Isabel II, adiós en Balmoral
Muere la reina icono, una monarca que ha lidiado con 15 primeros ministros desde que saludó a Winston Churchill en 1955 en Downing Street
8 septiembre, 2022 23:27La muerte de Isabel II se anunció “antes de anochecer”, como manda el protocolo. No teníamos ninguna duda de su fin desde el momento en que portavoces de la BBC, la voz del Reino Unido, salían con corbata negra mucho antes de anunciar el fallecimiento. Anoche los accesos Buckingham Palace se saturaron de gente; Londres se detuvo en una noche como jamás se había visto. Los taxis negros, los clasicos black caps de la capital británica, se detuvieron en las bocacalles del centro, en señal de luto.
Durante la jornada de ayer se formaron largas colas ante el Castillo de Balmoral, en Escocia; allí yacía muerta Isabel y la gente ama a su reina, aunque a muchos les cuece. El dato resulta relevante a la vista del juramento que hizo en su momento el líder del partido nacionalista escocés, Alex Salmond: “Si en el referéndum, gana la independencia, Escocia nunca dejará de utilizar la libra esterlina; y además, nosotros siempre cumpliremos la voluntad de nuestra reina”. ¿Es otra cosa no? Sí, es una democracia con 400 años de historia.
Bombardeos de la Luftwaffe
Adiós a la reina icono. En Londres llueve como casi siempre y el Támesis muestra su clásico color plomizo. Buckingham Palace suspende el cambio de guardia. Así se puso en marcha la operación Unicornio, el traslado del cuerpo inerme de la soberana, de Escocia a Londres. Fiel a sus principios, “primero el deber” y nunca hemos sabido lo que piensa Isabel II; ella se lo callaba, porque “una reina no tiene ideología”.
Permaneció con sus padres --el rey Jorge y Elizabeth Bowes-Lyon, la reina madre-- en Londres bajo los bombardeos de la Luftwaffe de Hitler, en la Segunda Guerra Mundial, y ella misma se alistó en el cuerpo de voluntarios y condujo vehículos militares. Cuando caían las bombas alemanas, no aceptó refugiarse en un lugar desconocido de la bella campiña británica. Eso cuenta en una gran nación libre. Y está por encima de la tradición mitteleuropa, con una nobleza endogámica desperdigada por el mundo. “Son todos alemanes”, dice un chascarrillo destinado a la nobleza y conocido entre los expertos en casas reales.
Reina por 'accidente'
Durante la infancia de Isabel, reinaba su abuelo Jorge V, pero en 1936 las cosas se precipitaron: en enero murió el monarca y, tras el breve reinado de su hijo mayor Eduardo VIII (tío de Isabel), que abdicó de forma inesperada, el hermano menor se convirtió en el nuevo rey con el nombre de Jorge VI. Ese mismo año, con poco más de 10 años, Isabel se convirtió en Alteza Real, “princesa de York”.
Los países de la Mancomunidad de Naciones, la Commonwealth (Canadá y Australia incluidos), dicen sentir la ausencia de la soberana y sus jefes de estado se suman a las condolencias. Ultramar llora a su reina. Al otro lado del Atlántico, el Capitolio de Washington ha puesto la bandera a media asta y hasta los mausoleos de los padres de la democracia americana lucen hoy flores en homenaje a Isabel, puntal de Occidente. La mirada de Isabel ha tenido tintes planetarios, aunque no siempre aceptables: fue coronada en Kenia, el patio trasero de Lord Mountbatten y, muchos años después, envió su armada a las islas Malvinas del cono sur contra un ejército peronista de soldados descalzos.
Churchill y la reina
El mítico Winston Churchill dijo en una ocasión que, ya de pequeña, la princesa Isabel tenía “un aire de autoridad y reflexividad asombroso en una niña”. El premier británico supo juzgar acertadamente a la que sería una de las monarcas más importantes del Reino Unido. Y por desconocimiento del futuro, se dejó en el tintero el europeísmo de Isabel II, absolutamente partidaria de la UE, pero autosilenciada por un referéndum vergonzoso, el Brexit.
Ha sido la soberana más longeva del país y la que más tiempo ha reinado. A lo largo de sus más de siete décadas de reinado ha visto como varias de las colonias que quedaban en el Imperio Británico se independizaban. Ha vivido algunos de los momentos más tensos de la Corona inglesa, más centrados en la vida privada de sus miembros, en particular, el divorcio de su hijo Carlos y la muerte de la ex esposa de este, Diana de Gales. La ciudadanía dirigió su crítica a la reina, pero Isabel rectificó. Organizó un funeral de Estado para Diana y, al paso del féretro, la reina doblo la cerviz.
Carlos III, el sucesor
Isabel deja el trono a su hijo primogénito, coronado automáticamente como Carlos III; el príncipe Guillermo se convierte ahora en el heredero del trono por línea sucesoria y en príncipe de Gales. La noticia del fallecimiento llega pocas horas después de que la monarca, de 96 años, fuera caminando con la ayuda de un bastón mientras nombraba a la nueva primera ministra británica Liz Truss. El encuentro entre ambas damas tuvo lugar en Balmoral, última morada.
Todo lo que envuelve ahora a la muerte y a la sucesión dinástica recuerda la solemnidad de los tiempos pasados, en los últimos momentos de la reina Victoria y su camada irrepetible de primeros ministros: Melbourne, Peel, Russell, Palmerston, Gladstone, Disraeli y Salisbury. En las últimas 24 horas, hemos visto que la Inglaterra del XIX se perpetúa a través del protocolo. Pero cuando se trata de la corona británica, el pasado se remonta aún mucho más. Ayer, el duque Andrés, el más crispado de los descendientes de Isabel II, irrumpió con impaciencia en el castillo situado en Escocia, donde murió la reina. No en vano, es el descendiente de los York, cuyos ejércitos derrotaron a la Casa de Lancaster, en la célebre guerra de las Dos Rosas en la que se decidió la herencia de los Plantagenet. El linaje británico, con medio milenio a sus espaldas, ha marcado a Inglaterra hasta nuestros días.
15 primeros ministros
Pocos jefes de Estado han contado con la legitimación de la que ha gozado Isabel II. Las despiadadas sátiras de George Bernard Shaw y las afiladas ironías del incisivo Oscar Wilde, en contra de la reina Victoria, fueron sustituidas hace tiempo por los diarios de formato tabloide, la prensa venal que se ocupa de la parodia real y que aglutinó en su momento el consenso del ex premier populista, Boris Johnson. En el estado de ánimo de Isabel II han jugado siempre a una mezcla entre la simpatía por el joven extravagante formado en Oxford y el ordinario insaciable de Downing Street.
La reina ha lidiado con 15 primeros ministros desde que saludó a Winston Churchill en 1955, cuando la monarca recién nombrada acudió al 10 de Downing Street, junto a su esposo. Volvió a la residencia del primer ministro para conocer a Harold Macmillan. Fue en 1964 cuando recibió los honores de Alec Douglas y apenas un año después fue el turno de Harold Wilson, en Buckingham Palace. Con Edward Heat, la reina celebró la entrada de Reino Unido en la entonces Comunidad Económica Europea y poco después departió con Harold Wilson, su maestro en materia de sindicalismo y amigo con el que compartía el buen whisky.
Conoció con curioso desagrado a la líder conservadora Margaret Thacher, con la que finalmente congenió y a la que otorgó un título de honor. Tony Blair comunicó a la reina su intención de formar un gobierno de mayoría absoluta y consiguió que la reina paseara por la calle en Londres para mostrase al público, según las memorias de Alastair Campbell, el spin doctor del primer ministro laborista. Cinco años más tarde, al agotarse su Tercera Vía de Blair dio la alternativa al laborista Gordon Brown --la inflación y el desempleo más bajos de la historia-- al que le siguió el conservador David Cameron, liberal de gran aplomo, tras cuya dimisión le siguió en el cargo Theresa May, hasta llegar, en 2019, a la etapa recién clausurada de Boris Johnson.
Año de su jubileo
Isabel muere justamente en el año de su jubileo de platino en el trono, después de haber enterrado a su esposo, el duque de Edimburgo, y de haber estado ausente en la ceremonia inaugural del año legislativo, en el Parlamento de Westminster. A lo largo de la tarde de ayer, Inglaterra activó la operación London Bridge is down (El puente de Londres ha caído), el protocolo para que el país le diera el último adiós la soberana.
Hoy empiezan tres días de luto. El ya rey, Carlos III, inicia un viaje a las cuatro naciones: Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte.