'Lo que me gusta de Alejandro Fernández', por Andrea Rodés
Me gusta que cuando googleo “Alejandro Fernández” en el ordenador, me aparece su tocayo, un famoso cantante de rancheras mexicano. "No es que me quiera ir / Es que no me sabe estar aquí / Es que no merezco tus desprecios…". Lo he escuchado en bucle mientras escribía este artículo.
Me gusta que sea de Tarragona, donde están los orígenes de mi familia materna, y que sea un enamorado de su ciudad. "Tarragona. Siempre Tarragona", escribe en su cuenta de Instagram junto a una fotografía en la que aparece enfundado en un abrigo azul, con la playa de fondo.
Me gusta que sea un nostálgico del rock. En su Instagram se cuelan fotohomenajes a sus cantantes y bandas favoritos: Mark Lanegan, The Crash, Johnny Cash, John Waits… aunque de vez en cuando el ramalazo nostálgico le sale por otra parte, por ejemplo, al colgar una imagen de uno de los primeros capítulos de Barrio Sésamo, en los que aparece Espinete bailando. "41 años ya desde ese primer Barrio Sésamo... y la nostalgia de una felicidad absoluta", escribe.
Me gusta su sentido del humor. El 21 de julio de 2023, dos días antes de las elecciones generales del 23J, Fernández colgó en su Instagram un póster de cuando Pilar Rahola se presentó como candidata al Congreso por Barcelona (ERC), en los noventa, y escribió debajo: "Si has tenido un mal día no sufras, piensa que podría ser peor...".
Me gusta que con 10 años ya tuviera claro que quería ser político, según explicó en una entrevista con el Diari de Tarragona en mayo de 2017, cuando se presentaba como candidato a alcalde de la ciudad. Fernández recuerda que en su casa seguían intensamente los debates entre Fraga y Felipe González por televisión, y luego se montaban grandes tertulias: "Tenía un padre muy de derechas y de Manuel Fraga, y una madre comunista y de Julio Anguita. Es evidente con quién estaba más de acuerdo...", bromeó en la entrevista sobre sus padres, ambos inmigrantes asturianos.
"Cataluña siempre había sido una tierra de acogida. Toda la mano de obra para el auge industrial catalán vino del resto de España. Reivindicamos la Cataluña donde siempre nos hemos entendido a la perfección y donde nadie te preguntaba de dónde venías porque lo importante era adónde íbamos, todos juntos", dijo en 2021 en una entrevista con el diario La Nueva España. Me gusta lo que dice, pero, sin ganas de sentarse a hablar o de entender a los separatistas, ¿cómo lo va a hacer?
'Lo que no me gusta de Alejandro Fernández', por Joaquín Romero
El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, ha justificado su falta de aprecio por Alejandro Fernández con el argumento de que un buen líder necesita más cualidades que la oratoria. Una forma de sugerir que tiene defectos destacados para él, pero no tanto como para hacerlos públicos.
Todo el mundo sabe que la distancia obedece a otras razones, que en Cataluña los resultados electorales del PP responden más a la política española del partido que a su papel en el ámbito catalán, donde tiene escasa presencia institucional y un eco mediático prácticamente nulo.
Cuando Feijóo y su hombre en Bruselas, Esteban González Pons, le hacían la corte a Junts con elogios que movían a risa, Fernández no pudo más que marcar el perfil de la coherencia. Y eso tiene un precio.
Sin embargo, el adelanto electoral cogió con el paso cambiado a la dirección nacional, que al final no ha podido desplazarlo y ha tenido que tragar. No me gusta en absoluto que alguien permanezca donde no le quieren, encabece la lista electoral de su partido como candidato a la presidencia de la Generalitat y participe en mítines con un jefe al que le une lo mismo que al vecino del entresuelo, que detesta.
Pero, bien pensado, Fernández es un animal político, un tipo que ya quería dedicarse a este negocio a los 10 años, que estudió Ciencias Políticas y que se afilió al PP de José María Aznar en 1994, cuando Feijóo ya calentaba una silla bien remunerada de la Consejería de Agricultura de la Xunta de Galicia.
Quién me dice a mí que el gallego tiene más derechos en el PP que el tarraconense, hijo de asturianos, que pica piedra desde la adolescencia.