Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, durante su comparecencia pública / CG

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, durante su comparecencia pública / CG

Política

Las preguntas del CIS dejan a Tezanos y a Sánchez en el alambre ‘democrático’

La necesidad de dominar el relato frente a la pandemia y con la fuerte oposición del PP, lleva al CIS y al Gobierno a comprometer libertades, según los expertos

20 abril, 2020 00:00

Ganar el relato. De nuevo ese es el objetivo. Vencer al Covid-19, tomar medidas que puedan paliar la difícil situación para millones de españoles, y, en especial, para los contagiados por el virus. Es la misión del Gobierno español. Pero también hacer ver que la gestión es la correcta, y que puede liderar el relato político en los próximos meses y años. Sin embargo, ¿se puede dejar el presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, algunas plumas democráticas en el intento? Las preguntas del CIS, con un barómetro sorpresivo la pasada semana dejan, según los expertos, tanto a su responsable José Félix Tezanos como al propio Sánchez, en el alambre democrático.

La clave en ese CIS, que preguntaba por todas las cuestiones, también el sentido del voto, es la pregunta número 6, que hace referencia a la libertad informativa: “¿Cree Ud. Que en estos momentos habría que prohibir la difusión de bulos e informaciones engañosas y poco fundamentadas por las redes y los medios de comunicación social, remitiendo toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales, o cree que hay que mantener libertad total para la difusión de noticias e informaciones?”

José Félix Tezanos, presidente del CIS / EFE

José Félix Tezanos, presidente del CIS / EFE

"Legitimación torticera"

La abogada del estado y secretaria general de la fundación Hay derecho, Elisa de la Nuez, considera que el CIS, como un organismo del Estado, que se considera central para mantener la confianza en las instituciones, ha dado un paso en falso con una pregunta que, a su juicio, no le corresponde. “Bajo mi punto de vista, Tezanos con su uso partidista y sectario de las encuestas del CIS está deslegitimando la institución y el buen trabajo realizado durante lustros por sus técnicos. Es un ejemplo extremo de cómo la politización de las instituciones (en Cataluña hay bastantes casos más, por cierto) las desacredita y las convierte en juguetes rotos en manos del partido de turno perdiendo su neutralidad y objetividad. Todo esto con el dinero del contribuyente, claro. De esto de nuevo en Cataluña saben mucho”, señala De la Nuez.

Pero, ¿qué supone en concreto la pregunta? “Parece claro que la intención es buscar una legitimación torticera en la opinión pública de las acciones que se puedan emprender para limitar la libertad de expresión, en línea con lo manifestado por Pablo Iglesias o por el Ministerio del Interior. Habrá que estar muy atentos a que ésta anunciada deriva totalitaria no se concrete en nada, porque está claro que la tentación de controlar el relato --ya que la realidad lo es bastante menos-- está ahí, o por lo menos está en la intención de algunas personas del Gobierno, lo que es peligrosísimo para la democracia”, añade de la Nuez.

Intereses coyunturales del Gobierno

Controlar el relato, por tanto, aunque en la práctica lo que pretende el CIS no tenga un efecto real. El hecho es que las propias respuestas son contradictorias con la polémica suscitada: hasta un 66,7% responde que sí, que habría que prohibir todos los bulos sobre la pandemia, y buscar sólo fuentes oficiales. ¿Pero quién determina qué son bulos?

El profesor de Ciencia Política, Manuel Arias Maldonado, autor de La democracia sentimental, especialista en el análisis de los nuevos relatos en momentos de gran complejidad para las democracias liberales, también señala que el CIS ha dado un paso excesivo y peligroso: “La conducta errática del CIS desde el nombramiento de Tezanos compromete la debida neutralidad de la institución, cuya trayectoria ideal era la de una mayor despolitización y no lo contrario. Pasar a hacer sondeos de voto mensuales ya mostró una decidida voluntad de intervenir en la vida pública de manera regular; y preguntas como la número 6 de este sondeo sugieren un alineamiento con los intereses coyunturales del gobierno que sería deseable revertir. No parece, en cambio, que podamos esperarlo”. Es decir, ¿es ya el CIS una herramienta del gobierno de coalición que preside Sánchez, y que necesita para poder gestionar la endemoniada situación sanitaria, política y económica?

Carga ideológica

El politólogo Pablo Simón, experto en demoscopia, señala que el propio lenguaje de las preguntas predispone a las respuestas y que, posteriormente, éstas las aprovecha el Gobierno a través de las redes sociales, complicando todavía más lo que se le exige al CIS: una institución neutral de Estado. “La pregunta tiene poca economía de lenguaje, es decir es larga y enrevesada, incorpora sesgos, y con carga ideológica y, de hecho, las respuestas no incorporan toda la gradiente de alternativas posibles”.

Desde la vertiente técnica, el CIS ha variado la elaboración de la encuesta, forzado por la pandemia, y la imposibilidad de realizar las encuestas de forma personal: “La composición de la muestra, los porcentajes de población elegidos para la encuesta de cada mes, debería ser parecida a la anterior para poder comparar, pero no ha sido así”.

¿Apoyo al encierro?

Ha habido otras cuestiones, como los mensajes posteriores en las redes sociales por parte del PSOE, destacando que el 97,3% de los ciudadanos apoyan las medidas que ha adoptado el Gobierno. Simón cree que es un nuevo error: “Me parece que el tuit –sobre ese apoyo del 97,3%-- es un error, intelectualmente un desacierto, porque el apoyo es amplio y no se discute, pero hay otros factores. Primero, porque el dato llega a partir de una encuesta defectuosa, y luego porque si analizas cada una de las preguntas, se ve que los apoyos disminuyen, por ejemplo el que hace referencia a las medidas para no salir de casa, que se respalda, pero con un 60%”.

Todo el conjunto de cuestiones se considera, por los expertos consultados, como un error, que no beneficia al CIS, ni al Gobierno, y que erosiona un organismo público que debería ser una de las columnas de un estado democrático.