Xavier Trias, Jaume Giró y  Jordi Turull (de izquierda a derecha), referentes de la Convergència clásica, en la Diada / JXCAT

Xavier Trias, Jaume Giró y Jordi Turull (de izquierda a derecha), referentes de la Convergència clásica, en la Diada / JXCAT

Política

Los diez días que hundieron la Convergència clásica

Turull, referente de la militancia contraria a la salida del Govern, paga el “error garrafal” de anunciar una consulta que dio alas al sector duro y sentencia centenares de candidaturas municipales

8 octubre, 2022 00:00

Quienes han asistido al cisma convergente no se ponen de acuerdo sobre el origen de la situación que ha llevado a la militancia a votar dividida en la consulta de ayer. Para algunos, fue la destitución de Laura Borràs como presidenta del Parlament la que precipitó el rearme del sector duro. Para otros, la cuestión de confianza planteada por Junts, que dio lugar a que Pere Aragonès destituyera a Jordi Puigneró. Posiblemente, y como es habitual, la génesis de la última crisis entre los socios se sitúa en algún punto intermedio entre la inhabilitación Borràs y la votación de ayer.

Sobre todo, si se tiene en cuenta que Pere Aragonès ya había decidido remodelar el Govern antes de que el portavoz del sector duro en la Cámara catalana, Albert Batet, planteara esa cuestión de confianza el pasado 27 de septiembre, en el Debate de Política General.

El secretario general de Junts per Catalunya (JxCat), Jordi Turull, partido que realiza este jueves y viernes la consulta sobre la continuidad en el Govern/ JUNTS

El secretario general de Junts per Catalunya (JxCat), Jordi Turull, partido que realiza este jueves y viernes la consulta sobre la continuidad en el Govern/ JUNTS

A diferencia de otras ocasiones, el presidente catalán no había hecho oídos sordos a las amenazas de Jordi Turull, secretario general de JxCat y líder del sector procedentes de la old CDC, quien en un amago de acallar al núcleo duro de Borràs había lanzado un ultimátum a Esquerra. “Así no podemos seguir”, dijo, en referencia a los escasos avances en el cumplimiento del mandato del 1-O. Esto es, en la consecución de la independencia. Por esas fechas, se celebraba el quinto aniversario del referéndum, precedido de la Diada independentista más dividida de la historia.

Suavizar el tono

Después vinieron las rectificaciones y los intentos de suavizar el tono. No había amenaza de romper, precisó Turull. No había intención de salir del Govern, aseguró, sino de hacer cumplir el pacto de gobierno que permitió a Aragonès ser investido.

Sin embargo, el error garrafal del exconsejero de Presidencia fue anunciar una consulta a la militancia de la que, aseguran fuentes de su entorno, “se arrepintió desde el primer momento”. Es cierto que Turull había ganado a Borràs en las votaciones que se celebraron en el congreso de Junts. Además, más recientemente, volvió a vencer, esta vez con mayor distancia, en una elección de cargos locales. Pero una cosa es consultar a las bases una cuestión orgánica y otra, apelar a algo tan sentimental como gobernar con un rival político, ERC, cuya estrategia frena la implementación de la república catalana.

Los consellers de la Generalitat, elegidos a propuesta de Turull, así como numerosos alcaldes y cargos municipales, expresaron al secretario general su inquietud ante una posible salida del Govern a pocos meses de las elecciones municipales, privando al partido de altavoces institucionales, de influencia territorial y de argumentos para convencer a los cargos de PDECat que todavía dominan las alcaldías no metropolitanas y, sobre todo, la Diputación de Barcelona.

Alianzas municipales

El tiempo dirá si la ruptura de los socios provoca la caída en cadena de alianzas municipales de ERC y Junts. Pero lo cierto es que la militancia ha sentenciado muchas candidaturas, incluida la del Ayuntamiento de Barcelona. Xavier Trias, virtual cabeza de lista con posibilidad de obtener buenos resultados, dejó claro que no quería ruidos, ni rupturas. Que de ello dependía su vuelta a la política municipal. El grupo municipal de Junts también se expresó públicamente en contra de salir del Govern.

Dicho de otra manera, la old Convergència con experiencia de gestión ha luchado hasta el último momento por evitar que la estrategia de confrontación, del “cuanto peor, mejor”, se hiciera fuerte en un partido donde han convivido varias familias sin demasiadas estridencias durante cuatro décadas. Incluida la etapa de refundación en la que CDC pasó a denominarse PDECat para cerrar así una etapa de recortes y casos de corrupción.

El president de la Generalitat, Pere Aragonès, y la expresidenta del Parlament, Laura Borràs / EFE

El president de la Generalitat, Pere Aragonès, y la expresidenta del Parlament, Laura Borràs / EFE

Pero ha sido el proceso independentista el que ha acabado por fracturar CDC. La decisión de Mas de dar cabida a independientes, que se movían entre el activismo y la radicalidad bajo el sello de Junts, supuso el principio del fin de la hegemonía clásica. ERC se impuso por primera vez a Junts en las elecciones autonómicas del 14F desde la restitución de la democracia, lo que relegó a los neoconvergentes a una posición secundaria que obligaba a hacer equilibrios tanto en el terreno de la estrategia ideológica como en la colocación de cargos. De ahí, el tándem formado por Laura Borràs y Jordi Turull al frente del partido.

Los duros quedaron relegados en la composición del nuevo Govern frente a consejeros fieles a la antigua CDC. El único referente institucional de la nueva política neoconvergente era Laura Borràs, suspendida de sus funciones tras ser procesada por supuesta corrupción. Y Carles Puigdemont, que finalmente ha demostrado su capacidad para romper un Ejecutivo desde la distancia con solo un retuit favorable a la salida de la Generalitat.