Chiara Ferragni

Chiara Ferragni Wikipedia

Examen a los protagonistas

Chiara Ferragni

31 diciembre, 2023 00:00

La urraca de Cremona

La influencer italiana Chiara Ferragni (Cremona, 1987) siempre me ha sacado de quicio con esos aires de Doña Perfecta que se da en Instagram, donde la sigo por razones que no alcanzo a explicarme, pero que pueden tener algo que ver con mi manía de mirar al horror de frente. Es una mujer muy atractiva, no lo negaré, aunque de una gelidez desoladora. Está casada con un rapero híper tatuado que atiende por Fedez y tiene dos críos pequeños, un niño que ha heredado la cara de terrone de su padre (Leone, o Leo) y una niña adorable (Vittoria, o Vitto) a la que he visto crecer y cuyas fotos, lo reconozco, me enternecen. Su blog, The blonde salad (La ensalada rubia), cuenta con 110.000 visitantes diarios. Aunque tiene su propia marca de moda, la especialidad de la señora Ferragni es hacer publicidad de todo tipo de marcas de ropa cara, actividad que alterna con vacaciones en resorts de lujo que le pagan para que les haga propaganda y les aporte su glamour. Aunque se matriculó en Derecho, nunca acabó la carrera. ¿Para qué, si te puedes forrar promocionando trapos, perfumes, hoteles y lo que sea, mientras ejerces de arbiter elegantiarum? La revista Forbes la ha declarado una de las personas más influyentes del mundo. En el 2016, Mattel le dedicó su propia muñeca Barbie. En el 2021, Amazon Prime le dedicó su propio reality show, titulado The Ferragnez. Evidentemente, el hecho de que a mí me parezca (como la mayoría de los influencers) un parásito con pretensiones glamurosas y una seña de identidad de estos tiempos imbéciles que nos ha tocado vivir, no quita para que la señora Ferragni, sus rubísimos retoños y el gañán de su marido se peguen la vida padre exhibiendo su lujosísimo estilo de vida. Y así podría haber seguido viviendo nuestra Chiara, siendo una frívola feliz y pesetera, si no llega a darle por aspirar a una cierta trascendencia y aparentar que se preocupa sinceramente por los pobres desgraciados de este mundo (la avaricia rompe el saco, cara Chiara).

Esta avida dollars encontró una manera de seguir forrándose mientras aparentaba contribuir a una causa noble y benéfica. Le puso su nombre a un pandoro (el gran dulce italiano junto al panettone) y lo vendió a nueve euros, que es el triple de lo que cuesta uno que no lleve su bendición (como las patatas fritas y el gazpacho de Belén Esteban, pero se supone que con más glamour). En teoría, parte de esos nueve euros irían a parar al hospital pediátrico Regina Margherita de Turín, pero luego se descubrió el genuino pastel que se escondía tras el inofensivo pandoro: Chiara le habría soltado 50.000 eurillos a los del hospital y ella se embolsaba toda la pasta del comistrajo, que habría ascendido a la bonita suma de un millón de euros. Conclusión: ahora se encuentra metida en un marrón que le está costando elabandono y el repudio de algunas de esas marcas que contribuían a su bienestar económico. Eso sí, quien tuvo, retuvo: el video de disculpas inverosímiles que colgó en la red se hizo viral y, además, logró que se agotara el mono de diseño que llevaba puesto.

Todo parece indicar que el afán de trascendencia puede llevarse por delante a Chiara Ferragni, que no es la Tigresa de Cremona, como la cantante Mina, sino la Urraca de Cremona. Podría haber seguido adelante con su lujosa existencia de parásito de lujo si no llega a meterse en el berenjenal de la bondad y la beneficencia (Belén Esteban pilló lo que pudo de su gazpacho y sus patatas fritas y no se metió en fregados morales). Ahora se ve obligada a decir que se equivocó, o que la engañaron, o que firmó lo que no debía para tratar de disimular la codicia que se oculta tras su mundo de elegancia, lujo, glamour y valores familiares. Francamente, que la zurzan. A ella y al resto de cantamañanas que se lucran influyendo en gente que no ha abierto un libro en su vida. Solo lo siento por la pobre Vitto, que es una niña monísima. Aunque, afortunadamente, es demasiado pequeña para percatarse de la catadura moral de su señora madre.