban ejecutando, especialmente en materia de gobernanza, pero a ritmo demasiado pausado y sin excesivo entusiasmo.
Por encima de los números y los fundamentales, y sin olvidarse de ellos, la tarea más importante que Abia tiene por delante es recuperar la confianza de unos inversores que han abandonado de forma masiva a la compañía, como quedó demostrado en la última junta de accionistas. Sin ellos de vuelta, cualquier propósito de Grífols por reverdecer viejos laureles será baldío. El ejecutivo tiene tiempo por delante y, en teoría, manos libres y campo abierto para trabajar. Una vez dejado atrás el semestre más difícil de la historia reciente de la compañía, las primeras señales deberían llegar más pronto que tarde, a fuer de evitar caer en el olvido inversor de forma permanente.