Anatomía del discurso independentista irredento
El apoyo de Torra y de otros activistas a la estrategia de la polarización responde a una particular interpretación del poder y de la realidad en España y Cataluña
2 diciembre, 2019 00:00La primera impresión que suscita el presidente Quim Torra es que vive en una particular burbuja política. Pero no está solo. Hay una lógica que defiende un discurso independentista de carácter irredento que pretende cambiar el estatus quo en España y en Cataluña. ¿Están en lo cierto? ¿Es la realidad o su realidad? Las dificultades que vive el sistema político español son evidentes, similares a las que vive la democracia en los países occidentales, como han plasmado Ivan Krastev y Stephen Holmes en La luz que se apaga (Debate) sobre cómo Europa del Este se ha encerrado en sí misma porque ha interiorizado que la Unión Europea impuso una forma de entender la democracia y la economía de mercado. Sin embargo, Torra cree que en Cataluña pasan cosas singulares y que es necesario “polarizar” al máximo para alcanzar los objetivos políticos que no pueden ser otros que la independencia de Cataluña. Y por ello apoya las acciones del llamado Tsunami Democràtic.
¿Qué se esconde en eso? Sociólogos como Salvador Cardús, analistas como Enric Vila, o periodistas activistas como Pilar Rahola o Vicent Partal reclaman que la sociedad catalana “despierte” y asuma que debe “enfrentarse” con España, pero no con los españoles, sino con unos resortes de Estado, que se han arrogado con el poder. En ese campo sitúan a las grandes empresas del Ibex, a los altos funcionarios del Estado, a los políticos del PSOE y del PP que habrían participado de ese reparto del poder, a los altos ejecutivos de las entidades financieras, a los medios de comunicación españoles y a los que, en definitiva, “no quieren cambiar nada”.
El "españolismo tiene miedo"
Hay, además, una especie de orgullo como pueblo catalán. Quien más defiende esa tesis es Enric Vila, con el latiguillo de que es necesario “alzarse” ante lo español. Considera que ese pueblo catalán debe recordar su pasado, que no debería aceptar ser un pueblo “colonizado”. ¿Están todos ellos fuera de la realidad?
Partal, director del digital VilaWeb, lo verbaliza con toda crudeza. La enésima polémica ha llegado con un mensaje del presidente Torra en el que apoyaba las tesis del sociólogo católico Paul Engler, que señala la necesidad de polarizar una sociedad para lograr los objetivos fijados. Vicent Partal se escandaliza por el cruce de acusaciones contra Torra. Su idea es que el “españolismo” ha comenzado a tener “miedo”. Lo que hay detrás de todo ello es “el miedo del crecimiento constante y de la consolidación del independentismo, el miedo de los mayoritaristas de dejar de serlo en poco tiempo, si es que ya no han dejado de serlo; el miedo de aceptar que no son mayoría, y ese miedo, cada día más descontrolado, es lo que hace que el españolismo adopte posiciones exacerbadas y reactivas y quiera crear una polémica de cualquier cosa”.
Polarizar y desobedecer
Cardús, que tiene a su hijo, Pere Cardús, que trabaja codo con codo con el presidente Torra como asesor en el Palau de la Generalitat, le faltó tiempo para corroborar el artículo de Partal. Lo que se defiende, por parte de ese independentismo irredento, es manifiesto. No se engaña a nadie, y lo verbaliza de nuevo Partal, al asociar las reflexiones de Engler con la desobediencia civil: “Porque precisamente la historia de la desobediencia civil enseña que la polarización de la sociedad es un instrumento no sólo correcto sino imprescindible para agitar a una sociedad dormida y, por tanto, fácil de dominar”.
Hay, así, una “dominación” de la sociedad catalana. ¿En qué términos? ¿Cómo? Estos activistas, muy influyentes en los partidos independentistas, en el campo de Junts per Catalunya y también entre las bases de Esquerra Republicana, no lo desgranan, pero se refieren de forma general a la cuestión económica y cultural.
¿Oprimidos, quiénes?
Según Partal, “sólo polarizando las posiciones y desnudando al otro, se puede demostrar y hacer entender a los ciudadanos que esta dominación es injusta. Y sólo así se puede conseguir que los ciudadanos vean la diferencia entre estar en el lado correcto de la historia o en el incorrecto". Prosigue, "una distinción que, cuanto más clara es la opresión o más se adelgaza la democracia, es la que más puede hacer crecer la conciencia civil de los ciudadanos y fortalecerla hasta el punto de cargarse el monumental poder político, mediático y coercitivo que querría que todo continuara igual eternamente. Es decir, no polarizado. Es decir, muerto. Es decir, mandando ellos”.
¿Quiénes son ellos? Lo que denota ese independentismo irredento es también una lucha por el poder. Un cambio para que otros manden, para que otros estén en la sala de máquinas. Sin embargo, muchos de ellos, como el propio Cardús o el mismo Partal o Rahola han estado siempre cercanos al poder, el poder de la Generalitat, que no es menor. ¿Quiénes, en realidad, han sido oprimidos?