No se trata de una nueva tractorada o reivindicación del campo en la ciudad. O sí. Lo cierto es que dentro del marco del Festival de Cinema d’Autor de Barcelona, los espectadores van a poder ver antes que nadie la nueva película de Jaime Puertas Castillo, Historia de Pastores.

El cineasta es un habitual del certamen. Sorprendió con su anterior propuesta Los Páramos. Era el año de la pandemia. Desde entonces hasta ahora, que participa en la prometedora sección Un impulso colectivo, ha regresado a su Andalucía natal, para rodar un artefacto que viaja entre lo experimental y lo narrativo en el que un cortijo abandonado y la desaparición de un pastor protagonizan una exploración de las formas del cine y las leyendas rurales.

Tras su etapa formativa en Cataluña, Jaime Puertas ha ido en busca de su abuela, en su pueblo, para ver cómo podía seguir transmitiendo esos relatos de tradición oral, historias llenas de olvidos y un punto de magia, cuando no realismo mágico. De todo ello se impregna una cinta que tiene un halo de Twin Peaks andaluz, donde las personas mayores son estudiantes en prácticas e investigadores de una desaparición, las teorías conspirativas se cuelan entre sus protagonistas y un cortijo en ruinas simboliza ese pasado que parece caído en el olvido.

Con todos estos ingredientes en la coctelera, Crónica Global se pone en contacto con el realizador para descifrar esta Historia de pastores que llegan a Barcelona con las entradas agotadas. Un fenómeno de éxito, con su punto de comedia rural con un toque de ciencia-ficción.

El director de cine Jaime Puertas Castillo FESTIVAL DE MÁLAGA

 

¿De dónde nace esta idea?
La película en realidad se viene gestando desde hace muchos años. De las conversaciones que tenía con mi abuela cuando iba a desayunar con ella en el pueblo o cuando sacábamos las sillas al fresco y contaban historias del campo. Zonas que ya estaban en proceso de abandono. Todas estas imágenes, fabulaciones y especulaciones, calaron. Es fruto de una escucha activa de toda esta tradición oral, que es constitutiva de la identidad de mi pueblo. De allí surge el deseo y la voluntad de ir a conocer los cortijos, el campo y conocer cada cosa por su nombre. Que también es una manera de estar en el mundo.
¿Diría que es una forma de estar en el mundo muy olvidada y que también el cine ha dejado de prestarle atención?
Sí. Claro. Muy olvidada. Pero para mí, en cambio, no lo es. Hay cine de todo tipo y no ha dejado de contar historias. Este bebe de la tradición oral. Yo nunca he estado en otro sitio y trato de contar esta historia de una manera muy natural.

Fotograma de 'Historia de pastores' MADAVENUE

Y en este contar historias, aparecen debates sociales curiosos, desde las teorías conspirativas hasta la precariedad laboral.
La especulación atraviesa toda la película, que empezó a gestarse en pandemia, que era un momento de muchas fabulaciones que fueron constitutivas del mundo y de la película. Y nosotros, junto con Mari, exploramos esos lugares que devienen físicos. Nos aventuramos a entrar en el cortijo, que parecía vacío, igual que de repente el campo se convirtió en un lugar de reunión, como los cortijos lo eran en su día.
¿Querían poner en valor esos espacios?
Hay una especie de homenaje, de un pasado que se recupera. Pero esas ruinas del pasado siguen ahí y la pregunta es cómo habitamos esas ruinas. De pequeños esas ruinas sirven para imaginar y especular. La película se propone eso, se conforma como una fabulación que busca habitar esos lugares.

Fotograma de 'Historia de pastores' MADAVENUE

¿Es también una invitación a hacerlo?
Absolutamente. Y a reivindicar la pluralidad de los relatos. La película más que una reivindicación de los cortijos es un homenaje a la tradición oral, a los cuentos que heredamos de generación en generación y que se han ido olvidando. De hecho, el olvido forma parte de esta transmisión oral, porque no sólo se compone de aquello que uno recuerda, también de lo que uno olvida. No es ni positivo ni negativo. En todo proceso de transmisión hay un olvido que merece su espacio o, al menos, hay que constatarlo. En cualquier caso, de la tradición oral se puede aprender mucho, todavía queda mucho por aprender de ella, porque es diversa, plural y contradictoria. Esta tradición nos ayuda a habitar las ruinas y la contradicción. Pero no se trata de asegurar que la solución es volver a vivir en cortijos, en esas ruinas, sino a preguntarnos cómo hacerlo. Esas preguntas deben ser formativas, generativas.
Una de las preguntas que sugiere un primer visionado de su película es por qué ha situado la historia en un futuro muy cercano.
Tiene que ver con eso de abrir preguntas. No quería el retrato de un presente, porque allí siempre hay algo que cierra y se podría correr el riesgo de cerrar un círculo. La herencia siempre es algo que está en construcción. El proceso de transmisión continúa, por eso situamos la película en el 2027, para no cortar la transmisión del presente. Eso nos permitía fabular y preguntarnos cómo sería ese futuro cercano, haciendo un doble ejercicio: el de proyección y el de retrospección. Sin caer en la nostalgia. Sólo dejamos constancia de una tradición y una forma de vivir, sin dejar de jugar.

Fotograma de 'Historia de pastores' MADAVENUE

¿Se ha perdido algo de ese juego de exploración en el cine? ¿Se ha vuelto todo excesivamente narrativo y cerrado?
Mira, nosotros nos hemos dado cuenta de que podíamos jugar. Allí donde la película se puede tornar más narrativa, jugamos con una duración que permite habitar el plano, acompañando a los personajes. Porque si bien la narración es importante, es lo que permite la transmisión oral, habitar también. Ha de haber un diálogo fluido y encontrar nuevas maneras de habitar las historias, porque hay muchas formas de narrar, tantas como personas. Sí que hay una forma muy estancada, implementada en la forma de hacer cine, pero están surgiendo otras formas muy interesadas.
Con tanta importancia que le da al relato oral. ¿Es el cine un medio para recuperar, conservar o expandir estas historias de transmisión oral?
El cine tiene algo de documento. Filmar esta película implica constatar y archivar el estado en que se encontraban los cortijos en el año de rodaje, en 2021. El cine es puro archivo, de los espacios y de las personas.

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