Mezcla de turistas y 'sintecho' en la puerta del Hospital de Campaña Santa Anna / CG

Mezcla de turistas y 'sintecho' en la puerta del Hospital de Campaña Santa Anna / CG

Vida

El hospital de campaña para los 'sintecho' junto a Plaza Cataluña

El centro del Sagrat Cor de Barcelona colabora con esta iniciativa social y atiende a las personas que viven en la calle sin acceso completo al sistema público

1 julio, 2019 00:00

Plaza Cataluña es el centro neurálgico de Barcelona. Un punto de encuentro muy transitado por turistas y autóctonos; uno de los iconos con los que se identifica a la Ciudad Condal. Cerca de este lugar, a muy pocos metros y casi escondida, se encuentra una pequeña parroquia que se ha convertido en lugar de peregrinaje para los sintecho y los menores extranjeros no acompañados (MENA): El Hospital de Campaña de Santa Anna

Esta instalación abre durante el día y se gestiona íntegramente por voluntarios. Eso sí, bajo la supervisión de la religiosa italiana Anna Cuomo, bajo la tutela de monseñor Peio, para cumplir con la "Iglesia de los Pobres" que "predica" el Papa Francisco: "Acoger, escuchar, proteger y empujar". Un lugar en que "pueden estar" y en el que encuentran cobijo: "Los invisibles, los rechazados de la sociedad, los perdidos en una quimera". 

Buena voluntad

Atienden a las personas como pueden. La religiosa explica la dureza de este trabajo: "Dar sosiego es el día a día. Empiezan a salir de su situación y vuelven a caer, un día te dicen que quieren empezar de nuevo y al siguiente, de la presión que sienten, se desaniman y vienen completamente drogados".

Espacio habilitado dentro del templo de Santa Anna para que los sintecho y los MENA puedan descansar y cobijarse / CG

Espacio habilitado dentro del templo de Santa Anna para que los sintecho y los MENA puedan descansar y cobijarse / CG

Cuomo revela que los materiales y alimentos que utilizan y reparten proceden de "Cáritas, el Banco de Alimentos y personas de buen corazón con leche, ropa, dulces y pastas". También colaboran panaderías: "Nos dan el pan que les sobra a escondidas y casi metido en bolsas de basura". Eso sí, los voluntarios siempre sirven pequeños tentempiés, nunca comidas como tal, puesto que ninguna de las personas colaboradoras dispone del carné de manipulación de alimentos: "Un poco de café, algunas pastas o algún bocadillo". 

Hospital de voluntarios

Muchos de los que acuden no tienen acceso a la sanidad pública más allá de los servicios de urgencias. Por eso, el Hospital Sagrat Cor les atiende con médicos voluntarios en la misma Parroquia de Santa Anna. Hicieron una primera prueba: en febrero fueron distintos especialistas del centro médico a visitar a los indigentes, cosa que repitieron en junio. Eso sí, cada lunes por la mañana el doctor de medicina interna Jordi Delàs les hace visitas ambulatorias en compañía de una enfermera voluntaria prejubilada. 

El sanitario calcula que "aproximadamente un 65% de los atendidos en febrero no estaba acogido al ICS" y revela que no pueden ir "hasta que su situación se normalice". La realidad es que es necesario, al menos, estar empadronado para poder entrar en el sistema público de salud, hasta entonces solo pueden ser atendidos a través de las urgencias. De hecho, en los dos días de junio con especialistas voluntarios, el médico revela que un centenar de sintecho pasaron por las distintas consultas, que se preparan con material cedido por el hospital en la planta superior claustro del edificio religioso

El doctor Jordi Delàs habla con miembros del equipo de médicos voluntarios que atienden en Santa Anna / CG

El doctor Jordi Delàs habla con miembros del equipo de médicos voluntarios que atienden en Santa Anna / CG

Especialistas

Si algunos de los pacientes tienen afecciones que requieren de cirugía o más pruebas para determinar las causas, sus casos se derivan directamente al Sagrat Cor. Nada tienen que pagar, todo lo cubre la partida de beneficencia de la parte privada de la institución hospitalaria. De la misma forma, si el doctor Delàs detecta en las consultas ordinarias algunas afecciones fuera de estos periodos, también los envía.

Durante el mes de julio, se desplazaron hasta la zona dos enfermeras, tres oftalmólogos, cinco odontólogos, cinco dermatólogos, seis podólogos, siete ginecólogos y ocho especialistas de Salud Mental (psiquiatras y psicólogos). Algunas veces, los especialistas antienden dolencias inimaginables para la mayoría de personas. "Muchos de ellos tienen graves problemas en los pies, algunos incluso llevan años sin cortarse las uñas", explica Delàs.

Dolencias básicas

Muchos acuden por problemas bucales, afirma el odontólogo Carlos Abella: "La calle y el consumo de sustancias desgastan mucho las piezas dentales, aunque he de reconocer que muchos las tenían bastante bien para la situación en la que se encontraban". Ha practicado algunas extracciones dentales y, en los casos que ha sido necesario, les ha proporcionado directamente el tratamiento posterior.

De la misma forma, a los que vienen con problemas de visión se les regalan gafas donadas por trabajadores del centro y clasificadas según la graduación. En el caso de los problemas mentales, el equipo desplazado se dedica a hacer diagnósticos de los pacientes, que introducen en los historiales médicos que el propio hospital abre para ellos. La principal afección es la drogodependencia, sobre todo a las sustancias más baratas como el cannabis o la cola.

Círculo vicioso

En el hospital Santa Anna lamentan que el DGAIA esté desbordado, puesto que muchos de los que se acercan son menores. Son las propias autoridades las que, según denuncia Cuomo, dilatan la recogida. Lo mismo pasa con los Mossos, que hacen "la vista gorda". Explica que su centro se encuentra en una situación alegal, porque han presentado distintos proyectos al consistorio que preside Colau pero todos todos rechazados. Por eso, denuncia el veto del ayuntamiento de Barcelona contra la iniciativa social católica: "La persona que importa es la que tiene hambre, la que tiene problemas. Aquí a nadie se le pregunta si es cristiano, musulmán o ateo". 

"Tienen mucha presión por la situación en la que se encuentran. Las familias de sus países de origen piensan que están ganándose bien la vida, pero muchos están delinquiendo", lamenta la religiosa. Eso sí, en los dos años que lleva el centro en funcionamiento calcula que ha podido sacar de la calle a una docena de personas de un centenar de atendidos: "Un 12% puede parecer poco, pero para nosotros significa mucho y es muy gratificante".