Ramon Bassas, director general de Afers Religiosos de la Generalitat de Catalunya

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Ramon Bassas (Afers Religiosos): "Los jóvenes han retomado el catolicismo sin las connotaciones que le habíamos puesto"

Defiende el trabajo de esta dirección general para "prevenir cuestiones relativas a la convivencia", puesto que, lamenta, "hay el estigma de que la diversidad genera controversia"

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Ramon Bassas i Segura, nacido en Mataró en 1968, fue nombrado director general de la cartera de Afers Religiosos de la Generalitat de Cataluña, que depende del Departament de Justícia, en septiembre de 2024. Desde entonces, su objetivo, al servicio de la ciudadanía, ha sido el de "garantizar el derecho fundamental a la libertad religiosa para los que creen y, también, para los que no creen".

Así lo ha expresado en una conversación con Crónica Global, en la que ha defendido la relevancia del trabajo de esta dirección general también a la hora de "prevenir cuestiones relativas a la convivencia", puesto que, lamenta, todavía hoy "hay el estigma de que la diversidad, en general, genera controversia" y que, concretamente, la religiosa, "al ser más íntima, más profunda", puede facilitar "caer en el fundamentalismo".

Antes de ocupar este cargo, Bassas fue miembro del consejo de redacción del medio Catalunya Religió durante 15 años y colaborador en la revista Valors durante más de 20, además de jefe de comunicación de la editorial Fragmenta. En su vertiente política, fue concejal de distintas áreas en el Ayuntamiento de Mataró entre los años 1991 y 2011 por el PSC.

¿El catolicismo está de moda?
La gente necesita relacionarse con su yo más íntimo y profundo. La especialidad cultural que tenemos para ello se llama "religión", es decir, los relatos, prácticas y cosmogonías que intentan poner un criterio sobre estas cuestiones. Estamos viendo un repunte de la adscripción religiosa entre los más jóvenes, de 16 a 20 años, por muchas razones: unas tienen que ver con la inmigración y otras con lo que yo llamo “una relación posmoderna con lo religioso”, algunas partes, no todas, de la herencia religiosa son vistas como algo atractivo.
¿Qué quiere decir?
En mi generación, todo esto de adoración nocturna, por ejemplo, era algo visto como muy antiguo, que ahora haya jóvenes que la practican puede resultar un poco chocante, pero se hace porque ya no tiene la connotación que le dimos. Una de las ventajas de que la transmisión religiosa sea débil, es que se puede retomar sin la connotación negativa que se le había puesto.
Algunos jóvenes están encarando su fe de una manera muy ferviente.
El mundo católico lleva muchos años de mili, ha visto de todo y ha visto comportamientos sectarios: sabe cómo actuar en contra. También ha visto gente que se queda solamente en la piedad y por eso hay Cáritas y otros proyectos, para convertirla en una acción positiva hacia el conjunto. Tengo una cierta confianza en que las confesiones religiosas que tienen una cierta historia sepan gobernar también el exceso de pasión. Con todas las cosas, los jóvenes, cuando se apasionan, pueden pasarse de rosca, o pueden toparse con alguien que quiera utilizar todo eso en su beneficio.
También hay un repunte de la xenofobia ligada a la religión, ¿cómo hay que abordar el auge de los discursos de odio?
Es imposible erradicar de los seres humanos las posibilidades del mal de no considerar al otro como alter, una alteridad que hay que conocer, sino como un alien del que desprenderse. Hay gente que nos cae muy bien y gente que nos cae fatal, y a veces eso es por motivos de grupo; esto es así y es muy difícil construir un ser humano sin eso, aunque a veces se pretende. Otra cosa es cómo nos relacionamos con el mundo y, si somos conscientes de que tenemos estas limitaciones, al menos que nos dé un poco de vergüenza. La actuación contra los discursos de odio no pasa por intentar cambiar a las personas, sino la forma que tenemos de relacionarnos y, para empezar, estas maneras de ver al otro; pero esto es un poco más complejo y la intervención de la Administración es más difícil.
¿Cómo se cambia esta manera de ver al otro?
Hay que ser duro. Del mismo modo que creo que hay que ser comprensivo con los seres humanos, que somos moralmente ambiguos, hay que ser contundente, desde el punto de vista político, contra quien quiere aprovechar esta ambigüedad de lo humano para reforzar sus peores caras y sus peores posibilidades. La gente que utiliza el odio contra el que es minoría quiere ensanchar esos prejuicios para generar miedo, porque el miedo paraliza y los proyectos políticos que son autoritarios necesitan que la gente tenga miedo y que esté paralizada para que no les cuestione las cosas.
Los musulmanes se están llevando gran parte de ese odio
En este contexto, la extrema derecha tiene la necesidad de afirmarse a través de los peligros que genera la alteridad de la comunidad musulmana, que es completamente inocente y que tiene todo el derecho de ejercer su religión; con esto no digo que no haya hechos de algunas personas que reivindican el islam de una manera absolutamente deleznable que ayuden a generar algunas ideas. Pero hace 50 años eran los judíos y, en otros ámbitos, son los catalanes o las mujeres; la cuestión es encontrar siempre alguien cuya amenaza te distraiga de lo que está intentando hacer con tu miedo, que es imponer un determinado proyecto político. Eso es muy fuerte, pero no moralmente porque sea feo, sino porque hemos visto, en la historia, cómo acaba esto, y acaba muy mal. Hay que poner sobre la mesa cuál es la consecuencia de ir por este camino: siempre lleva al desastre.
Hay dos partidos en el Parlament que dicen que el islam es incompatible con Europa y cada vez tienen más apoyo social.
Hay que estar contra eso y, al mismo tiempo, hay que trabajar para que la sociedad, que es mayoritariamente contraria a eso, mantenga este consenso respecto a la diversidad. Solamente hay que darles un poco la razón para que se crezcan, para que a gente que duda, en vez de estar a tu lado, se ponga del suyo; por lo tanto, hay que estar contra este discurso de forma clara.
¿La radicalización de jóvenes musulmanes es un problema real, hoy, en Cataluña?
Es un problema que existe, pero no es mayoritario ni mucho menos. En algunos ámbitos, generalmente fuera de las mezquitas, se detecta alguna cuestión de radicalización que, además, si no lo paramos, también retroalimenta los discursos de odio. Es verdad que, desde los atentados del 17A, los Mossos d’Esquadra y el conjunto de fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado han establecido unas estrategias de prevención que han logrado que, por ejemplo, en la última detención que ha habido de un eximan que estaba intentando radicalizar a unos jóvenes, la denuncia vino de la propia comunidad islámica.
La propia comunidad está implicada en la erradicación del islamismo.
Son los primeros interesados en que, en sus comunidades, no existan este tipo de problemas; son sus hijos los que, sin tener mucha formación religiosa, se echan ahí como podrían echarse a cualquier otro sitio por problemas que no tienen que ver con la religión.
Una de las confesiones religiosas que más han crecido en Cataluña es el evangelismo, el cual se ha vinculado, en América Latina, con el auge de la extrema derecha. ¿Les preocupa?
También Lula da Silva, que es de izquierdas, tiene en su candidatura iglesias pentecostales. La cuestión es que tienen menos manías que otras religiones a vincularse a proyectos políticos y eso, en Europa, nos genera un poco de rechazo como sociedad porque creemos que este tipo de vinculaciones no son buenas. Sin embargo, las encuestas dicen que hay la misma pluralidad política en todas las confesiones.
Por nuestra parte, hay que garantizar que esta pluralidad exista y que estas vinculaciones sean las mínimas posibles.