El relato independentista ha desaparecido por primera vez en unas elecciones en Cataluña desde que comenzó el procés. Y parece que ERC y Junts per Catalunya (JxCat) no estaban todavía preparadas para ello.
Las pugnas internas han aflorado en forma de discursos alternativos, veto de candidatos y resbalones en los mensajes, constatando así los problemas de liderazgo existentes en dos formaciones, hasta ahora mayoritarias y que el próximo 28 de mayo medirán su músculo. Y también la continuidad de sus actuales cúpulas dirigentes.
Desmarque identitario
En las locales de 2019 todavía se hablaba de la necesidad de que Barcelona se convirtiera en la capital del futuro Estado catalán. ERC ganó con ese discurso, aunque un pacto entre Ada Colau, PSC y Manuel Valls impidiera al independentismo penetrar en una ciudad tan cosmopolita como Barcelona.
En esta ocasión, los republicanos no han logrado remontar en las encuestas, mientras que Junts per Catalunya aguanta gracias al efecto Trias, esto es, en eludir el discurso identitario y esconder las siglas de un partido todavía liderado por dos partidarios de la confrontación como son Laura Borràs y Jordi Turull.
Al igual que Junts, Esquerra también se ha desmarcado del eje identitario para poner el acento en la gestión. Aunque gobernar la Generalitat no ha sido garantía de control territorial. También ha habido ruido de sables dentro de esta formación.
La CUP, a por los comunes
No en vano, Junts y ERC medirán su músculo este domingo y, sobre todo, si todavía pueden ser considerados como partidos mayoritarios en Cataluña, mientras que la CUP, otrora influyente hasta el punto de ser decisivos en las investiduras de los presidentes de la Generalitat, han ofrecido en esta campaña su perfil más antisistema para robar votos a los comunes. Los cupaires, una formación eminentemente municipalista, también ha relegado la soflama secesionista.
Para Junts, esta campaña se ha revelado especialmente compleja. Empezando por su candidatura en Barcelona. Apostó por Xavier Trias, exalcalde y de talante moderado, que ha ocultado las siglas durante estos 15 días. También ha intentado evitar infructuosamente la foto con Laura Borràs, condenada por corrupción y miembro del sector más radical del partido, nostálgico de la unilateralidad secesionista que defendía Carles Puigdemont, mientras otros dirigentes del partido han recorrido el territorio con discurso propio.
La campaña de Giró y Alsina
Es el caso de Jaume Giró y Victòria Alsina, exconsejeros de la Generalitat que se postulan para ser candidatos a la presidencia de la Generalitat. O de la old Convergència liderada por Damià Calvet. Todos ellos esperan los resultados del 28M para ver en qué dirección apunta Junts. Esto es, si la formación neoconvergente asiste a su enésima catarsis.
Todo ello demuestra hasta qué punto la falta de un liderazgo fuerte y de una estrategia común lastra a un partido que, por primera vez en una contienda electoral, ha dejado en segundo plano el relato independentista para centrarse en los problemas que realmente preocupan al ciudadano. Lo ha hecho de forma errática, en base a cuotas internas precedidas de vetos.
El caso de Joana Ortega
El caso de Joana Ortega es paradigmático. Ocupa el número seis de la lista de Trias, donde conviven duros como Josep Rius y exconsejeros como Alsina, Calvet y Neus Munté. Ortega, exdirigente de UDC, fue vetada por Borràs, pero Trias insistió en incorporarla a su equipo. Sin embargo, apenas se ha prodigado en la campaña. Algo que lamentan fuentes del partido, pues consideran a Joana Ortega una política con experiencia y don de gentes.
El arranque de campaña de Trias, con Artur Mas y Jordi Pujol, desconcertó a parte de la militancia de Junts e indignó a los duros de Borràs. Pero reivindicar el legado del expresident de la Generalitat ha comenzado a proliferar en los mítines que dirigentes como Giró hacen en el territorio ante empresarios y cuadros de Junts. ¿Un regreso a la antigua Convergència (CDC)? Se verá tras el 28M.
Aragonès versus Junqueras
Igualmente decisivas son estas elecciones para ERC, donde la pugna entre el presidente Pere Aragonès y Oriol Junqueras se ha visualizado en la organización de la campaña. Un sector considera que el todavía líder del partido no suma, sino que resta votos. Que hay que dar paso a una nueva generación que no es precisamente la que representa Ernest Maragall, quien se ha dado una nueva oportunidad como alcaldable por Barcelona. Su última metedura de pata: reivindicar “las superillas que hicimos nosotros hace 40 años”. Es decir, el PSC, partido al que perteneció.
No ha resultado fácil para el ganador de los comicios de 2019 encontrar un discurso coherente con el pacto que ERC tiene con el Gobierno español, así como criticar la obra de gobierno de Ada Colau, su hipotética gran aliada. En 2021, Maragall dio marcha atrás en su negativa a apoyar las cuentas de la alcaldesa ese año, tras admitir un intercambio de cromos con los presupuestos de la Generalitat, votados por los comunes.
Infraestructuras
Los republicanos protagonizaron hace tiempo su giro pragmático y, en estas locales, también han eludido el discurso más independentista para centrarse en cuestiones eminentemente territoriales, como las infraestructuras. Aunque las meteduras de pata de algunos candidatos han sido proverbiales. Las recientes averías en Ferrocarrils de la Generalitat han desmontado la estrategia de la confrontación de ERC con el Gobierno español mediante las incidencias en Rodalies.
Pero uno de los resbalones más sonados tuvo lugar en precampaña, cuando Gabriel Rufián, candidato en Santa Coloma de Gramenet, se hizo acompañar por el consejero de Derechos Sociales, Carles Campuzano, quien prometió una nueva residencia de ancianos si ERC ganaba en esta ciudad. Una competencia que ejerce el Govern que, por tanto, ya podría haber dado luz verde antes a ese proyecto.
Nervios en ERC
Igualmente bochornosa fue la promesa de ERC relacionada con la B-40 –conocida anteriormente como el Cuarto Cinturón-. El candidato de Sabadell, Gabriel Fernández, aseguró que esa ronda nunca verá la luz, cuando Aragonès contrajo ese compromiso con el PSC en el marco de las negociaciones presupuestarias.
Barcelona, Santa Coloma y Sabadell. Tres plazas decisivas para ERC, que aspira a penetrar definitivamente en el área metropolitana y gobernar la cotizada Diputación de Barcelona. Pero los sondeos le son adversos. Lógicamente, hay nervios dentro de Esquerra.