Las mociones de censura cruzadas –una, de la Reagrupación Francesa (la extrema derecha de Marine Le Pen), y la otra del Nuevo Frente Popular (las extremas izquierdas)– que se debatieron ayer en el Parlamento francés y que tumbaron el Gobierno de Michel Barnier llevan días haciendo correr ríos de tinta en la prensa europea.
El presidente Macron está decidido a nombrar otro primer ministro –ya baraja varios nombres— que podría ser tan volátil como Barnier, pero es un tipo perseverante y no está dispuesto a renunciar a la presidencia “hasta el último instante” de su mandato, hizo saber ayer.
Sobre esta tormenta política francesa y sus posibles consecuencias resumimos aquí las observaciones del prestigioso Frankfurter Allgemeine Zeitung y de Le Nouvel Observateur; pero, antes, una sugestiva nota de La Stampa sobre los posibles motivos personales de Le Pen para su moción en comandita contranatura con los izquierdosos:
"Marine Le Pen está acusada de desviar fondos del Parlamento Europeo y se enfrenta a una sentencia de cárcel de cinco años, y otros cinco de prohibición de ocupar un cargo público. La sentencia se espera para abril y podría impedirle presentarse a las elecciones presidenciales de 2027".
"Al provocar una crisis parlamentaria e impedir la formación de un nuevo Gobierno quizá espere provocar una crisis política (el presidente Emmanuel Macron no puede disolver el Parlamento antes de junio del próximo año), reclamar la renuncia del actual jefe de Estado y provocar unas elecciones presidenciales en los próximos meses".
Niklas Záboji explicaba ayer en el Frankfurter Allegemeine Zeitung los motivos de la caída del Gobierno: "La disolución del Parlamento en junio no logró la estabilidad política interna que el presidente Macron esperaba. La lucha por el inevitable presupuesto de austeridad ha demostrado que ocurrió lo contrario. La Asamblea Nacional está más fragmentada que nunca, y el Gobierno de Barnier ha estado en constante peligro de ser derrocado desde el primer día debido a la falta de mayoría. Ahora ha llegado el momento".
"El bloque de izquierda y los populistas de derecha liderados por Marine Le Pen, unidos en su rechazo a los planes presupuestarios, emitirán un voto de censura contra Barnier este miércoles. La consolidación (de la economía) es secundaria, a pesar del estado desastroso de las finanzas públicas francesas. El hecho de que Barnier propusiera una combinación fundamentalmente razonable y consensuada de recortes de gastos y aumentos de impuestos es irrelevante".
"Nadie sabe realmente qué vendrá después. ¿Otro Gobierno minoritario? Difícilmente tendría una vida más larga. ¿Un Gobierno tecnocrático al estilo italiano? También solo podría permanecer en el cargo mientras Le Pen y los partidos de izquierda, que se están radicalizando alarmantemente, lo permitan. ¿Otra disolución del Parlamento? Según la Constitución, esto solo sería posible a principios del verano".
"Una cosa está clara: la presión sobre el presidente, ya históricamente impopular, aumentará aún más para que renuncie. Sin embargo, no es responsable de todos los males de su país. Más bien, toda la élite política debe preguntarse si es consciente de la gravedad de la situación".
"Francia tiene la mayor deuda de Europa, y debe ahorrar para preservar el margen de maniobra presupuestario y no perder la confianza ya dañada de las agencias de calificación y los mercados de bonos. No faltan avisos. Y también está claro: Francia, tambaleante, tendrá aún menos capacidad de acción en los próximos meses de lo que ya tiene. Esto es malo para Europa, que debería tener otras preocupaciones en vista de los desafíos geopolíticos actuales".
El profesor de Derecho Público Jean-Philippe Derosier explica en Le Nouvel Observateur que la maniobra política de Marine Le Pen podría ser sólo una victoria a corto plazo:
"Señalemos simplemente que Marine Le Pen y sus aliados tienen poco que ganar y mucho que perder al aliarse con la izquierda para votar la moción de censura".
"(…) será la segunda moción de censura de la historia de la V República y la primera desde hacía más de 60 años, ya que la anterior se aprobó el 5 de octubre de 1962, contra el Gobierno de Georges Pompidou".
"La situación era muy diferente entonces, ya que la disolución podía pronunciarse inmediatamente y, llamado a las urnas, el electorado confirmó su apoyo al general De Gaulle y al Gobierno, permitiendo que el mismo Pompidou volviera a ser nombrado a su frente".
"Hoy, al haberse declarado ya el 9 de junio y haber dado lugar a elecciones el 30 de junio y el 7 de julio, no es posible una disolución en el año siguiente a estas elecciones: no puede haber, por tanto, disolución antes del 8 de julio".
La extrema derecha seguiría ganando con el rechazo –probable– del presupuesto al que se opone, a pesar de las concesiones y victorias que ha obtenido. Pero, en realidad, ganaría poco más...
En cambio, tiene mucho que perder.
En primer lugar, esta moción de censura sólo podía imponerse a costa de una alianza con el conjunto de la izquierda. Además, la izquierda ha estado bien aconsejada: no queriendo mezclar sus votos con los de la extrema derecha, ha incluido en el texto de su moción de censura elementos que Le Pen y sus aliados difícilmente podrán apoyar, sobre la inmigración y el cuestionamiento de la ayuda médica estatal.
En cualquier caso, la extrema derecha tendrá que justificar su apoyo, cuyo único objetivo es hacer caer al Gobierno y rechazar el presupuesto, a pesar de los avances que ha realizado. Sobre todo, la situación financiera y política del país hace difícil permitirse el lujo de una nueva crisis, de la que serían responsables todos los que la crearon. Más allá de una victoria inmediata en la caída del Gobierno, la derrota sería dura para los franceses, incluidos los votantes de extrema derecha.
Además, si bien la dimisión del primer ministro tras una moción de censura es una obligación constitucional, nada impide el nombramiento inmediato (de su sucesor). Como mínimo, Michel Barnier permanecerá en el cargo hasta que se nombre a su sucesor, gestionando así los asuntos corrientes, y ya vimos este verano con Gabriel Attal que ese periodo puede ser largo.
En diciembre, gestionar la actualidad significa adoptar un presupuesto para 2025, aunque sólo sea mediante una ley especial para prorrogar los créditos votados para este año (2024). Sin embargo, esta prórroga significaría un presupuesto aún menos acorde con las exigencias de la extrema derecha que el negociado con ellos. Por tanto, perderá mucho.
Además, el nombramiento de un nuevo primer ministro y de un nuevo Gobierno hará perder sin duda mucha influencia al partido de Marine Le Pen. Todo el mundo sabe que, hoy por hoy (es decir: por ayer), ella tiene (tenía) el futuro del Gobierno en sus manos, ya que este sólo puede mantenerse con su aquiescencia.
Y sabe sacarle partido, subiendo la apuesta. Si mañana hubiera que nombrar un nuevo Gobierno, ya sea con una nueva "base común" (sin duda más a la izquierda) o "técnica", su influencia sería mucho menor, si no reducida a cero.
Algunos sugieren que el presidente de la República podría dimitir, desencadenando unas elecciones presidenciales anticipadas. Marine Le Pen tendría tanto más motivo para hacerlo cuanto que se enfrenta al límite del 31 de marzo, fecha de la sentencia que podría declararla inelegible, con ejecución provisional (y por tanto inmediata).
Esto para olvidar que nadie puede obligar al presidente a dimitir, aparte de la posibilidad de un impeachment, tan improbable que puede descartarse. Sin embargo, es muy dudoso que se resigne a ello, al menos en esta fase, aunque sólo sea porque el plazo del 31 de marzo está en la mente de todos, incluida la suya.
Por consiguiente, el voto de esta moción de censura no tendría prácticamente ningún impacto en la situación política actual: Barnier seguiría en su puesto, gestionando los asuntos corrientes, la Asamblea Nacional seguiría igual de fracturada, a falta de toda posibilidad de disolución, y el presidente permanecería en el Elíseo, sin duda incluso volviendo al centro de la escena porque le correspondería a él resolver la crisis. Sin un nuevo presupuesto, Francia se vería obligada a seguir con el actual, que no satisface a nadie.
Nada que ganar y mucho que perder: tal es el balance coste-beneficio del voto de censura de la extrema derecha, con los votos de la izquierda.