Juan Viso, el dueño del quiosco del Born, en el corazón de Barcelona

Juan Viso, el dueño del quiosco del Born, en el corazón de Barcelona GALA ESPÍN Barcelona

Vida

Juan Viso dice adiós al Quiosco del Born tras 44 años: "Es como si fuera el psicólogo del barrio"

El quiosquero se retira después de cuatro décadas al frente del negocio familiar en un momento en el que se intenta revitalizar la venta con la diversificación de productos en el escaparate

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El padre de Juan le pidió que ayudara en el negocio familiar cuando era un joven que trabajaba en el ayuntamiento. Lo que empezó como un apoyo de los fines de semana devino en que se hiciera cargo del Quiosco del Born en 1982 y, ahora, con 44 años de servicio a sus espaldas, ha decidido colgar las botas, ya que ha llegado su momento: la jubilación.

Todo tiene un inicio, concretamente, en el año 66. Sus padres, Isidoro Viso Blanco y Juana Pérez Ramos, venidos de Andalucía, se hicieron un hueco en el corazón de la ciudad. Primero, adquirieron un quiosco en la Rambla y, con el tiempo, consiguieron la licencia municipal para la explotación del Born. "En el 68 ya fue oficial", recuerda su hijo. A partir de aquel instante, toda la progenie pasó por delante del mostrador para atender a los paseantes que se paraban a comprar los diarios, las chucherías o un agua para seguir su camino.

Entonces, dejó su trabajo para proseguir con la saga familiar. "Es como si fuéramos el psicólogo de la gente", ríe, a sabiendas de las historias que ha escuchado en este rincón de la plaza que desemboca en el Passeig del Born. Aprovecha y, antes de que se le olvide, corre a sacar las fotos de una carpeta azul que guarda como un tesoro, y muestra a su familia saludando a la cámara. Junto a los retratos, está la licencia municipal del 66, frágil, cuando todo comenzó.

Juan Viso muestra una foto en la que se encuentran sus padres, Isidoro y Juana, junto a sus hermanas, en el Quiosco del Born, en Barcelona

Juan Viso muestra una foto en la que se encuentran sus padres, Isidoro y Juana, junto a sus hermanas, en el Quiosco del Born, en Barcelona GALA ESPÍN Barcelona

Las ventas de antaño

El Born, estampa mítica de la ciudad que se erige sobre el pasado romano, pasó de tener tráfico a estar peatonalizado, cambió el producto fresco del mercado por el patrimonio que hoy guarda su museo. De las modificaciones del paisaje del barrio de la Ribera fue testigo directo Juan, que se iba hasta la plaza Palacio en su coche y tenía que tirar los asientos para adelante para que cupieran todos los periódicos que se vendían por las calles.

"Lo cargaba como si fuera una furgoneta hasta arriba, porque no cabían los paquetes, y los sábados y domingos llegábamos a vender sobre unos 1.500 diarios, ¡y mira el paquetillo de hoy!", mientras señala hoy la ristra de papel, con El Diari de Girona, El País, El Periódico, La Razón, La Vanguardia, y, al otro lado, las revistas de moda, muebles y cotilleos que entretienen a los lectores de la capital catalana. "Lo que más me gusta es el trato con la gente, que va variando mucho en el día a día", dice sobre esa energía que le caracteriza y revitaliza cada mañana.

El saludo de los vecinos

La sonrisa de Juan es discreta, tímida, pero abierta. Acoge a los clientes y, en su memoria, hay un punto clave para la historia de la metrópoli: los Juegos Olímpicos del 92. "Durante las Olimpiadas, el barrio creció mucho y se llenó de gente bohemia que leía bastante", recuerda, aunque lanza un dardo rápido, "me gustaría que los jóvenes leyeran más", dice apuntando al móvil de quien le entrevista.

La tecnología también ha hecho mella en su carrera, y se ha adaptado al datáfono, a las transacciones digitales, aunque él es "de la antigua escuela". ¿A qué se refiere? Sus principales ventas son diarios y revistas, a pesar de los cambios experimentados en los quioscos. De hecho, están obligados a que el 51% de la superficie esté dedicada a la exposición de publicaciones periódicas, mientras que el 49% restante se puede destinar a productos turísticos, como recuerdos o similares. Las licencias municipales de estos establecimientos --excepto los 11 de la Rambla-- tienen vigencia hasta el 2030.

Clientes bajo el toldo del Quiosco del Born, regentado por Juan Viso

Clientes bajo el toldo del Quiosco del Born, regentado por Juan Viso GALA ESPÍN Barcelona

La esencia del barrio

"Con este 51/49 se intenta mantener un poquitín la llama del puesto de venta", resume y, con orgullo, comenta: "Yo me he volcado en mis revistas y diarios, y no me ha ido mal, porque la gente viene de arriba de Barcelona y de por aquí, tranquilamente, a comprar". Se detiene, seguro: "Yo tengo mi público", tras más de 40 años forjando una relación, tanto con el vecino habitual con el que conversa durante las largas horas, como con el visitante ocasional que le da una nueva anécdota.

La irrupción del turismo ha resquebrajado el costumbrismo barcelonés, "en según qué zonas, Barcelona ya no es barrio". ¿Por qué? "No nos conocemos", admite, "hay quien se ha ido, gente mayor o conocidos, otros han fallecido, y, como los alquileres han subido, pues buscan otro sitio que sea un poquitín más barrio". ¿Qué es un barrio? La red de personas, comercios, que definen un sitio de una manera sin igual. ¿Cuál es la esencia del Born?

Ana le guarda un momento el puesto a Juan, sobre todo a primera hora, que aprovecha para recoger y reponer el material con una carretilla o ir rápido al servicio. Se conocen de toda la vida, más o menos desde hace tres décadas, cuando la vecina, que ya tiene 80 años, se mudó al distrito. Se pone un poco nerviosa cuando ve a tanto turista alrededor de los tornos llenos de postales, pero el dueño viene rápido y se hace la compra sin mayor algarabía. La confianza es ciega.

Juan Viso ordena los periódicos en el Quiosco del Born

Juan Viso ordena los periódicos en el Quiosco del Born GALA ESPÍN Barcelona

El lío con la burocracia

Hay dos cuestiones con las que teme lidiar un quiosquero: el mal tiempo y la burocracia de las cuentas. Ante un chaparrón y un fuerte viento, Juan se lleva las manos a la cabeza, temiendo haber perdido todo el día, que estropee su producto o espante al personal y, con respecto a la segunda cuestión, critica la inspección a la que se ven sometidos estos comercios desde el 2020.

"Teóricamente, plego temprano, sobre las cuatro, pero luego me tengo que pasar dos horas en casa poniendo todas las cuentas y preparándolo todo para Hacienda y, luego, mandar el trimestre", resume. Antes, la facturación se hacía de forma directa, por módulos, sin embargo, en la actualidad está obligado a tramitarlo a través de la herramienta de la Agencia Tributaria, Verifactu. "Es una carga que no te aporta nada", señala.

Retiro en septiembre

La fecha exacta de su retirada aún no se conoce, solo anticipa que será en septiembre. "Me he perdido muchas etapas estando aquí, como las graduaciones de mis dos hijas, y todo eso lo quiero recuperar ahora", responde, ilusionado. A sus 63 años, decidió prejubilarse, dado que, siendo autónomo, deberá esperar a la pensión completa a los 67 años, a pesar de haber cotizado más de 40, asegura. "Pero, oye, tengo salud, y quiero una nueva etapa".

Dejará el negocio en manos de una nueva persona que comenzará en los próximos meses. A saber cómo será la bienvenida, ¿quién ocupará su puesto? ¿Cómo lo hará? ¿Qué venderá? ¿Hará nuevas amistades en el barrio? Son preguntas para las que no hay respuesta, pero todavía queda la esperanza del relevo. Más cuando en la ciudad se estima que hay 287 quioscos instalados en la vía pública, 51 menos que en 2018 y otros 25 vacantes.

Esto no es un adiós

Juan sigue atendiendo a los clientes que llegan a la parada. En frente está Armando, un viejo conocido: "¡Desde los 18!", canta en la plaza. Recuerda cuando el quiosco era de madera y estaba en el del Passeig, en mitad del trajín y la rutina circular de los habitantes de la zona. Aquí es donde siempre ha comprado los cromos de la liga de fútbol que colecciona, y menciona con ilusión el álbum especial del 50 aniversario, "estaba Johan Cruyff, Irijoyen, imagínate, o Ronaldinho", jugadores estelares que hacen volar su imaginación.

Pipo, un basset grifón blanco, se entretiene a sus pies. El perro solo deja que él le acaricie la cabeza, al tiempo que rememora tiempos pasados: "Antes no había tanto alquiler turístico, pero tuve que poner doble vidrio en los balcones para dormir por la noche". Hace referencia al alto coste de vida, incluso evoca el caso extremo de las caravanas que sirven de refugio habitacional en Ibiza, donde el acceso a una vivienda es casi imposible, y remata con: "Es muy fuerte que yo me tenga que sentir un privilegiado por tener un piso en propiedad".

"Vendré a tomarme un café"

Esto no es una despedida, solo un hasta luego. La estampa cotidiana continúa su viaje en el tiempo, y los viandantes saludan a Juan cada vez que pasan por la esquina. "Adéu!", "hasta luego", "bon dia!", mientras el quiosquero vende periódicos, revistas, postales, deja una pesa metálica encima de una pila para que no se vuelen, y los saluda a todos, una vez más.

"Se entristecen porque pierden a un amigo y a una persona que les ha servido durante toda su vida", asiente Juan, pero sigue con alegría: "¡Bueno! Ellos piensan que se va a perder esa amistad, pero vamos, que yo vendré igualmente a tomarme un café por aquí. El barri es el barri". Seguirá leyendo los diarios en esta nueva etapa que se le antoja brillante, totalmente nueva, en la que aún queda tanto por descubrir.

Juan Viso, dueño del Quiosco del Born, coge unos periódicos que luego venderá a los clientes de la zona

Juan Viso, dueño del Quiosco del Born, coge unos periódicos que luego venderá a los clientes de la zona GALA ESPÍN Barcelona