Una clase de baile en Jannah's club, en Marruecos

Una clase de baile en Jannah's club, en Marruecos Jana Pugés

Vida

'Jannah's Club', el oasis de baile de una joven catalana que empodera a las mujeres en un Marruecos en revuelta

La historia de Jana Pugès, fundadora de una escuela de baile en Agadir, se cruza con la 'Gen Z 212', el movimiento juvenil revolucionario que usa las redes para denunciar la desigualdad y la falta de servicios públicos

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La biografía de Jana Pugès (Gavà, 23 años) se erige como una ruptura radical con el "piloto automático" occidental. Esta creadora de contenido catalana ha optado por permutar el confort de Barcelona por Tamraght, un antiguo enclave pesquero en el sur de Marruecos. Allí ha fundado Jannah's Club, un proyecto que funciona como un laboratorio social y un espacio de emancipación para mujeres.

La historia de Jana no es un caso aislado, sino un reflejo del incipiente "éxodo inverso" de jóvenes europeos que, desengañados por el automatismo de la existencia occidental, buscan en el Magreb una vida anclada en el presente continuo, marcada por la autenticidad y la generosidad. Esta narrativa personal se entrelaza con la efervescencia de una Generación Z marroquí que, a través de las redes, desafía las estructuras sociopolíticas del Reino.

Un atardecer en la costa atlántica de Marruecos

Un atardecer en la costa atlántica de Marruecos Jana Pugés

El choque del "saber vivir"

La elección de Marruecos fue impulsada por una filosofía de la inmediatez. Al llegar por primera vez a Marruecos, Jana experimentó un "shock muy fuerte", una epifanía identitaria al observar el ritmo local: "Esta gente sí que sabe lo que es vivir". La joven reconoce la vinculación de esta espontaneidad con la pobreza, pero extrae una lección capital: "Incluso tenemos mucho que aprender [de ellos]".

Una imagen panorámica de la costa de Agadir, en Marruecos

Una imagen panorámica de la costa de Agadir, en Marruecos Jana Pugés

El contraste se manifestó también en la confrontación con los prejuicios europeos, que según Jana son inherentes a su educación. El recibimiento en Tamraght, sin embargo, desmanteló los arquetipos. "Fue como para acabar de corroborar que la gente ha estado tan equivocada. Me iba a la playa, dejaba el móvil en la playa, nadie me ha robado".

Autonomía femenina

Ubicado en Tamraght, un pueblo conocido localmente por sus olas, Jannah's Club nació de la necesidad de "buscarse la vida". Jana explica que, en estas zonas turísticas, el trabajo está reservado al local: "Si eres europeo, tienes que montarte tu negocio... la faena es para la gente local y punto, y lo entiendo". Jana descarta la aspiración a la riqueza, asumiendo un elegido minimalismo material con un alquiler de 200 euros mensuales que le exige una existencia frugal.

Su proyecto es una manifestación de la disidencia generacional, paralela a la de la juventud urbana. Mientras que la 'Gen Z 212' protesta contra un sistema político y económico fallido, Jana protesta con el cuerpo y la vida contra el modelo de vida occidental que produce esa misma frustración.

El club se configura como un "safe space" (espacio seguro) exclusivamente para mujeres, donde estilos como el sexy style se reinterpretan, despojados de la sexualización. El objetivo es la reafirmación de la autoconfianza. "El punto es hacerlas sentir más seguras. Aunque vengas con una chilaba... este no es el tema", precisa, intentando deconstruir una imagen local: "Aquí será sexy una persona que va con una minifalda. Y es como... Qué lástima".

El espejo del 'expat'

El esfuerzo de Jana la distingue categóricamente del perfil de extranjero predominante del que en Barcelona se catalogaría como 'expat', que a menudo persigue la ventaja económica sin la voluntad de asimilación cultural. "Las europeas aquí pagan 500 euros al mes por un apartamento" y, habitualmente, "vienen a hacer dinero" sin molestarse en el aprendizaje lingüístico: "Ni se adaptan ni aprenden la lengua".

"Aquí no hay ninguna europea que esté haciendo el esfuerzo de hablar darija, te lo prometo... Las marroquíes no llegan a tener esa conexión con ellas. Ya el simple hecho de poder hacer bromas en darija hace la conexión".

Jana con dos de sus alumnas de baile

Jana con dos de sus alumnas de baile Jana Pugés

Jana, al contrario, se somete a un régimen de autoexigencia para integrarse a través de la darija (el dialecto local), una actitud que los locales validan: "'Ostras, eres como nosotros', me dicen".

Este esfuerzo de asimilación es el que le permite establecer un nuevo contrato social de respeto mutuo, ilustrado en un gesto sencillo pero significativo. Jana describe cómo respeta la llamada a la oración paralizando la música en sus clases, un gesto de integración que sorprendió a sus alumnas: "Cinco marroquíes se quedaron así como... ¿Cómo puede ser que lo sepas? Y me dijeron... 'eres musulmana'. Y yo les dije... No, pero acojo la cultura".

La disrupción digital, el paralelismo en la crisis

La existencia de Jana se sitúa en el epicentro de la crisis que define a la juventud global: la percepción de un futuro estancado. Si Jana rehúye de la "prisión dorada" de Occidente, la "Gen Z 212" se rebela contra la precariedad impuesta por su propio Estado.

El movimiento marroquí es un eco de una revuelta generacional global en el Sur Global. Organizados a través de plataformas como Discord, y utilizando hashtags y campañas virales, los jóvenes exigen un cambio de prioridades. Como subraya el sociólogo Mehdi Alioua en un análisis publicado por el medio France24, las demandas son un grito contra la falta de oportunidades: "Una vida digna, mejor distribución de riqueza, y sobre todo, sistemas funcionales de educación y sanidad".

Manifestantes levantan carteles durante una protesta organizada por el colectivo autodenominado “GenZ 212” en Rabat, Marruecos, el 18 de octubre de 2025. El grupo protestó para exigir reformas en la sanidad y la educación públicas.

Manifestantes levantan carteles durante una protesta organizada por el colectivo autodenominado “GenZ 212” en Rabat, Marruecos, el 18 de octubre de 2025. El grupo protestó para exigir reformas en la sanidad y la educación públicas. EFE/EPA/JALAL MORCHIDI

Los amigos de la joven de Gavà confirman el dilema de la juventud urbana, atrapada entre el deseo de cambio y la supervivencia. Un joven de Casablanca articula la dificultad intrínseca de la protesta: "Aquí los jóvenes no saben cómo protestar, porque si no trabajan, no comerán".

La crítica se dirige al gasto público suntuario, como las inversiones en estadios para el Mundial 2030, mientras los servicios básicos colapsan. Otro conocido de la bailarina, este de la capital, explica la desilusión a este digital: "Muchos jóvenes que iniciaron el movimiento sienten una profunda decepción" al ver la protesta desvirtuada por la violencia. El descontento juvenil se manifiesta en Marruecos con la denuncia política, y en Jana, con el rechazo vital.

La búsqueda incesante del 'Jannah'

Jana ha encontrado en la generosidad local el mayor activo de su nueva vida. El legado que Marruecos dejará en ella es la ética de la generosidad incondicional: "Dar sin esperar nada a cambio".

A pesar de la temporalidad de su contrato de alquiler y de la necesidad ineludible de retornar a Barcelona para financiar su siguiente etapa, Jana ha encontrado en un Marruecos revolucionado la libertad esencial: "Aquí tenéis la buena vida. Aquí sabéis vivir".