La alarma social por los pinchazos en discotecas: “No hay ni un solo caso constatado”
Los Mossos d'Esquadra investigan 58 denuncias de mujeres que aseguran haber sufrido una agresión de este tipo en el entorno del ocio nocturno
28 agosto, 2022 00:00Hasta el día de hoy los Mossos d’Esquadra han recogido a lo largo del territorio catalán 58 denuncias por pinchazos en el entorno del ocio nocturno, según los últimos datos ofrecidos por el Departament d’Interior. Pero, ¿se trata realmente de un nuevo método de sumisión química?
“Estamos investigando aproximadamente 60 episodios”, confirman fuentes policiales, “pero no existe constancia, en ninguno de los casos, de sumisión química ni de la presencia de sustancias en los análisis realizados a las víctimas”, aclaran. Llama la atención que tampoco se hayan recuperado inyecciones en ninguno de los registros practicados en las inmediaciones de las discotecas.
Una alarma injustificada
“No hay ni un solo caso constatado. No se ha producido la sumisión química en ni uno solo”, asegura Xavier Ferrer, Doctor en Psicología y director del Máster en Drogodependencias de la Universitat de Barcelona (UB), que denuncia que la alarma social generada en torno a los misteriosos pinchazos carece de cualquier base justificada.
El experto asegura que pinchar a alguien en una discoteca “no es tan fácil”, dado que para inocular un líquido en el organismo el agresor requeriría de varios segundos, un tiempo suficiente como para que la víctima lo advirtiera. Ferrer atribuye las causas de estos pinchazos a múltiples factores: a picaduras de insectos --como se demostró en el caso denunciado por una joven en León--, a agresiones por parte de jóvenes que, tras haber ingerido alcohol o “porque se comportan como cretinos”, pinchan con un elemento punzante a las jóvenes para asustarlas. También, explica el experto, puede deberse a la autosugestión derivado de la histeria colectiva.
Un delito de lesiones
Fuentes policiales consultadas admiten desconocer la motivación de los agresores que llegan a pinchar a las víctimas aunque sin inocularles ninguna sustancia. Cabe resaltar que los casos en los que efectivamente las víctimas hayan recibido un pinchazo --con un alfiler o un elemento similar-- son denunciables dado que se trata de un delito de lesiones.
En la misma línea fuentes del Hospital Clínic de Barcelona, uno de los centros que prestó atención médica a algunas de las víctimas, apuntan a que “aunque los pacientes referían haber recibido un pinchazo, los análisis no revelaron ninguna sustancia”.
Muy improbable
“¿Puede haber sucedido alguna vez? Seguro. Pero la alarma social que ha generado no está justificada”, insiste el experto en drogodependencia Xavier Ferrer. “¿Puede caerte una cornisa mientras paseas por Passeig de Gracia? Puede, y sucedió en una ocasión en la que, lamentablemente, falleció una persona. Pero ese episodio no justifica que dejemos de salir a la calle”, ejemplifica, alegando que las probabilidades de sufrir una sumisión química por un pinchazo, o la transmisión de una enfermedad, es muy baja.
En la mayoría de los casos, expresa el experto, nos encontramos ante el conocido como “efecto nocebo”, inducido por la campaña mediática surgida en torno a la que parece ser una leyenda urbana. Ferrer explica que, igual que un grupo de personas a las que se les administra azúcar durante el estudio experimental de un fármaco llega a sentir una notoria mejoría en su salud--el conocido como efecto placebo-- sucede también a la inversa. “Si crees que alguien te ha pinchado en una pierna puedes llegar a sentirte mal. Son efectos negativos inexistentes pero que la persona realmente experimenta”, aclara. Sucede, por ejemplo, cuando alguien no desea tomar un determinado medicamento y, por consiguiente, el fármaco le produce todo tipo de dolencias, pero que cuando se administra sin que el paciente lo sepa desaparecen estos efectos.
Pinchazos no, alcohol
Por otro lado, el Doctor en Psicología destaca que la mayoría de episodios de sumisión química son “oportunistas” y las sustancias utilizadas son más comunes de lo que tendemos a creer. “No suele efectuarse de manera deliberada, como se tiende a creer, suministrando burundanga u otra sustancia similar a la víctima”, sino con la ingesta de alcohol. “Los casos de sumisión química son aquellos en los que, por ejemplo, alguien observa que su pareja sexual --o un desconocido-- ha bebido más de la cuenta y se aprovecha”.
Como explicó Núria Sanvicens, responsable del Área de Química y Drogas del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses, la presencia de burundanga es “anecdótica”, en comparación a otras sustancias más habituales como el alcohol o el cannabis. De hecho, en el 40% de las muestras de casos de sumisión química que reciben en el Instituto la droga detectada es el alcohol. “No siempre la joven la recibe de forma involuntaria. Se dan casos en los que, tras un consumo voluntario, los agresores se aprovechan de su estado de vulnerabilidad para agredirla sexualmente”, expresa.