Anna Simó
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Los últimos datos del informe PISA de 2022 confirman el desastre absoluto de la Generalitat en materia educativa. Su pésima gestión se ha traducido en que las escuelas catalanas estén en la actualidad en el furgón de cola tanto de España como de Europa, fracasando en áreas tan esenciales como las matemáticas, la lectura y la ciencia.
Tras años de descensos en los conocimientos básicos de los estudiantes de 4º de la ESO, la última edición de estas pruebas no ha hecho más que profundizar una herida que ningún conseller ha sido capaz de suturar. Algo que, por desgracia, tampoco sorprende, vistas cuáles han sido sus prioridades a lo largo de la nefasta década del procés: una de ellas, su férreo rechazo al bilingüismo y su defensa numantina de la inmersión monolingüe obligatoria en catalán, a pesar de las sentencias judiciales que instan a aplicar al menos un 25% de castellano en clase. El tan cacareado "modelo de éxito" ha resultado ser otro falso mito del nacionalismo.
Este es el resultado de una preocupante gestión que viene de lejos. Y las sonrojantes excusas que está dando ahora el Govern para tratar de justificar su desaguisado resultan igual de inadmisibles. Buscar excusas en la pandemia —que todas las comunidades autónomas y todo el mundo han sufrido— y la supuesta "sobrerrepresentación" de alumnos extranjeros seleccionados para hacer la evaluación es, además de ridículo, bochornoso y rayano en lo ofensivo.
El Govern debería hacer autocrítica, depurar responsabilidades, rectificar y ponerse manos a la obra inmediatamente para enmendar por completo su fracasado sistema educativo. En juego está la educación de los niños y el futuro de la sociedad.