"Ganas de volver a veros", pudo leerse hace unos años en la gigantesca lona de un edificio frente al Santiago Bernabéu.La jugada mediática de Laporta, que tanto ilusionó al barcelonismo durante su campaña electoral antes de las elecciones de 2021, parece ahora un disparo al pie. Una broma de mal gusto. Porque, casi tres años después de que el actual presidente regresara al trono que ocupó hace veinte años, no puede decirse que la situación de la entidad haya mejorado. El miedo que, supuestamente, iba a infundir al Real Madrid se ha tornado en risas burlonas desde la capital. Los blancos han sido muy superiores, en general, desde que Jan regresó.
El túnel es interminable. El club sigue en plena crisis económica, institucional, social y deportiva. Ridículos como el del domingo en la Supercopa de España, frente a un Real Madrid muy superior, así lo reflejan. Si de algo ha pecado Laporta en este tiempo es de siete falsas promesas que, al no cumplirse, se han transformado en pecados capitales.
No hay equipo
Es la cruda realidad. La plantilla es corta y está desequilibrada. No da la talla para conquistar títulos importantes esta temporada 2023-24, menos aún tras haberse producido hasta 18 lesiones --de mayor o menos gravedad-- desde agosto. Xavi se quedó el 1 de septiembre con una plantilla de 19 futbolistas --sin Araujo ni Pedri, ya lesionados-- más Fermín López y Lamine Yamal ya que, a última hora, debió desprenderse de Éric García y Abde para cuadrar las cuentas del Fair Play de la Liga.
La junta laportista tuvo que presentar un aval para inscribir, iniciada ya la competición, a los futbolistas que faltaban por dar de alta. La contratación de Vitor Roque --30 millones más 31 en variables--, de momento es un gasto superfluo, un fondo de armario que sólo ha jugado dos ratitos en cuatro partidos, y que ni siquiera calentó contra el Real Madrid. Un recambio numérico para la intangible baja de Gavi.
No hay entrenador
Es duro decirlo porque hablamos de toda una institución del club, una leyenda como Xavi Hernández. Pero lo cierto es que está yendo de más a menos. Sus argumentos ya no convencen dentro del campo, ni especialmente fuera. El domingo repitió el mismo guion de la final de la pasada temporada, pero su plan zozobró en 10 minutos. Ancelotti cambió el modelo y castigó las debilidades defensivas de un Barça que sigue hundiéndose en un pozo sin fondo. Y que no tiene a un entrenador capaz de rescatarlo, al menos a estas alturas del curso.
Xavi no da con la tecla, y los candidatos al banquillo suenan uno tras otro. El recurso más barato para Laporta y Deco, por la losa económica que arrastra el club, sería darle el primer equipo a Rafa Márquez. La presunta inexperiencia de Xavi es aún mayor en el caso del mexicano. Su currículum empieza en la dirección del equipo infantil de la Real Sociedad Deportiva Alcalá, de Alcalá de Henares, y acaba en sus dos años en el Barça B. No convence, además, a la gran mayoría de la afición.
No hay presidente
Laporta siempre había caído bien entre el barcelonismo. Ahora está en el punto de mira. El presidente se ha rodeado de un séquito de palmeros que le ríen todas las gracias, como el hecho de festejar a lo grande --y sin motivo-- la victoria en semifinales de Supercopa contra Osasuna. Como si hubiera ganado ya el título. Luego, claro, vino la dosis de realidad. Y es que, casi tres años después de su victoria electoral en marzo de 2021, el Barça no da síntomas de mejora.
Se encuentra peor en lo deportivo, y eso que ha ido aguantando gracias a la conquista de una Liga y una Supercopa que nadie esperaba, y que visto lo visto pueden considerarse un milagro divino. También está peor en lo económico porque, del poco dinero que se generó con la venta de patrimonio --las palancas--, se invirtieron 300 millones en cinco fichajes que no acaban de funcionar: Ferran Torres, Raphinha, Lewandowski, Koundé y Vitor Roque. El dinero que no se encontró para Messi.
No hay estadio
No lo hay, al menos de momento. Sobre el papel, el Barça debe volver a jugar en el nuevo Camp Nou a partir de noviembre de este 2024. Si los plazos acabarán cumpliéndose o no, aún es un misterio. Lo que sí se sabe es que todo podría haberse hecho mejor, con una mayor planificación y un acuerdo económico que no desangrase, como lo hará en los próximos años, las arcas del club.
Con el objetivo de hacer frente al crédito de 1.450 millones para la remodelación del Espai Barça, que incluye la reforma del Camp Nou, los inversores exigieron un tipo de interés medio de en torno al 6%, lo que obligará a las dañadas cuentas del club a pagar unos 90 millones anuales. Es probable que se necesiten más palancas en el futuro.
No hay un duro
He aquí el principal problema del club. El Barça es una máquina de perder dinero. Al menos, hasta que Laporta activó las famosas palancas. Eduard Romeu, vicepresidente económico del club, aseguró que la entidad pierde cada año entre 200 y 300 millones desde la temporada 2017-18. También señaló que la deuda actual del club es de 1.200 millones de euros. Es decir, más que los ingresos de un año.
Con el límite salarial excedido, el Barça se resigna a un segundo tramo del curso muy complicado. Los recortes de Laporta el pasado verano sólo han servido para maquillar unas cuentas desastrosas, a falta de que el hipotético salvavidas --la Superliga Europea-- ofrezca un rayo de esperanza para las arcas culés. De momento no llega. Y la amenaza de la Sociedad Anónima Deportiva (SAD) gana fuerza.
No hay vergüenza
Desde su regreso al trono, Laporta ha ido desprendiéndose progresivamente de talento y rodeándose de gente de confianza para sus negocios. Los excesos de Jan en algunas de sus celebraciones --como la de Osasuna--, además de las contradicciones éticas que soportan los valores de algunos de sus directivos --el feminismo de Elena Fort, silenciado en Arabia Saudí-- generan una situación de circo permanente.
Mejor no hablar del esperpéntico caso Negreira, que no es culpa tan sólo de Laporta pero sí un volcán latente desde febrero de 2023. Sus erupciones no cesan. Ya han sepultado bajo el fuego y las cenizas el prestigio y la buena imagen que el club se había labrado durante décadas. De ser idolatrado y respetado alrededor del mundo, el FC Barcelona atraviesa uno de sus peores momentos como institución.
No hay ilusión
El último mandamiento mancillado es consecuencia de todos los anteriores. El mal juego, los malos resultados, la crisis económica y la envidia que provoca la estabilidad de otros clubes, como el Real Madrid, hace que las expectativas desaparezcan. Este Barça no ilusiona, y no es ningún secreto. Basta con salir a la calle y preguntar a los aficionados, tal y como ha hecho Culemanía en las últimas horas. ¿Hay solución para este club? Si existe, parece más enrevesada que el milagro del pan y los peces.