La entrada de Catar Alta Cocina, situada en Mollet del Vallès (Barcelona) / CG

La entrada de Catar Alta Cocina, situada en Mollet del Vallès (Barcelona) / CG

Business

El empresario que se llevó de noche la maquinaria y bajó la persiana

Los trabajadores de Central de Cocinados Catar vigilan la nave industrial que quedó casi vacía hace un mes sin aviso previo

6 septiembre, 2017 00:00

Javier Poo Espejo entró la noche del cinco de agosto en la fábrica de Central de Cocinados Catar, situada en Mollet del Vallès (Barcelona), y se llevó buena parte de la maquinaria de la compañía que había comprado cuatro años antes. Dio a conocer su actuación al día siguiente, domingo, a los sindicalistas del grupo con un aviso añadido: él y su socio, Josep Tarrés Garriga, habían decidido cerrar la compañía.  

La cocina desvalijada de la factoría de Mollet del Vallès / CG

La cocina desvalijada de la factoría de Mollet del Vallès / CG

La cocina desvalijada de la factoría de Mollet del Vallès / CG

Fue en ese momento cuando los trabajadores indefinidos del grupo, un total de 34 personas, decidieron ir hasta la nave industrial. Sorprendidos, se dieron cuenta que en el particular proceso de liquidación de la actividad Poo y Tarrés se habían olvidado incluso de vaciar las neveras donde se acumulaba la comida que procesaban en la nave. Fueron ellos los que avisaron a las autoridades sanitarias para evitar que se pudriese.

Sin carta de despido

Los ejecutivos ni siquiera les habían remitido un carta de despido. Tampoco habían avisado a los proveedores, cuyas facturas pendientes se acumulaban desde hacía meses, ni al propietario de la nave industrial. Fue el cúmulo de una gestión que sin precedentes en los tiempos actuales, según los departamentos legales de UGT y CCOO, asesores de la plantilla.

Central de Cocinados Catar es una empresa con más de 20 años de experiencia en los preparados industriales. La cartera de clientes antes del peculiar cierre incluía a grandes cadenas de supermercados, hoteles, comedores escolares y residencias de la tercera edad. Un conglomerado con contactos comerciales desde hacía años.

Cambios en la propiedad

La fundó el empresario Jordi Grau, que vendió en un primer momento el grupo a Enric Hernández, explican los trabajadores. Este ejecutivo capitaneó la crisis económica, que se tradujo en el primer concurso de acreedores que se gestionó desde el Registro Mercantil número 3 de Barcelona, liderado en ese momento por José María Fernández Seijó, el juez que propició un cambio en las cláusulas suelo en España. 

Así se descongelaban las alas de pollo en el grupo, con agua caliente en lugar de pasar por la cámara frigorífica / CG

Así se descongelaban las alas de pollo en el grupo, con agua caliente en lugar de pasar por la cámara frigorífica / CG

Así se descongelaban las alas de pollo en el grupo, con agua caliente en lugar de pasar por la cámara frigorífica / CG

El proceso provocó otro cambio en la propiedad y aterrizaron en la cúpula de la organización “el grupo de Girona”, indican los empleados. Tarrés, Poo y Juan Vives Relats, que falleció.

Calidad alimentaria

“A partir de aquí las cosas cambiaron”, añaden. Los procesos productivos que se usaban en las cocinas industriales fueron revisados. La calidad dejó de ser una máxima y se bajaron los estándares incluso de higiene en la preparación. La plantilla dice que llegó a trabajar con productos en mal estado de forma habitual.

“Cuando lo cuestionábamos en voz baja por miedo a ser despedidos, nos decían que laváramos la carne o las alitas de pollo con vinagre”, relatan. Se descongelaban productos directamente con agua caliente, los almacenes no tenían en cuenta los alérgicos y la calidad bajó.

Incluso se llegaron a acumular las basuras en la fábrica por los retrasos en los pagos para la recogida. 

Carne en mal estado que se usaba en los preparados / CG

Carne en mal estado que se usaba en los preparados / CG

Carne en mal estado que se usaba en los preparados / CG

Gestión de la plantilla

En cuanto a la gestión del personal, los 34 veteranos de la compañía (contratados por la sociedad Vifit), explican que los trabajadores que llevaron los nuevos propietarios llegaban a dormir en la nave industrial para cumplir con las maratonianas jornadas laborales. Pero nunca se denunció la situación ni otros abusos que vivían, ya que todos eran extranjeros.

Se sospecha que se había urdido un sistema de proceder en el que los empresarios facilitaban contratos que llevaban a la residencia en España a cambio de trabajar con remuneraciones bajas o inexistentes en las cocinas. Aunque, de nuevo, las quejas de sus compañeros nunca se tradujeron en reclamaciones laborales reales. Por miedo, se explica. 

Acumulación de basuras en la puerta de la fábrica / CG

Acumulación de basuras en la puerta de la fábrica / CG

Acumulación de basuras en la puerta de la fábrica / CG

Reclamación de la plantilla

Ahora los trabajadores hacen guardia día y noche en la nave de Mollet del Vallès. Reclaman que se les paguen las nóminas de julio, los 15 días de vacaciones y las horas extra que se les debían, además de la indemnización correspondiente. Aunque temen que deberán esperar a que les toque esperar al Fondo de Garantía Social.

Además, piden que la justicia actúe contra unos empresarios a los que consideran piratas y que aún están en activo en otras compañías. Tarrés cuenta con un negocio de cría y sacrificado de ganado y pollo en Girona, y los trabajadores comentan que tienen constancia de que Poo ha llevado las maquinas a otra empresa del sector de Ripollet (Barcelona) y continúa su actividad allí.