Han pasado 13 años desde que Elena Trapé debutara en el largometraje con Blog en 2010. Con ella fue premiada en el Festival de San Sebastián. Su segundo largo, Las distancias, no llegó hasta 2018. Por suerte, el tiempo entre esta y su última película, Els encantats, ha sido inferior cinco años.
La cinta, protagonizada por Laia Costa, se presentó en el festival de Malaga y, dejó a los asistentes como el título del film. Un primer plano inicial desde dentro del coche viendo como la protagonista deja atrás a su hija y al padre de ésta es más que significativo. Se va. El proyecto de familia perfecta se quebró.
Dificultades
Desde allí, la realizadora, acompaña a Irene (así se llama la protagonista) de vuelta a su pueblo. Busca encontrar su lugar y, en medio, aparecerán amigas de la infancia, viejos conocidos de la familia y pretendientes que, supuestamente, vienen a ayudar. Tres días en la vida de una mujer que, como cuenta la leyenda del lugar, está quebrada y trata de rehacerse y encontrar su lugar fuera de todas aquellas expectativas que la sociedad le ha impuesto.
Trapé asegura que el título no hace referencia a ese estilo de vida que ha encantado a una hegemonía: la de formar una familia, ser buena madre y a la vez trabajadora e independiente y tener un marido que te cuido. Irene es sólo una mujer que se enfrenta a los golpes de la vida. Como puede. Igual que la cineasta ha tenido que ver cómo levantar sus películas no era tan fácil como muchos piensan. Así lo cuenta a Crónica Global.
- ¿De dónde salen estos 'encantados'?
- Todo surge un poco de querer hablar del impacto que tiene en una mujer recién separada el hecho de no ver a su hija todos los días. Éste es un poco el detonante. Hablar de eso y de tener que convivir con una ausencia, en una nueva realidad de dinámica familiar que quizás no era lo que había imaginado. Y después, más allá de eso, que es el detonante principal de la historia, acompañar a este personaje los tres días después que esta separación sea efectiva.
- Que sucede bastante, sobre todo a nivel emocional
- Ella debe enfrentarse a llenar estos vacíos, construir una nueva casa, volver a conectar con ella como mujer, volver a compartir una intimidad. Al final, pensar en muchas preguntas y a ser consciente y capaz de explicar por qué siente un malestar constante, una sensación de que no acaba de estar bien.
- Unas sensaciones contrarias a este título. ¿Es que, más allá de la leyenda de la película, hemos estado demasiado ‘encantados’ con ideas de la familia feliz?
- Es sobre todo por la leyenda, ¿eh? Para nosotros, encontrar la leyenda de los encantados fue una manera de acabar de linkar la historia con el paisaje, porque es una leyenda de la zona y el tema de la grieta, era un resumen visual del proceso del personaje, de esta herida abierta que sufre, de esta ruptura de una vida y de un proyecto con alguien, del tema de la maternidad, del volver a casa, del nido, de las raíces. Define más eso que estas expectativas reales que existen y que tenemos sobre cómo deben ser las cosas.
- En todo caso, sí parece que se ajusta muy bien a los relatos que hasta ahora ha construido con sus dos anteriores largometrajes. Empezó con una adolescencia en ‘Blog’, ciertos problemas de juventud con ‘Las distancias’… ¿es una especie de retrato generacional?
- Mira, al final, Blog fue bastante casual. Y después es verdad que la cronología ha ido hacia delante en los años. Pero es casualidad. El punto de partida nunca es aspirar a realizar una película generacional. Pero quizás sí hay gente que quiera hacerlas, en todo caso, si esto le resuena al público es porque, en el fondo, estamos hablando de emociones en las que uno se puede reconocer y circunstancias en las que uno puede verse reflejado.
- Una de estas circunstancias que vive el personaje protagonista es que siente que se ha quebrado un mundo en el que, tal vez, había puesto todo su empeño. Tal vez, incluso esa presión como mujer de ser esa pareja ideal y formar una familia, ser una buena madre. ¿Seguimos teniendo demasiadas expectativas?
- Todos acabamos sufriendo un poco estos roles de género en los que se basa nuestra estructura social. No sólo nosotras como mujeres, creo que los hombres también. Incluso se debe cuestionar si todo debe ser tan binario, los tipos de familia, de relaciones afectivas... A mí me encanta el cuestionamiento de todo esto y en la película lo que se produce es esa sorpresa de ver que, cuando un tío llega a tu casa, todavía hoy se cree que esperas de él un consejo, protección. Y a ver, no. Esa escena me encanta, porque todo el mundo femenino hace una cara de “qué palo”, pero sobre el papel este tío es ideal. Pero es que nos lo hacen todo el rato. Cuando haces un dibujo de una dinámica de pareja o de relaciones acaba saliendo todo esto.
- Sí, pero incluso, hay amigas, incluso madres, que apuestan por él.
- Sí. Es que él viene y es un príncipe, es un superbuen tío, en plan caeré bien a tus amigos, me gustan los niños… Parece ideal y después dices, "¡qué pereza!" Qué pereza, porque yo no necesito que venga a salvarme nadie, a estas alturas de la vida, ya he hecho los deberes.
- Pero se cae en ello.
- Bueno, y lo triste es que él crea que esto es lo que ella espera. Y no, relájate.
- Y así, Irene choca con su madre, pero a su vez también con otra generación más joven que piensa el mundo de determinada manera.
- Sí. A mí me gusta mucho confrontar generaciones así. Hay algo muy chulo. Curiosamente, el personaje de Gina, a pesar de ser más joven, a nivel íntimo está en una fase más avanzada que el de Irene. Gina está muy bien sola, no está pendiente de los demás, hace lo que quiere. Al mismo tiempo, en esta pareja joven, hay una fe en el amor, una apuesta, la intensidad, cuando tú ya estás en una etapa en la que ves más la gama de grises. A mí estas situaciones me gustan mucho, que a veces, y a mí me pasa, te crees como uno más en una mesa de gente de 20 o 30 y miras al contraplano y piensas “eres una señora en una mesa de chavales”. Eso es lo que le pasa también a Irene.
- En todo caso, todos estos temas se abordan con un peso dramático importante y usted le dedica mucho tiempo a sus películas. Entre sus películas hay varios años de distancia. ¿Es a voluntad, es la situación cinematográfica actual que lo hace más difícil?
- No es deliberado. Por desgracia, a mí me gustaría que fuera menor el tiempo. Las distancias ya nos costó mucho a levantarla, hubo muchos factores: la crisis no ayudó nada, yo fui madre también y tardamos siete años. Fue demasiado. Yo cuando llegó el momento de rodar la película, ya estaba muy desconectada de esa historia. Es cierto que tres años de levantar una película a nivel de financiación no te los quita nadie. Pero en esta, es verdad que nos costó cerrar el guion y encontrar el final.
- Valió la pena.
- Fue intuición. Llamé a Miguel [Ibáñez Monroy, el guionista]. Él dudó, porque habíamos dado vueltas y vueltas, pero bueno. Lo que quiero decir es que, en realidad, me lleva mi tiempo, pero me gustaría que fuera menos curro.
- Sorprende que le cueste encontrar producción. Sus inicios fueron premiados. Desde Blog a Las distancias fueron premiadas en festivales y premiados por las academias de cine catalana y española. ¿Tan mal está industria?
- No está mal, no. Hay películas interesantísimas, miradas brutales. Pero es difícil levantar una película. Afianzar, consolidar una carrera es muy complicado. Y no es un caso mío. En el fondo, lo que hago es de un mundo de una liga pequeña, de autor. ¿Es verdad que ahora hay ganas de escucharte? Sí. Seguramente hay ganas de hablarlo, pero eso no quiere decir que sea fácil.
- De hecho, muchos ganadores y, especialmente, ganadoras de premios a dirección novel se quedan allí y les cuesta continuar.
- Es que en dirección novel entramos y en el resto es muy difícil. Sería muy largo de explicar, pero cuesta.
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