En una calle desierta de Santa Coloma de Gramanet (Barcelona), cuando los relojes todavía no marcaban siquiera las cinco y media de la madrugada, dos furgonetas, aparentemente de mudanzas, permanecían estacionadas con las luces de su interior encendidas. El silencio se había adueñado del bullicio del día y la sintonía del alba solo se alteraba con el ruido de algún vehículo solitario. Las pocas miradas curiosas de la calle se centraban en averiguar qué o quién se ocultaba en ambos vehículos.
Sin embargo, aquellas dos viejas furgonetas con las luces encendidas no escondían muebles y enseres domésticos. En su interior, media docena de agentes del Grupo de Operaciones Especiales (GOES) del Cuerpo Nacional de Policía (CNP) se habían desplazado desde Bilbao a Barcelona para ejecutar un operativo policial sin precedentes.
Tráfico de marihuana y de seres humanos
En este escenario, los GOES, ataviados con sus uniformes negros, cascos y chalecos antibalas, ajustaban sus equipos mientras recibían las últimas instrucciones del Inspector M.G., jefe del grupo 1 de la Unidad contra las Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales (UCRIF) de Barcelona. La persona que estaba al mando del dispositivo y del grueso de las diligencias policiales que se habían practicado hasta el momento: escuchas, vigilancias, seguimientos...
Entre todos estaban perfilando los últimos detalles de un macrooperativo destinado a desmantelar una organización criminal albanesa dedicada al tráfico de marihuana y a la trata de seres humanos con la finalidad de cometer otras actividades delictivas. Es decir, captaban a compatriotas a quienes engañaban para que cuidaran, protegieran y explotaran las plantaciones ilegales.
Tras un año y medio de investigación, el dispositivo contra esta red criminal estaba listo para ejecutarse. A medida que el reloj avanzaba hacia las seis de la mañana, la calle oscura era testigo de cómo los agentes de la unidad de élite se desplegaban silenciosamente, afinando los últimos detalles. En pocos minutos, el inspector Gómez iba a dar luz verde para iniciar con la decena de entradas y registros que estaban previstas por toda la provincia de Barcelona. Primera parada: un piso próximo al hotel Ibis de Santa Coloma.
Una cúpula con antecedentes
Dicha parada tenía un gran valor, y es que el primer objetivo era la vivienda de los dos matones de confianza de la cúpula del entramado. Una organización con lazos familiares, liderada por un hombre albanés, conocido por haber cumplido una pena de siete años en Albania por favorecer la inmigración ilegal, fletando pateras con inmigrantes hacia Italia. Su segundo al mando, su propio hijo, seguía sus pasos en la jerarquía criminal.
Con precisión quirúrgica, los GOES irrumpieron en el piso y detuvieron a los dos individuos. Uno de ellos intentó escapar, pero fue rápidamente reducido por los agentes, sin que tuviese tiempo de alejarse un par de metros. Dentro del piso encontraron munición, un claro indicio del potencial violento de los detenidos.
La detención del líder
Minutos después, cuando el sol comenzaba a asomarse, los agentes de élite, junto al inspector de UCRIF, se desplazaron hasta la segunda parada del dispositivo: la casa del líder de la organización, ubicada en la calle Arnau d’Om de Barcelona.
Al llegar, y a pesar de que los GOES desordenaron todo su hogar, el líder del entramado criminal no se sorprendió ante la irrupción de los agentes. Más bien, una mueca irónica se dibujaba en su rostro. En algunos momentos, incluso, hizo bromas, sin mostrar preocupación alguna por las consecuencias de su detención.
El operativo avanzaba con precisión, y la ciudad, aún adormecida, no era consciente del golpe certero que la policía estaba asestando a una de las redes criminales más peligrosas de la región.
"¡¡¡Policía, baje el arma!!!"
El operativo policial siguió su curso y la comitiva se desplazó hasta Cerdanyola del Vallès (Barcelona). El Inspector M.G. despidió a los GOES y dio la bienvenida a los agentes de la Unidad de Intervención Policial (UIP), quienes fueron los encargados de llevar a cabo la siguiente entrada y registro. Los antidisturbios tuvieron que saltar la valla de entrada a la vivienda y, pocos segundos después, un hombre les sorprendió desde una de las ventanas de la segunda planta, exhibiendo un arma corta.
La estupefacción de toda la comitiva policial ante la irrupción de este individuo obligó a tomar medidas de seguridad extremas. Todas las pistolas de los agentes apuntaron al unísono en la misma dirección, mientras los gritos de quienes lideraban esa entrada pedían sin cesar que el hombre bajara el arma. Finalmente, cuando los agentes pudieron reducir a este individuo, también de origen albanés, encontraron en el interior de la casa una pequeña plantación de marihuana.
La cueva de marihuana
El dispositivo policial se trasladó a continuación hasta Sant Iscle de Vallalta, en la comarca del Maresme. Cuatro furgones de la UIP y hasta media docena de coches del Grupo 1 de UCRIF se adentraron en una recóndita montaña de la región. El objetivo: una casa a cuatro vientos situada en un lugar aislado. Los agentes antidisturbios perimetraron la zona y accedieron al inmueble, pero no encontraron absolutamente a nadie.
La frustración del inspector era palpable. Hasta 48 horas antes, las vigilancias y los seguimientos les habían permitido constatar que en esa casa se encontraba una de las principales plantaciones de la organización. Sin embargo, el inspector no se quiso dar por vencido.
Caminando por la montaña durante cinco minutos, los investigadores de UCRIF, finalmente, encontraron lo que parecía una caseta hecha a mano en medio de la nada, camuflada entre árboles y matojos. La estructura rudimentaria albergaba a un hombre que, nervioso y sin hablar español, huyó de los agentes montaña abajo. Ni los drones pudieron localizar a este individuo, que sigue en paradero desconocido.
Los agentes registraron minuciosamente todo el terreno, percatándose de que la organización criminal había construido una cueva debajo de las raíces de los árboles, donde se escondía una macro plantación de marihuana con más de 1.000 plantas. La operación, a pesar de las dificultades, reveló la ingeniosa y oculta infraestructura de la red criminal, demostrando una vez más la complejidad y el alcance de estas organizaciones dedicadas al cultivo ilegal de marihuana.
Dos personas liberadas
Mientras parte de los agentes del grupo 1 de UCRIF descubrían la cueva de marihuana, el resto de efectivos fueron desarrollando, de forma simultánea, otros registros por toda la provincia de Barcelona. Tras más de un año y medio de investigación, finalmente, los agentes habían conseguido encajar todas las piezas del puzle para poder identificar y detener a los líderes del entramado. Una investigación que arrancó tras desmantelar a otra organización similar y que ha constado de dos fases.
En la primera, ejecutada en febrero de 2023, los agentes pudieron liberar a dos ciudadanos albaneses que habían sido engañados y trasladados a Cataluña para malvivir, explotados, protegiendo una plantación de marihuana. Bajo amenaza y sin ver la luz del sol durante meses, estos individuos eran obligados a permanecer 24/7 en el interior de las naves donde se cultivaba la droga.
El incansable trabajo de este grupo de investigadores no solo ha permitido liberar a dos víctimas, sino que ha finalizado con la desarticulación de este clan criminal, con la detención de 28 personas, entre los líderes, los matones, testaferros y jardineros.
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