Joe Biden
Vamos a pringar todos
Los constantes olvidos, despistes, confusiones (acaba de decir que El-Sisi, tiranuelo egipcio, es el presidente de México) y salidas de pata de banco del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden (Scranton, Pensilvania, 1942) deberían preocupar seriamente al electorado demócrata norteamericano y, por extensión, a todos los seres humanos que aún creemos, mal que bien, en la democracia y que no tenemos ninguna prisa por el advenimiento del Apocalipsis. A sus 82 años, el hombre no está fino, pero se rebota si un periodista se lo hace notar, y hasta está a punto de perder los estribos. La impresión general es que en el partido demócrata de los Estados Unidos no hay banquillo: es la única explicación posible para que Biden insista en presentarse a un nuevo mandato, cuando lo que le convendría es una plácida jubilación consagrada al golf y a jugar con sus nietecitos.
Mientras tanto, su gran oponente, Donald Trump, está cada día más crecido. Es un miserable, un explotador, un mangante, un defraudador fiscal, un abusador de mujeres y cualquier otra inmundicia que se nos ocurra (está pendiente de tropecientos juicios por sus variados desmanes), pero sus hooligans (la mitad de la población) lo adora, se lo perdona todo o cree que se le intenta hundir a base de mentiras porque es el único que puede volver ahacer grande a América. Una a una, Trump se va salvando de todas sus trapisondas, incluida la más gorda, haber bendecido la toma del Capitolio por la brigada de los Búfalos Mojados, y ya se ve de presidente de aquí a unos meses. Los norteamericanos se van a ver en una tesitura similar a la de los argentinos hace unos meses, cuando tuvieron que elegir entre los peronistas que llevaban décadas triturando el país y un demente con motosierra que ahora dice que se quiere convertir al judaísmo (se lo habrá sugerido su difunto perro, que se comunica con él desde ultratumba). A ver, gringos, ¿qué preferís? ¿A un buen tipo que está algo gagá y que dirige la nación más poderosa de la tierra desde un permanente estado de estupor o a un sacamantecas inmoral, machista y ladrón que puede desencadenar la TerceraGuerra Mundial?
No sé ustedes, pero yo la victoria de Trump en las próximas elecciones cada vez la veo más probable. Y su nuevo orden mundial me da pavor. Acaba de enviar a su perro guardián favorito, Tucker Carlson (expulsado de Fox News por excesivamente radical: calculen cómo se las gasta el menda), a entrevistar a su amigo Vladimir Putin, que habla bien de él en un momento de la conversación. Donald y Vladimir siempre se han llevado muy bien, como corresponde a dos miserables de su cuerda, y con ambos en el poder en sus respectivos países, el mundo empeorará un poquito más, si tal cosa es posible. Los primeros en pringar serán los ucranianos, a los que Trump dejará de apoyar para que su amigo Vladimir los machaque a conciencia. Y luego vendremos los europeos, con nuestras manías sobre el cambio climático y demás inventos de los comunistas.
En las próximas elecciones norteamericanas no solo se juega el destino de los Estados Unidos, sino, me temo, el de todos nosotros. Y en tales circunstancias, ¿todo lo que tiene que ofrecer el partido demócrata para pararle los pies a un fascista bocazas de manual es a un señor mayor que confunde a los mandamases de Egipto y México y al que se le va el santo al cielo cada dos por tres?
Realmente, que Dios nos coja confesados.