El bufón Leo Bassi / SALA MIRADOR

El bufón Leo Bassi / SALA MIRADOR

Famosos

Leo Bassi: "Los monologuistas se han vuelto aburridos, no sorprenden y en unos años serán olvidados"

El humorista italiano celebra sus 70 años con un nuevo espectáculo y un ritual: “He superado la realidad virtual y la televisión, reivindico volver al neolítico”

13 marzo, 2022 00:00

Leo Bassi cumple 70 años, 62 en activo. Debutó con sus padres en el circo con tan sólo 8 años. Desde entonces ha trasladado ese espíritu de bufón a todos sus espectáculos y espacios: televisión, teatro, iglesias…

En su espectáculo de celebración de la Sala Mirador de Madrid reivindica esos logros que ha obtenido a lo largo del tiempo. Esas victorias personales que reivindica el humor como reflexión de la sociedad, como ritual.

Comedia, teatro y ritual

El italiano ha comprado una parcela a las afueras de la capital para llevar a cabo rituales al puro estilo prehistórico. Los seguidores de su iglesia del Paticano se lo piden. Quieren bodas con druidas, rituales e incluso funerales.

Él mismo se ve superado por todo ello y, a la vez, orgulloso. Lo cuenta a Crónica Directo, con quien habla sobre todos estos años y como, pese a que se pretenda censurar el humor, hay quien entiende “lo sagrado de la risa, que puede incluso superar la muerte”.

Cartel de 'Leo Bassi. 70 años'

Cartel de 'Leo Bassi. 70 años'

--Pregunta: Cumple 70 años y en activo. ¿Qué supone para usted?

--Respuesta: Estoy muy sorprendido conmigo mismo, porque tengo toda la energía y muchas ganas de hacer cosas. Yo no me lo esperaba. Si hace 40 años alguien me dijera que a los 70 iba a estar de puta madre, con una fuerza interior, con esperanzas, proyectos y todo, no lo hubiera imaginado. Yo no pensaba en la vejez. No sé cuánto tiempo durará, soy consciente de que esto puede cambiar en cualquier momento, pero ahora me encuentro perfectamente y quiero celebrarlo en el escenario, con el público.

--Su nuevo espectáculo es bastante un misterio. ¿En qué consiste?

--Por un lado, me río de los 70 años porque uno tiene dolores y sus cosas, pero me hace reír. Y mis logros. No soy modesto, estoy muy orgulloso de lo que he hecho y de la vida que he vivido, y quiero compartir algunos de estos momentos con el público. Por ejemplo, encontré una cinta de 8 milímetros en la que se me ve con dos años, en el desierto de Nevada (Estados Unidos), cuando estuve a 20 km de una explosión nuclear. Y eso lo van a ver, vamos a ver esa explosión atómica. Yo creo que es eso por lo que tengo esa energía y esas ganas de hacer cosas, he recibido una carga radioactiva, como un personaje de Marvel (ríe).

Se trata de un ritual, una celebración de mi cumpleaños en el que voy a mostrar mi próximo proyecto. Estoy construyendo un crómlech, un círculo de piedras, a las afueras de Madrid, porque he superado la realidad virtual, la televisión y reivindico volver al neolítico. Creo que hay que ir atrás. Y al final, hacemos un ritual neolítico de hace 5.000 años. Todo va a ser muy ecléctico, porque lo soy yo también.

Asimismo, honraremos al dios Pato, de mi iglesia del Paticano. En definitiva, es un regalo a mí mismo. Yo empecé a los 8 años en el circo de mi padre, llevo 62 años y quiero celebrar y compartir estas experiencias.

--Como bien dice, viene de familia circense, pero ¿qué le hizo quedarse en España?

--Muchas cosas. Yo nací en Estados Unidos, viví en todo el mundo, he estado mucho tiempo en Italia y me faltaba vitalidad mediterránea. Aquí había una energía, una pasión… y un amor también (ríe). Todo eso se unió, y ahora resido aquí, aunque sigo viajando por todo el mundo.

--Esa vitalidad supongo que es clave para esta fecundidad a nivel creativo. ¿Qué le inspira y le impulsa a seguir trabajando?

--Por un lado, algo fisiológico que es esta energía que tengo y la ilusión y creatividad que tengo. Con la idea de que esto un día se va a acabar y querer aprovechar al máximo lo que me queda. Además, siento que todo lo que he hecho tiene un significado profundo y quiero desarrollarlo: no el espectáculo como ocio, sino como ritual, como una investigación sobre lo que es vivir, vivir frente a la materia inerte. Siento esa necesidad de explorar en este aspecto y nunca he perdido este hambre. Ahora, estoy en uno de mis mejores momentos, porque tengo toda la energía para seguir adelante y la experiencia de todos estos años. Estamos en una sociedad que parece estar hecha para jóvenes, y que luego uno debe jubilarse, y ya. Las antiguas civilizaciones, en cambio, valoraban la sabiduría, la inteligencia, la acumulación de experiencia, y a las personas en el final de la vida se las veía como gente que devolvía esa experiencia y ayudaba a las próximas generaciones a superar sus frustraciones. Es importante recordarlo. No necesito excusas para seguir luchando, pero creo que tenemos una misión aquí y los de 70 años hemos de ayudar a esta juventud, y recordar que es falso que el mundo sea sólo para ellos y que ese pensamiento perjudica a la sociedad, porque la sociedad también es de los viejos.

El humorista Leo Bassi / SALA MIRADOR

El humorista Leo Bassi / SALA MIRADOR

--Usted de hecho atrae mucho al público joven. ¿Cómo lo hace?

--Gracias. Yo siento que los jóvenes tienen preguntas y necesidades que aprender y quizás perciben que tengo cosas que contar, esa pequeña sabiduría que tengo. A la iglesia de la Patología se acerca público muy joven, y creo que este nuevo espectáculo tiene muchas cosas a decirles, este mismo crómlech que construyo tiene que ver con el respeto al medio ambiente. Creo que las historias que cuento tocan al espíritu joven.

--Y hablando de experiencia. ¿Se siente un visionario después de que dedicara un espectáculo sobre Mussolini y el fascismo, ahora que la guerra vuelve a estar lamentablemente de plena actualidad?

--Es cierto, fue acertado. También reflexionaba de Vox y el frente de Italia. Hace dos años, viendo el interés que la gente sentía por el fascismo, y qué mejor que hacerlo a través de su creador, que él mismo definió. No podía predecir lo que sucedía. Pero creo que es un buen momento de volver a Tolstoi, que habla de los cosacos, de las batallas rusas en Crimea. ¡En 1850 ya el Ejército ruso estaba en Crimea luchando contra turcos, ingleses y franceses! Es como volver atrás en la historia, pero con los cosacos con bombas atómicas.

Yo vengo del mundo del circo, y la verdadera tradición del circo no es el payaso de la nariz roja que hace reír, sino percibir qué quiere ver el público del espectáculo, estar en la misma longitud de onda que él. El circo tocaba la guerra en plena Guerra Mundial, quería escucharlo. No quería hacer arte por sí mismo, sino para comunicar a una cierta clase social que no era sólo la élite. Por eso trabajé también para la televisión. También ahora veo y siento esa necesidad de cuidar y salvar el planeta, por eso creé este lugar del neolítico.

--Nos puede contar algo más de este proyecto de regreso al neolítico.

--Es un lugar físico, que he comprado. Una parcela en la que vamos a hacer rituales. En la iglesia de la patología hemos hecho ya 221 bodas, funerales… Es una manera de superar el espacio teatral, las razones de la existencia del teatro, de rellenar lo que la sociedad ha olvidado, los rituales. Y ya me piden bodas en este lugar al estilo druida. En el teatro voy a hacer un avance de esto, e incluso un ritual neolítico dentro del espectáculo, pero no quiero contar más.

--De acuerdo. Volvamos al repaso de su carrera entonces. Como bien comenta, en este país se le conoció a través de sus apariciones en Crónicas Marcianas, luego ha estado dedicado al teatro. ¿Cómo entró allí y qué ha quedado de eso?

--Eso era experimental también para mí. Yo llegué a Crónicas Marcianas después de participar en televisión en Italia. Yo veía la tele como algo muy tranquilo y sólo quería entrar a romper todo y cerrar eso. La audiencia se duplicaba cuando salía rompiendo un coche, lanzado mierda al público. Pero fue un deseo de experimentar. No me gustaba la televisión, como no me gusta hoy y, como no tenía nada que perder y quería cagarme la televisión, entré y curiosamente tuve éxito cagándome en televisión. De allí quedó gente que me veía como un héroe, otro como un ambicioso, otros me odiaron, para algunos era un innovador que destrozaba la televisión barata. Yo estoy acostumbrado a eso, porque en el circo hay gente que viene a ver los payasos, otros a ver a la acróbata, la gente venía por motivos diferentes. Yo siempre he estado acostumbrado a enfrentarme a un público muy dispar que sacaba cosas muy variadas de lo que yo había hecho. Pasados esos dos años, dos años y medio sentí que toqué techo y volví al teatro. Desde entonces tampoco me ha interesado más, si me llamabas a El Hormiguero iba, pero mi interés es crear rituales, primero la iglesia del Paticano y ahora este crómlech.

El cómico Leo Bassi SALA MIRADOR

El cómico Leo Bassi SALA MIRADOR

--Habla de esta televisión que no le gusta, pero usted reflexiona en esta obra de aniversario y observa cierta banalización de la cultura, incluso humor. ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?

--No culpo a los cómicos, pero es cierto que muchos acaban vendiendo cosas. Entiendo que ofrecen mucho dinero, pero eso puede hacer que la marca te impida hacer ciertas cosas que te interesan, hacer alguna provocación. ¿Cuántas personas han caído en eso? Han caído en el sistema y se empiezan a autocensurar y entras en el ritmo del mercado. Yo no vengo de allí, vengo del circo que buscamos impactar e ir a contracorriente. Yo nunca hice eso porque para mí era convertirme en Fausto, que perdía mi autonomía. No podía traicionar esa filosofía de mi familia, que me trasladó esa idea de libertad y anarquía. Muchos jóvenes monologuistas entran allí y no saben cómo van las cosas. Para mí, los monologuistas se han vuelto bastante aburridos, ya no sorprenden a su público y en unos años serán olvidados.

--Y con esta anarquía que le caracteriza, usted que se ha metido con el Papa y la Iglesia, hace rituales, tiene la iglesia de la Patología. ¿Cómo se hace y se entiende eso?

--Honestamente, la cosa me ha superado. Yo me encontré en España con historias que me superaron, y haciendo cosas muy admitidas en otros países, en 2006, me ponen una bomba en el Teatro Alfil porque me metía con el Papa. Me tuve que esconder, y pensé en cómo respondo a eso, y me inventé una chorrada que es creer en un pato de goma, hago una iglesia y adoro al pato de goma. Eso se quedaba para mí, para allí. Empezó como un chiste que se tornó más sincero y me ha empujado a niveles que nunca imaginé. Celebramos bodas, incluso vino una familia que me dijo que una persona murió y quería un funeral en la iglesia de la Patología. Primero me negué, eso era un chiste, pero si era su voluntad yo debía estar a la altura y crear algo divertido mientras otros lloran la muerte de un ser importante para ellos. Es un local para 40 personas, pero a veces hay overbooking. ¡Incluso aparecemos en guías para hacer cosas distintas en Madrid! Ha sido el pato que me ha llevado hasta aquí.

--¿Es una manera de sacralizar el humor?

--En este espectáculo precisamente hablamos de eso, que el humor es mucho más profundo cuando no está hecho para vender como algunos monologuistas que están dentro del sistema. Cuando uno entra en la iglesia de la Patología, también es un ritual donde con humor se generan cosas muy interesantes. En México, donde veneran a la Santa Muerte y se ríen de ella, he realizado rituales. Entienden lo sagrado de la risa que puede incluso superar la muerte.