Joan Laporta ha pagado muy cara la novatada de celebrar un título antes de hora. Además de dejar una imagen bochornosa en Arabia Saudí, que no hace justicia a la figura representativa que merece un club histórico y único en el mundo como es el FC Barcelona, ahora tiene que pasar la vergüenza de haber festejado la victoria contra el humilde Osasuna como si de una Champions se tratase para ser humillado a los tres días por el eterno rival, un Real Madrid que supera al Barça en lo deportivo, en lo económico y en el basket: ya solo les queda el fútbol femenino. Al tiempo. 

Pasan los años y queda cada vez más claro que aquel mediático "ganas de volver a veros" que triunfó al ser estampado frente al Bernabéu en una lona de dimensiones gigantescas se le ha girado en contra a Laporta. Son los blancos los que tienen "ganas de volver a verte", y por mucho tiempo, como presidente del Barça. Como también tienen ganas de ver a Xavi en el banquillo azulgrana. Al que realmente temen, y han temido siempre, es a Pep Guardiola, el verdadero y gran artífice de los éxitos de Jan durante su anterior etapa. 

Laporta se puede permitir hacer lo que le da la gana porque vive rodeado de un séquito de palmeros y chupópteros que le ríen todas las gracias. En su entorno, Jan es el líder indiscutible. Es el más listo, el más guapo, el que mejor habla, el más inteligente y hasta el más fuerte. Todo positifo, nunca nada negatifo. Incluso, le deben reír las gracias cuando ofende a una sumiller de Can Roca, el mejor restaurante de Catalunya, por explicarle lo que es un "putonio". 

La realidad es que casi tres años después de su victoria electoral en marzo de 2021, el Barça no da síntomas de mejora. Está peor en lo deportivo, y se ha podido ir aguantando gracias a la conquista de una Liga que nadie acierta a explicar. Está peor en lo económico porque el poco dinero que se generó con la venta de patrimonio se invirtió --300 millones de euros-- en cinco fichajes que todavía no funcionan: Ferran Torres, Raphinha, Lewandowski, Koundé y Vitor Roque. El dinero que no se encontró para retener a Leo Messi, apareció para todos ellos. 

Está peor el Barça en basket, a pesar del mérito enorme que tiene Roger Grimau, porque estamos lejos del nivel que mostraba el equipo de Jasikevicius, Mirotic y Higgins. En cuanto al fútbol femenino, seguimos teniendo a las mejores de Europa, pero la desbandada que está sufriendo la sección, sin Markel Zubizarreta, la salida de Giráldez en verano y las tensiones en renovaciones como las de Alexia Putellas y Sandra Paños, ponen los pelos como escarpia. A ver cuánto dura. 

Por ahora, Laporta mantiene su gran escudo: se llama Xavi Hernández y es el objeto de todas las críticas en este momento. No sin razón. La actual temporada del egarense en el banquillo debía ser la de la consolidación del proyecto, y está siendo la del Barça que hace aguas por todas partes.

Una decepción agónica que Laporta alarga porque es consciente de que si llega un tercer entrenador --todo el mundo sabe que Koeman no era suyo pero lo aguantó porque no tenía a nadie y que Xavi era la apuesta de Víctor Font-- y vuelve a fracasar, las miradas se pondrán más en los jugadores. Y en el responsable de haber traído a esos jugadores con el dinero procedente de vender activos del club. Las miradas, entonces sí, se dirigirán al palco. A un Laporta que, de momento, sigue siendo intocable.