Pasa el tiempo, los pasivos del FC Barcelona crecen y lo que antes era un susurro, ahora es un clamor a voz en grito. Ya lo dijo Jaume Llopis meses atrás a Culemanía: “La mochila de la junta será tan pesada que no se devolverá la deuda”. Cierto es que la voz del economista hacia la gestión de Joan Laporta siempre ha sido crítica desde su dimisión, coincidiendo con el adiós de Messi en 2021. Algunos incluso la han tildado de apocalíptica. Con las cifras en la mano, no obstante, hay motivos para preocuparse. Y para pensar que, a no ser que se produzca un milagro para reducir la deuda acumulada, el modelo de propiedad actual seguirá estando en serio riesgo de mutar hacia el de una Sociedad Anónima Deportiva (SAD).
Basta con ver lo que ha sucedido esta semana con Celsa. El Juzgado mercantil 2 de Barcelona ha dado el OK al plan de reestructuración que los fondos acreedores presentaron para tomar el control de la empresa, una histórica siderúrgica catalana que fundó en 1967 por la familia Rubiralta. El plan en cuestión prevé la capitalización de parte de los 3.500 millones de deuda de la compañía. De esta manera, los fondos de inversión de los acreedores pasarán a ser accionistas de la compañía, sustituyendo a los actuales propietarios. ¿Un espejo de lo que podría ocurrirle al Barça?
Una deuda que no deja de crecer
El club lleva tiempo caminando en arenas movedizas, y el riesgo de que su propiedad deje de depender de los socios es cada vez mayor. Si un grupo empresarial como Celsa, con 3.500 millones de deuda pero una facturación de 6.000 millones de euros no tiene opciones de remontar por medios propios... ¿Cómo salvará el modelo actual un Barça con alrededor de 4.000 millones de deuda bruta? ¿Y que --a la espera de conocer los nuevos presupuestos-- factura unos 750 kilos anuales? Las comparaciones son odiosas, si bien es cierto que juegan otros factores en la partida.
El FC Barcelona es un club con cientos de millones de aficionados, y no se descarta que llegados a cierto punto una parte de esa masa social pueda contribuir, de alguna manera, a salvar el modelo actual de propiedad. En el caso de Celsa, no puede decirse que la familia Rubiralta no haya luchado hasta el final. La empresa acumula más de 15 reestructuraciones de su pasivo, que ha dejado de estar en manos de los bancos españoles para pasar a fondos acreedores, que la adquirieron a precio de saldo.
El modelo de sociedades paralelas
En el seno del club azulgrana, se está produciendo también una privatización progresiva con Goldman Sachs, Sixth Street y otros fondos como protagonistas. No en vano la junta de Laporta está imitando y ampliando el modelo de sociedades paralelas que promulgó en su día la directiva de Bartomeu. Filiales creadas ad hoc para ser troceadas y, después, vendidas al mejor postor como Barça Studios. Una solución a corto plazo para salvar las cuentas, pero que amenaza con descapitalizar al club y externalizar las líneas de negocio más rentables.
En junio de este año 2023 la directiva laportista registró tres nuevas sociedades: Sudburylane, Locksley Invest y Bridgeburg Invest. Esta última es la joya de la corona para apuntalar la salida a Bolsa que plantea el FC Barcelona en Nasdaq, a través de una spac llamada Mountain & Co. Una operación enrevesada que pasa por establecer en los Países Bajos la futura sede social de Barça Media --que será la compañía que cotice en Bolsa--, pero conservando la actividad empresarial en Barcelona.
La estratagema de la junta actual
Cabe recalcar que el Barça es uno de los cuatro únicos clubes en España, junto al Real Madrid, el Athletic Club y Osasuna que, en principio, no puede cotizar en un mercado público. Su capital se encuentra en manos de los socios y no de los accionistas. De ahí que el FC Barcelona haya creado filiales empresariales para poder aspirar a esta vía, y progresivamente fomentar una privatización inexorable. Puede que fuese la única manera de salvar el club. O quizá no. Lo sabremos cuando termine la agonía de caminar en arenas movedizas... Algo que, desde 2021, es el pan de cada día.