Imagen de la manifestació del 25N en contra de las violencias machistas en Barcelona / DAVID ZORRAKINO - EUROPA PRESS

Imagen de la manifestació del 25N en contra de las violencias machistas en Barcelona / DAVID ZORRAKINO - EUROPA PRESS

Vida

Una víctima de violencia machista en Barcelona se queda sin protección porque su agresor se cambió el sexo en el Registro Civil

Esther (nombre ficticio) hace años que vive encerrada bajo candado en una pequeña habitación de Barcelona. Convive con su agresor, pero ella nunca ha sido considerada una víctima a ojos de la justicia 

3 marzo, 2024 00:00

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El 23 de febrero de 2018 se registró en el Congreso de los Diputados la antesala de lo que hoy conocemos como Ley trans. Dicha proposición preveía, entre otros aspectos, la libertad para que las personas mayores de 16 años que así lo deseasen, pudieran cambiar su nombre y sexo en el Registro Civil sin la necesidad de un informe médico o psicológico previo. José Luis (nombre ficticio), un vecino de Barcelona, se acogió años después a esta jurisprudencia y cambió en secreto su nombre por el de Amanda, así como su sexo registral en todos los documentos oficiales.

José Luis, que realizó todos los trámites al margen de su entorno, nunca ha estado dispuesto a someterse a ninguna operación de cambio de sexo, ni a tomar inhibidores de testosterona porque así puede mantener, según él mismo, “lo mejor de los dos mundos”. Esther (nombre ficticio), la mujer que hasta 2022 fue su pareja sentimental en el seno de una relación heterosexual, decidió que si iba a tomar esta decisión lo mejor era romper el noviazgo. “Nadie podía obligarla a seguir con él”, explica su abogada, Núria González. Aquí empezó su calvario.

Así vive ahora: encerrada en una habitación con candado

El suplicio de la mujer empezó, según explica la letrada a Crónica Global, en el momento en el que ella se negó taxativamente a mantener relaciones sexuales con quien había sido su pareja. Desde entonces, José Luis empezó a hacerle la vida imposible. “Entra en el baño mientras ella se ducha y le abre la cortina para manosearla. Se mete en su cama diciéndole que va a demostrarle ‘el hombre que aún queda en él’. O, incluso, ha llegado a ponerle la mano encima”, verbaliza la abogada.

Una mujer sujeta las manos de otra

Una mujer sujeta las manos de otra GENERALITAT DE CATALUNYA

Esther lleva dos años viviendo este tipo de violencias prácticamente cada día. Sin embargo, por falta de recursos económicos no puede abandonar la vivienda que comparte con su expareja, ya que ella sólo cobra una pequeña pensión por discapacidad laboral, después de haber sido bordadora toda su vida. Ahora, malvive en una habitación de tres metros cuadrados, encerrada con un candado por miedo a su expareja.

González, que ha podido vivir de cerca la pesadilla que atormenta a Esther, asegura que “José Luis viste de hombre y hace vida de hombre todo el tiempo y sólo se traviste para salir alguna noche”.

Sin protección por violencia machista

El peor episodio se vivió en agosto de 2022. Ese verano, Esther fue agredida físicamente por su expareja y tuvo que ser trasladada al hospital con un parte grave de lesiones.

Los agentes de Mossos d’Esquadra que fueron a su casa a socorrerla le indicaron que debía ir a comisaría para interponer una denuncia por violencia de género. Sin embargo, la sorpresa de Esther llegó cuando el mismo agente que la había sacado de casa, llevado al hospital, visto a su expareja e indicado que debía denunciar; le comunicó que no podía tramitar el expediente como un caso de violencia machista porque José Luis registralmente ya había cambiado su sexo.

Los Mossos d'Esquadra efectúan una detención, en una imagen de archivo

Los Mossos d'Esquadra efectúan una detención, en una imagen de archivo MOSSOS D'ESQUADRA

Esther se quedó a cuadros. No daba crédito. A pesar de que conocía la voluntad de José Luis, como su aspecto no se había modificado, la mujer creía que su expareja seguía siendo un hombre. Según explica González, Esther decidió romper la relación por los cambios de actitud de él, sin saber que éste ya había iniciado todos los trámites para proceder al cambio de sexo en el Registro.

Como en el momento de la agresión José Luis ya constaba como Amanda, los Mossos no pudieron otorgarle a Esther la protección propia de las víctimas de violencia machista.

Un clarísimo fraude de ley 

La denuncia se tuvo que tramitar como un caso de violencia intrafamiliar, es decir, como si fuera una pelea entre hermanos, y no como una agresión machista. Ello acarreó que Esther no pudiera recibir protección, ni que le concedieran la orden de alejamiento que solicitó. Es más, tampoco recibió asistencia jurídica y tuvo que ser ella quien tuvo que buscarse una abogada a contrarreloj, entre otros motivos, porque su expareja no la dejaba entrar en la casa.

Núria González, abogada especialista en violencia machista, denuncia que se trata de un “clarísimo fraude de ley”. “Eso quiere decir que se utiliza una ley para obtener un resultado distinto al que la ley prevé”. En este caso, matiza, “se estaría utilizando la posibilidad del cambio de sexo registral para intentar eludir una penalidad mayor de los delitos cometidos por quien realiza el cambio”. Es decir, por José Luis.

Esther, en el banquillo

Desde la primera denuncia, Esther y Amanda se han acusado mutuamente de lesiones y vejaciones y son constantes las idas y venidas que protagonizan en los juzgados. De hecho, Amanda ha denunciado a su expareja en múltiples ocasiones. La mayoría de las veces sin recorrido por falta de consistencia.

Esther no puede más. De hecho, este miércoles 28 de febrero se celebró el último juicio. Esta vez, Amanda se querelló contra la actual pareja de Esther. "Amanda se pasea desnuda por casa (sigue sin someterse a ninguna operación), insulta a Esther y a su pareja por hacer vida en la misma vivienda y se encara con ellos, amenazándolos que, si los denuncia, les caerá un buen puro gracias a la nueva ley trans", manifiesta Núria González. 

Ahora el último juicio ha quedado visto para sentencia, pero Esther sigue teniendo que vivir encerrada porque, a ojos de la justicia, ella no es la víctima.