Joan Arqué: “Tendemos a banalizar todo aquello que no sea palabra”
El actor y director defiende que "el lenguaje de los payasos es perfectamente compatible con los grandes clásicos"
3 agosto, 2022 00:00Joan Arqué (Badalona, 1974) vive un momento pletórico a nivel profesional. Tras su paso por el Teatro de la Comedia de Madrid, este 7 de agosto cierra la temporada del Teatro Condal con El diablo cojuelo, con la compañía Rhum & Cia.
Se trata de una apuesta radical, para la que han contado con Juan Mayorga como responsable de la adaptación de este clásico y que mantiene la crítica a una sociedad algo decadente y, en ocasiones, miserable e hipócrita. Eso sí, lo hacen con el máximo sentido del humor y con la fuerza de un espectáculo de payasos. No en vano, es lo que son.
Multidisciplinar
El intérprete se muestra muy orgulloso de esta faceta profesional y reivindica esta figura en el mundo de la cultura que, a día de hoy, todavía parece dar la espalda a este género. El público, por su parte, sí les apoya y les respalda.
Esta no es su única faceta. Los premios Buchaca y el Max a la mejor dirección por Canto jo i la muntanya balla lo han consolidado en la dirección, a la que lleva 10 años dedicado. Si a eso se le suman los proyectos que tiene por delante con el Col·lectiu Conflicte i Cultura, el trabajo lo lleva a estar de gira por años. No en vano, Arqué se siente afortunado.
--Pregunta: ¿Cómo definiría este particular versión de 'El diablo cojuelo'?
--Respuesta: Es una visión más contemporánea de este clásico del siglo XVII con la particularidad de que está pasada por unos ojos de payaso que cuestionan si su género como tal les permite acceder a un clásico. Y con este cuestionamiento hacen avanzar la obra dando a entender, según mi parecer, que el lenguaje de los payasos es perfectamente compatible con los grandes clásicos. No todos, evidentemente, pero a algunos clásicos incluso les queda mejor que cualquier otro. Entendiendo el payaso desde una forma amplia, que pasa por el bufón, lo grotesco, la ironía, el sarcasmo... A veces pensar en payaso está limitado el imaginario de las personas, porque, si lo conoces un poco, el mundo del payaso es muy amplio con muchas variantes y acentos diferentes.
--En este sentido, ¿es una reivindicación del payaso?
--Como Rhum & Cia, cada obra que hacemos es una reivindicación de esta lucha. El hecho de que te programen con asiduidad en teatros fuera de temporada de programaciones familiares, es una lucha. Sobre todo, en nuestra casa, porque cuesta que así sea. Poco a poco se abre más esta posibilidad, pero cuesta mucho porque hay un imaginario reducido, muy cerrado en el mundo de la cultura y el teatro que, en teoría, debería saber de estas posibilidades. También poca creatividad a la hora de programarlo en nuestra propia casa. Cuesta que haya una normalidad, cuando vemos que en otros sitios está más normalizado. Cuesta más cuando los sacamos de espacios donde la gente piensa que ha de estar el payaso.
--Ustedes directamente lo sacan del circo y lo trasladaron este año al Teatro de la Comedia, sede de la Compañía Nacional del Teatro Clásico, y ahora al Teatre Condal dentro del festival Grec. ¿Finalmente como dicen en la obra sus personajes, le dan al payaso "dignidad, cultura y futuro''?
--El payaso siempre ha tenido dignidad, otra cosa es que otros se la quieran reconocer o sientan miedo o interpelados por él. Lo que pasa con el payaso, como en el teatro y en todas las artes escénicas, es que unos te gustarán más y otros menos. Nosotros intentamos ampliar la mirada, sus fronteras y las posibilidades. ¿Esto lo hace más digno? No, porque allí ha estado siempre la dignidad pero lo hace más amplio y logra que mucha gente venga y se le caiga la ficha.
--Además, ustedes muestran que son espectáculos no sólo para niños. ¿Puede ser, en cambio, una manera de acercar el público joven al teatro?
--Totalmente. Nosotros como compañía no hemos hecho ninguna obra enfocada exclusivamente a la mirada familiar o para niños, pese a que a algunos de ellos podían venir y seguirlas. En este caso, porque está comprobadísimo, atraer al público joven es bastante ideal. Es diferente ir al teatro y hacer un clásico que se puede hacer de distinta manera sin perder el rigor de la misma.
--Quisiera parar un momento en sus palabras sobre cierta polémica que podría tener con algunos compañeros que no consideran que interpretación y payasos son sinónimos. ¿Por qué cree que sucede?
--Porque hemos tendido a banalizar todo aquello que no sea palabra o que requiere cierto esfuerzo para entender. Nos cuesta todo lo que no se nos sirve de forma sencilla, cualquier forma de expresión más o menos abstracta no figurativa, que nos deja preguntas por responder y en el aire. Buscamos la rápida comprensión. El imperio de la palabra se ha colocado en un sitio de alta cultura y nos cuesta apostar por crear nuevos públicos y crear en y desde otros lugares. Pasa en el mundo de la danza, del teatro, del circo... Todos los teatros lo ocupan el teatro de texto o el musical, y cuando aparece un género más híbrido o poliédrico cuesta ubicarlo y no se apuesto mucho por ellos.
--¿Se está perdiendo esta radicalidad del teatro? ¿Se ha acomodado en exceso? ¿Considera que puede ser una de las causas de la pérdida de espectadores que sufre actualmente?
--No me atrevería a decir que es la única causa, pero si quieres atraer a nuevos y otros públicos hay algo en el que nosotros somos responsables. No sé si se ha perdido radicalidad pero sí compromiso por eso otro de verdad, porque hemos dejado de la mano de Dios al artista, que lo tiene muy difícil para solidificar un proyecto. Entre eso, que se van cerrando teatros, no se ayuda a los artistas más allá de lo que puedan obtener de taquilla, que hay una propuesta cultural a corto plazo y no una apuesta potente a medio o largo plazo... Pero sí hay una responsabilidad a la hora de atraer al público, generar interés y en la pérdida de esta esencia puntera, primera, de investigación para ir más allá, seguro. También tener una cultura más sana, diversa, contestataria y rica, en el sentido de ir hacia adelante, es digno de analizar. Igual que muchos otros factores.
--En cuanto a la responsabilidad de las instituciones, ¿les cuesta entender que una compañía de teatro es cultura? ¿Les ayudan?
--Nosotros como Rhum & Cia. no nos podríamos quejar, pero dista mucho de lo que reciben otras compañías de teatro. Y sí, cuesta mucho, sobre todo en nuestra casa, que te programen más allá de las navidades o quieran hacer una apùesta amplia. Dudo que aparte del Teatro de la Comedia haya querido producir un espectáculo nuestro. Y ojo, que nos programan en el Grec y otros teatros, pero dista de otros. Creo que todavía se lo miran como un hermano pequeño.
--Usted, de todos modos, hace todo. ¿Se considera payaso, actor, director...?
--Yo hago dos cosas básicamente: estoy en el mundo de la interpretación básicamente a través del payaso porque no son tan distintas --y sería una discusión que podría tener con muchas personas-- y luego me centré en la direcció tras estudiar dirección y dramaturgia y meterme en el Col·lectiu Cultura i Conflicte. La dirección para mi es un pilar básico. Así que me defino como director-intérprete. Y al payaso la comicidad es inherente, pero no sólo. Mi personaje, el payaso blanco tiene ese sentido crítico, irónico, político, sarcástico que tiene y lo acerca al bufón. Es ahí donde me muevo y me conmueve. La comicidad la puedes lanzar en muchas direcciones y usarla para muchas cosas, pero Rhum & Cia. y los payasos como género tienen una poética muy amplia. También ese punto de partida que se explica a veces apela a lugares que no hacen tanta gracia pero que no deja de ser un payaso. Y eso engloba el payaso.
--Otra cosa no, pero hacer política con la cultura es un sello casi personal suyo, entonces, ¿no? Tanto con Rhum & Cia. como, sobre todo, en Cultura i Conflicte abordan temáticas políticas. ¿Pero es más fácil hacerlo siendo payaso?
--En Cultura i Conflicte, detrás de un gran trabajo que hemos hecho detrás, nos metemos en lo político y social no desde lugares tan cómicos como Rhum & Cía. Pero cuando lo haces desde la compañía, el humor, la ironía y el sarcasmo te da esa distancia que te permite sacar una pátina de dureza a las cosas. Si desde Cultura i Conflicte lo hacemos desde un tipo de denuncia o con la voluntad de visibilizar un colectivo invisibilizado, marginalizado, en el caso de hacerlo desde el humor, como decía un profesor mío, te permite llegar, escupir y marchar. Eso, bien entendido, permite a los payasos que la gente no lo sospeche.
--¿Usted entiende que la cultura y el teatro ha de tener un sentido o voluntad político-social?
--Creo que debería tenerla. El arte si no dialoga con su presente poco arte es. O al menos yo encuentro esa funcionalidad, si es que ha de tener alguna, de que tenga la posibilidad de dialogar con el presente y de tocar y transgredir. Lo que el teatro no debería tener como norma máxima general es sólo comercialidad, porque a veces la comercialidad está reñida con el compromiso y el no mojarte en exceso, porque se piensa que no sería popular. El compromiso no debe perderse a favor del entretenimiento o de productos lights, cuyo mayor reto sea sólo la venta.
--Y tras el Grec, ¿cuál es el futuro del 'Diablo'?
--Descansamos un mes y en septiembre empezamos una gira por todo el Estado que nos lleva a hacer unos 30 bolos por toda la Península y con la voluntad de que haya más.
--¿'Canto jo i la muntanya balla' continúa?
--Sí, vuelve en septiembre, porque va muy bien de público y consolida que se continúa haciendo, con la voluntad de que pueda entrar en Madrid.
--¿Y otros proyectos?
--Con Cultura i Conflicte estrenamos en el Temporada Alta Moriu-vos. Un título contundente que habla del trato que como sociedad damos a la gente mayor, a partir del lenguaje de cuerpo y texto con bailarines y actores, donde colabora Sol Picó. Viene acompañada de una exposición fotográfica, una especie de peep show. Más tarde ya se estrenará un proyecto documental. Además hay proyectos de dirección a dos, tres años vista.