Algunas de las trabajadoras sexuales de la calle d'En Robador del Raval de Barcelona

Algunas de las trabajadoras sexuales de la calle d'En Robador del Raval de Barcelona Simón Sánchez

Vida

Los vecinos del Raval se plantan contra los puteros: “Que les llegue la multa a casa”

Tras años de presión, el Ayuntamiento de Barcelona ultima una ordenanza municipal para endurecer las sanciones a los hombres que consumen prostitución en las calles de Ciutat Vella 

Contenido relacionado: El Govern incorpora la abolición de la prostitución en su nuevo plan de Igualdad

Publicada

Noticias relacionadas

Por fin, algo se mueve en Ciutat Vella. Tras años de denuncias, protestas y promesas vacías, el Ayuntamiento de Barcelona ha comenzado a escuchar las voces de los vecinos que desde hace más de un lustro exigen una respuesta clara frente a la prostitución callejera en el Raval.

El mensaje es rotundo: basta ya de mirar hacia otro lado. Las asociaciones del barrio exigen que se deje de criminalizar a las mujeres —muchas de ellas víctimas de trata, coerción o pobreza extrema— y que se empiece a perseguir a los verdaderos responsables: los hombres que consumen sexo de pago.

Las calles d'En Robador o Picalquers, a cualquier hora del día, son un escaparate del mercado sexual callejero que desde hace años convierte esta zona de Barcelona en destino frecuente del llamado turismo sexual. Mujeres sentadas en sillas de plástico, esperando en los portales a plena luz del día.

La mayoría son extranjeras: rumanas, senegalesas o latinoamericanas. Y no se esconden, porque no tienen por qué hacerlo. Todo el mundo sabe por qué están ahí, y quién va a buscarlas. Sin embargo, pocos de esos hombres han sido sancionados.

“Esto con Colau habría sido impensable”

Ahora, con el socialista Jaume Collboni al frente del consistorio, el clima parece cambiar. Desde hace meses, representantes del ayuntamiento, asociaciones de vecinos y colectivos como el sindicato OTRAS —que defiende los derechos de las trabajadoras sexuales— se sientan a negociar los detalles de una nueva ordenanza.

Una normativa que ya permite multar a los puteros desde 2023, pero que hasta ahora no se ha aplicado con contundencia.

Imagen de la calle d'En Robador, en el Raval de Barcelona, donde se ve a varias trabajadoras sexuales en la vía pública

Imagen de la calle d'En Robador, en el Raval de Barcelona, donde se ve a varias trabajadoras sexuales en la vía pública Google Maps

“Nos han dicho desde el ayuntamiento que este año sin falta”, afirma Iván Ribera, presidente de la Asociación de Vecinos del Raval Sud que vive en la misma calle Robador, y ha participado en todas las negociaciones.

Que las multas lleguen a casa

Ribera reconoce que el proceso ha sido tenso, especialmente por las diferencias de enfoque con el sindicato OTRAS, que defiende la prostitución como trabajo digno. “Para nosotros, prostitución es sinónimo de explotación y sabemos, de primera mano, que muchas de las chicas están ahí por coacción o porque creen que no tienen otra salida”, apunta.

Desde el vecindario lo tienen claro: no se trata solo de multas, sino de mandar un mensaje social. “Queremos que las sanciones sean lo más altas que permita la ley, pero también que se apliquen de verdad. Y que les lleguen a casa. Porque nadie quiere verse señalado como putero.”

Dos agentes de la Guardia Urbana, patrullando por Las Ramblas

Dos agentes de la Guardia Urbana, patrullando por Las Ramblas EUROPA PRESS

Barcelona, ¿camino a ser ciudad abolicionista?

Para la abogada feminista Núria González, presidenta de la asociación L’ESCOLA y miembro de CATAB (Cataluña Abolicionista), este posible cambio representa un hito. “En 2018, con Ada Colau, esto habría sido impensable. Hoy, por fin, se empieza a hablar de que Barcelona pueda ser una ciudad abolicionista. Solo falta que, finalmente, se atrevan”, celebra.

Para González, no hay término medio: “En pleno siglo XXI, todo el mundo sabe que la prostitución es violencia. Sexual, física y económica”.

Recuerda que ya hay precedentes en municipios como Gavà o Castelldefels, donde las multas a los clientes de prostitución han tenido un efecto disuasorio real. E insiste en que ocultar el problema trasladando a las mujeres a pisos privados no soluciona nada. “El problema no se soluciona escondiéndolas, sino eliminando la demanda”, insiste.

Imagen de archivo de una manifestación abolicionista en Barcelona

Imagen de archivo de una manifestación abolicionista en Barcelona EFE/ Quique García

¿Quién es el putero?

Al preguntar por el perfil de quienes pagan por sexo en las calles del Raval, la respuesta es inmediata: no hay un único perfil. “Vemos de todo: turistas, jóvenes, vecinos, inmigrantes, empresarios, drogadictos…”, describe Ribera.

González va más allá: “Todo hombre que crea que puede tener derecho sobre el cuerpo de una mujer por 15, 20 o 50 euros es un putero. Y los puteros no pueden estar en sociedad”.

Un dato que resuena con fuerza es el siguiente: uno de cada cuatro hombres admite haber pagado por sexo alguna vez. Y esos son solo los que lo reconocen. “Imaginemos cuántos más habrá que lo esconden”, apunta la abogada. Por eso insiste en la necesidad de señalarlos. Literalmente. "Que se sientan observados, rechazados, excluidos".

“No podemos tener calles como las que tenemos”

El Raval está cansado. Cansado de que las noches y los días sean un ir y venir de hombres que compran cuerpos. Cansado de que las mujeres más vulnerables sean mercancía. Cansado de que Barcelona sea, para muchos, una parada en la ruta del turismo sexual

“Lo que pedimos no es nuevo. Ya se ha hecho en otros sitios. Queremos lo básico: calles dignas. Y que el violador no quede impune”, concluye González. La unión entre vecinos y asociaciones feministas espera que la nueva ordenanza entre en vigor en los próximos meses. Y, si se aplica con firmeza, que marque un antes y un después en una ciudad que, por fin, empieza a mirar de frente a su cara más oscura.

Esta misma semana se conmemoró el Día Internacional contra la Trata de Personas, un delito que sigue presente —y a menudo impune— en las mismas calles del Raval. Para muchas de las mujeres que ejercen la prostitución en la vía pública, esta lucha no es un concepto abstracto: es su día a día. La trata, la explotación y la desigualdad no se esconden. Están ahí, sentadas en una silla, esperando. 

Ahora parece que el ayuntamiento ha dicho basta.