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Política

La sanidad pública en ruinas

Destrucción caótica de la sanidad pública catalana. Freno probable de la privatización del Clínico. Un consejero de Salud desprestigiado que no coordina nada. Vienen dos meses decisivos.

9 octubre, 2013 08:12

Un reputado médico, con carné de CDC en el bolsillo, me dice "la Consejería de Salud está peor que el Titanic horas antes de hundirse. Boi Ruiz no se capaz de coordinar nada. Sus colaboradores directos están desconcertados. Sólo recorta de manera compulsiva. El verdadero consejero de Salud es Mas-Colell, que tiene una visión meramente contable. Quieren arrasar la sanidad pública y hacerlo sin que se sepa, cosa imposible. Vamos directos al colapso total".

La próxima semana el consejero Ruiz tiene que presentar en el Parlamento autonómico el informe de actividad sanitaria de los seis primeros meses de 2013, cosa que hará con un retraso inédito. Están al caer las conclusiones de la poco brillante comisión parlamentaria de sanidad. El jueves hay un cerco -digamos que una gran sardana- al Hospital Clínico. La ex consejera Marina Geli y ahora diputada autonómica del PSC ha presentado en el Parlamento autonómico unos datos escalofriantes sobre el número de suicidios, ahora superior al de muertos por accidentes de tráfico. Etcétera.

El tema paradigmático del Clínico

Todas las fuentes consultadas destacan, como escándalo inmediato, que la Consejería y el director general del Hospital Clínico, Josep Piqué, querían privatizar la gestión de este centro público por antonomasia. Creían que lo lograrían en pocas semanas, saltándose toda la legislación administrativa y sin meter dinero. Ahora el proyecto ha entrado, al menos temporalmente, en un compás de espera.

Los optimistas creen que aquella locura está liquidada. Personalmente, tengo dudas, atendida la maldad de los protagonistas, ERC incluida. Prefiero aquello del trigo en el saco, muy atado. Se tiene que enterrar lo que incomprensiblemente se consideró que sería un hito que se podría lucir, por parte de la Generalidad. Pero antes hace falta un funeral, no frases que permitan confusión.

Meses atrás era más fácil escribir sobre el destrozo del sistema sanitario catalán. Ahora es complicadísimo porque todo se ha convertido en un embrollo multiforme. Resulta más fácil criticar, por ejemplo, la política sanitaria del Gobierno autonómico de la Comunidad de Madrid o la del Estado, porque tienen un rumbo, ciertamente de recortes y privatista, pero un rumbo. No lo aplaudo para nada, entre otras cosas porque en tiempos de crisis no se puede cambiar de modelo sanitario. Pero todo resulta peor en Cataluña puesto que se hace olvidando de donde se parte y sobre todo donde se quiere llegar, despreciando un marco jurídico que, por suerte, depende del Estado. Si la ley de procedimiento administrativo dependiera de Mas, me exiliaba.

Con el Clínico, no solamente no se tiene que hacer lo que querían llevar a cabo, sino que se tiene que precisar que se quiere hacer, en sede parlamentaria, de manera clara, no con la siniestra ley de acompañamiento de los presupuestos.

Lo han probado todo

Desde hace tiempo la política sanitaria de la Generalidad me recuerda el título (irónico) de un programa de la cadena pública francesa Francia Dos. Era "On a tout essayé" ("Lo hemos probado todo"). Está el agravante de que se han movido a tientas, con una obsesiva finalidad recortadora. Así como, por supuesto, teniendo muy presente a amiguetes interesantes, en relación a la financiación de los partidos.

En cambio, lo que no han probado es encontrar y suprimir los grandes pozos de mala gestión sanitaria, con superposición de cargos, rigidez política, conflictos de intereses, y más. Han malgastado y mal gestionado el dinero de todos. ¿Alguien lo duda, todavía?

Sobre Artur Mas pesan ahora los criterios de las aseguradoras, mientras que los de la sanidad concertada -inicialmente dominantes- están desconcertados. Estos últimos creían que todo sería coser y cantar. Pensaban que con la destrucción del Instituto Catalán de la Salud (ICS) sus intereses dominarían mejor el pastel existente. Ven al ICS como algunos pequeños tenderos ven los grandes almacenes. Dijeron que lo pondrían a su servicio, y al de su cajón. Ahora están boquiabiertos.

Los gestores del sector concertado ven que están en el limbo, pudiendo acabar en un infierno de caos. Ahora los que más se aprovechan son grandes grupos aseguradores y holdings sanitarios de todas partes. La palabra caos fue usado irresponsablemente por el inefable Josep Prat. Hoy hay un caos sanitario general, mientras Prat está en el centro de un maremagnum judicial.

Dimisión de un gerente por el caso Innova

El tema Innova ha acabado afectando al gerente de Barcelona y área metropolitana del Servicio Catalán de la Salud, Enric Agustí. Antiguo dirigente del Consorcio Hospitalario de Cataluña, donde tantas malas cosas se cocieron, antiguo gerente del Hospital San Juan de Reus (obra fastuosa, conocida como "el Aeropuerto" y "Enterprise") y también de Sagessa, rama hospitalaria del holding municipal de Innova.

A pesar de que la dimisión de Agustí era esperada desde hace días, no se ha designado un sustituto. El cargo ha pasado a estar acumulado por el director general del servicio, el inefable Josep M. Padrosa. Tiene mucho sentido: nadie quiere embarcarse en un barco que se hunde.

Hay mil razones para creer que la destrucción deliberada y sin norte de la sanidad pública es el talón de Aquiles de CDC, respecto a su constante y creciente pérdida de voto. Quien lo tiene claro es ERC, fuerza política nada presente en el mundo sanitario. Cuando aparece alguien de ERC en este terreno, hay que esconder a los niños. Así, la portavoz de ERC en el Parlamento autonómico, Alba Vergés, es de una ignorancia y de una incapacidad que tira para atrás. Por lo tanto, ven la sanidad desde un punto de vista sólo politiquero. No llegan además, y quizás es una suerte. Callados son más bufones.

Aparece ERC en el tema del Clínico

Aun así, ERC entiende que si apoya abiertamente a CiU en sanidad su voto dejará de crecer, para empezar a bajar. Por eso parece que, por ahora, se niega a apoyar la privatización de la gestión del Clínico. Inicialmente la coalición de hecho de CiU y ERC se había comprometido a aprobarla, mediante el uso perverso y abusivo de la ley de acompañamiento del futuro presupuesto. Pero ERC se lo ha repensado, con gran disgusto por parte del director general del Clínico, Josep M. Piqué.

Este acaba de comunicar al personal del centro que toma nota de la resolución del Parlamento autonómico instando a que el Clínico continúe siendo público. Lo presenta banalmente, si bien la procesión va por dentro. Por lo tanto, hay que estar muy atento, atendiendo el carácter simbólico de este hospital.

Nació dirigido preferentemente a clases populares y con un carácter público (es decir, sin tener que pagar) por antonomasia. Por ejemplo, en una visita a Barcelona del entonces presidente del Gobierno José M. Aznar, este optó por hacerse fotografiar, para una portada de un diario, a la entrada arquitectónicamente principal del Clínico. Tenía sentido.

Piqué lo quiere convertir en otra cosa. En el Clínico ya está la muy cara Barnaclínic. Querría que todo el centro fuera una cosa parecida, con camas destinadas a millonarios del Golfo Pérsico, como ya pasa en hospitales de París.

Queda claro que todo cambio del estatuto real del Clínico es una piedra de toque de la destrucción de la sanidad. También está claro que la resolución del Parlamento autonómico no es el alfa y omega del tema. Habrá que continuar estando atento. La docena larga de médicos y gestores del Clínico que ganan más de 100.000 euros al año son capaces de dar muchos golpes de efecto, sobre todo porque algunos miembros de los sindicatos dichos de clase están muy a gusto con Piqué. Todo se sabe.

Sanidad pública y también privada

No se trata de crear un antagonismo reductor entre sanidad pública y privada, por razones ideológicas. Soñar con una sanidad soviética o cubana -las dos pésimas- es una barbaridad. Como lo es el enfrentamiento a muerte entre las dos. Lo supo evitar el primer consejero de Sanidad (entonces se denominaba así) Ramon Espasa, que era del PSUC. Pero también honesto y realista. Después de él, otros abusaron de su buena fe, creando un modelo donde Prat podía ser sólo un caso más.

El problema es que la sanidad es una necesidad básica de la que se nos dijo -y se paga mes a mes- que nos lo cubriría todo, desde la cuna a la tumba. Ellos nos engañaron a todos.

Ahora unos pésimos gestores dicen que aquello ya no puede ser. Lo afirman desde un mundo donde la corrupción, el amiguismo y la financiación oculta de los partidos no son desconocidos. Hubo un engaño y después se ha roto, sin dar ninguna explicación seria, el pacto social básico, que tiene que ver con la vida y la muerte.

Además, Mas designó a Boi Ruiz, un personaje siniestro, irracional y del que cuesta imaginar que tenga algún escrúpulo. Es un impresentable e inculto bocazas. Desde su incultura, afirmó públicamente que "la salud no es un derecho, sino un bien".

Ahora estamos culminando la crónica de una muerte anunciada. De aquí a Navidad se verá todo y de todo, pero siempre malo. Todos los ciudadanos, y los partidos, si quieren servirles (cosa no siempre clara) tienen que tenerlo en cuenta. No solamente para reducir algún mal (si todavía es posible) sino también para pensar que, un día u otro, necesariamente sin Mas, Ruiz y Mas-Colell, se tendrá que reconstruir una casa común (la sanidad pública) que hoy está en ruinas.