Cada verano, Barcelona se convierte en el escenario de una alarmante oleada de robos de relojes de lujo. Los turistas desprevenidos y los barceloneses de mayor nivel adquisitivo se convierten en las víctimas perfectas para los conocidos relojeros: unos delincuentes que han encontrado en esta actividad delictiva un buen filón lucrativo que les aporta suculentos beneficios económicos.
Este fenómeno, sin embargo, no es nuevo y tiene raíces en una práctica criminal que popularizaron, hace años, los napolitanos. Estas bandas, altamente organizadas y con vínculos con la Camorra, perfeccionaron el arte del robo de relojes, convirtiéndolo en un negocio más rentable. Sus métodos sofisticados y su capacidad para operar con precisión quirúrgica hicieron que esta tipología delictiva se extendiera y fuera imitada por otros delincuentes.
Han surgido imitadores más violentos
Así, con el paso de los años y la clara demostración de los beneficios económicos que generaba, surgieron numerosos imitadores. Estos oportunistas, muchos de ellos ladrones multirreincidentes con engrosados historiales de antecedentes, se han sumado a esta tendencia criminal en Barcelona. No obstante, a diferencia de los napolitanos, que operaban con destreza y discreción, estos nuevos actores suelen emplear métodos más bruscos y violentos para llevar a cabo sus fechorías.
Mientras que los primeros, y en general todos aquellos que provienen del crimen organizado internacional, diseñan sus asaltos para actuar de la forma más efectiva posible, tratando de hacerse con el objeto en cuestión de una manera muy limpia; los segundos se lanzan a la improvisación, protagonizando robos mucho más desorganizados y, por ende, agresivos.
En este sentido, esta misma semana, en una conferencia celebrada en el Círculo Ecuestre de Barcelona, el abogado penalista Emilio Zegrí Boada aseguraba que a la Ciudad Condal llegan remesas de relojeros, principalmente de Italia, pero también de Rumanía y Argelia. Por eso, el letrado señaló ante sus oyentes que, contra estos delincuentes, "es fundamental que se traslade el mensaje de que, en caso de instalarse en Cataluña, no habrá impunidad ni respuesta leve como una multa o la salida en libertad provisional".
Baterías de tres o cuatro ladrones
Sin embargo, existe un denominador común entre todos ellos: y es que de forma habitual actúan en grupo y raramente un relojero atacará a una víctima en solitario. En este sentido, el subinspector del grupo Titani, la unidad de los Mossos d'Esquadra especializada en perseguir esta tipología delictiva, explica que lo más habitual es que la persona que comete la acción del robo lo haga a pie, mientras los cómplices lo esperan en las inmediaciones: normalmente, subidos a una motocicleta, patinete eléctrico o turismo.
No obstante, matiza, es importante tener claro que la acción delictiva empieza, normalmente, mucho antes: “sobre todo si nos referimos a organizaciones criminales expertas, existe el rol de aquel que se dedica a buscar la víctima idónea, el que comete el tirón, el que espera para garantizar una huida limpia e, incluso, otros miembros de apoyo que entrarán en acción si el robo se complica”, explica el subinspector.
Además, estos delincuentes no dudan en usar la fuerza para lograr su objetivo, generando un clima de inseguridad y preocupación entre los visitantes y los residentes locales.
El Turó Park en la diana
Aunque el laberinto de callejuelas que conforman el centro de la ciudad es el escenario de actuación por excelencia de estos grupos criminales, en especial por la afluencia de turistas, lo cierto es que estas baterías se han empezado a mover por otras zonas de la capital catalana, donde saben que también podrán encontrar víctimas potenciales.
Se trata de ubicaciones próximas al Turó Park, en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi. Donde, a propósito, el pasado mes de febrero se vivió una escena hasta ahora inaudita en la historia criminal de Barcelona: un hombre armado con un arma de fuego irrumpió en un restaurante de dicho emplazamiento y amenazó a Pepe Oriola, piloto de la escudería Ferrari, para que le entregara el Rolex que lucía en aquel momento. Este individuo todavía no ha sido detenido.
De este modo, las autoridades se encuentran en una constante batalla para frenar esta ola delictiva, que acecha la ciudad, especialmente en los meses de verano. Sin embargo, la naturaleza lucrativa del negocio y la sofisticación de las redes criminales hacen que el desafío sea inmenso. Mientras tanto, Barcelona sigue lidiando con esta sombra que empaña su reputación como uno de los destinos turísticos más populares y vibrantes del mundo.
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