Las grandes ciudades poco a poco pierden personalidad. Las principales firmas de moda y locales de restauración son siempre los mismos allí donde uno viaja. Barcelona no es una excepción. Encontrar un lugar único y autóctono en el centro es casi encontrar una aguja como un pajar.
Desde hace meses, por no decir años, los locales “de toda la vida” han ido desapareciendo. Primero fue a cuentagotas, ahora cada vez sucede con mayor asiduidad. Una de las últimas en cerrar fue la tienda que la zapatería Casas tenía en Las Ramblas. Pero los lugares de restauración también sufren.
Unos se quedan, otros se van
Si el café Zúrich parece resistir en la esquina la calle Pelayo con Plaza Cataluña, hay otros que ya ven perdida su continuidad. No muy lejos de allí, en el barrio de Sant Antoni, una de estas zonas revitalizadas de la ciudad, la gentrificación causa estragos.
La reforma del mercado, la peatonalización de algunas de sus calles (las famosas Superilles) y la rehabilitación de algunos servicios han revalorizado la zona y atraído nuevos negocios de restauración. Problema: los antiguos negocios padecen y los alquileres suben.
La Bodega Gol
Ante este panorama, uno de los bares más típicos del barrio ha cerrado sus puertas hace relativamente poco. La emblemática Bodega Gol, famosa por sus platos de callos, capipota y fricandós, mantiene allí sus puertas con los cristales pintados, pero las luces más cerradas que abiertas.
Este referente de la gastronomía situado en la calle Parlament de Barcelona, conocido por su tradición culinaria, ha generado preocupación entre los residentes del barrio. ¿Una nueva desaparición? Sí, no hay duda.
En venta desde hace meses
Aunque ahora luce con las persianas abiertas y los dos barriles de cerveza lucen en la fachada para dar la bienvenida a los clientes, parece tener los días contados. Desde septiembre de 2023, sus dueños han puesto la bodega en venta.
Todo pende de un hilo. Sus dueños resisten, por eso. Sólo que ya no quieren ni pueden seguir. Eso sí, tienen claro que no lo van a hacer a cualquier precio. Además de guardar el espíritu de una época, el Gol también tiene sus principios.
Qué sucede con el bar
Con una ubicación privilegiada y una sólida reputación gastronómica, este bar siempre ha sido un referente por su proximidad. Sus tapas, bocadillos y cañas siempre se han servido con una cara sonriente, sea el cliente del barrio o un extranjero con ganas de vivir una experiencia típica. Por eso, no quieren que nada de eso se pierda.
Esto les ha llevado a ser claros: no hay una fecha exacta de cierre. Sólo saben que se va a cerrar pero con unas condiciones. Tal vez por eso, la transacción esté demorando tanto tiempo en concretarse. Aunque eso no tiene por qué ser malo.
Condiciones a su adiós
Entre las condiciones para el traspaso se encuentra el compromiso de mantener la bodega, lo que limita el número de potenciales compradores. A pesar del interés existente, la búsqueda se ha vuelto un proceso meticuloso para asegurar que el próximo propietario comprenda y respete la historia y la esencia de este establecimiento, fundado en 1943.
En la oferta que han puesto en un conocido portal inmobiliario, lo dicen claro. El negocio funciona y disfruta de una “alta facturación”. Tal y como indica la publicación especializada Hule y Mantel, “un ticket medio de entre 20 y 30 euros, la cantidad de cafés y cervezas que se sirven” y una ubicación ideal en un barrio de moda, garantizan el éxito.
Cuánto cuesta
Por el traspaso del negocio piden 140.000 euros; por el alquiler, el precio asciende a 2.300 euros al mes. La zona se ha revalorizado y eso garantiza una buena clientela siempre que se mantenga la esencia del lugar.
El medio citado asevera que el local cuenta con licencia C3 —la de un restaurante con servicio completo— espacio para 60 comensales e incluso terraza. Los dueños tampoco van a molestar mucho, van a mudarse a Galicia, pero quieren que la bodega caiga en buenas manos. Tal vez por eso tardan más en conseguir el traspaso.
Un signo de los tiempos, un símbolo de una época
Los lugareños lamentan la posible pérdida de un lugar que forma parte del tejido histórico y cultural del barrio, y esperan que su legado perdure en manos de alguien que valore su tradición y autenticidad. Los propietarios quieren darles garantías de que no cualquiera se va a hacer con el bar.
La Bodega Gol respira todavía esa esencia de establecimiento histórico, no en vano, abrió sus puertas en 1943 y, desde entonces, no se ha detenido. La familia que lo regenta se ha dejado la piel para, desde entonces, ganarse y mantener a una clientela fiel. Con platos sencillos, cercanos y de gran calidad se han hecho un lugar en los corazones de muchos vecinos. Éstos, ahora, temen el momento en que les tocará decirles adiós.