Ada Colau ha perdido la alcaldía de Barcelona en las elecciones municipales de ayer domingo, 26 de mayo, tras un bronco mandato en el que se enfrentó a la oposición, que la dejó sola, y lanzar un órdago al mundo económico, que censuró sus políticas populistas. La líder de Barcelona en Comú (BComú) se dejó vencer por Ernest Maragall (ERC) con apenas un concejal y 22.000 votos menos que en los comicios de 2015. En esta ocasión, no obstante, en lugar de Xavier Trias (PDeCAT), la ha adelantado el republicano.
Colau ofrece a Maragall un gobierno de izquierdas
Con el 99,60% escrutado, la cabeza de cartel de los comunes, que hacía tándem con Joan Subirats, ha visto como la opa lanzada por los independentistas, que habían colocado de tiqué de Maragall a Elisenda Alamany, la exlíder de Catalunya en Comú (CeC) en el Parlament, ha resultado un éxito. Los republicanos apean a la gran figura de los comunes del segundo mayor consistorio de España y le abren la puerta a la salida, como ya dejó entrever la propia Colau en al menos dos ocasiones. Es incierto dónde continuará la exportavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), pero no será, casi seguro, en el Ayuntamiento de Barcelona. Parlament de cataluña y Congreso esperan.,
Tropiezo del "gobierno del cambio"...
Con el resultado y a la espera de las conversaciones entre partidos para pactar un alcalde, Colau ha gobernado solo cuatro años: de 2015 a 2019. Su apuesta por el "gobierno del cambio" en la Ciudad Condal ha hecho aguas en varios frentes. Los más evidentes son la incapacidad para concitar consenso: BComú echó al PSC del pacto estable de gobierno en noviembre de 2017 tras la entrada en vigor del artículo 155 en Cataluña. Fue una controvertida decisión que se sumó a una constante de mandato: la munícipe fue reprobada por la oposición en hasta ocho ocasiones en el pleno. ¿Por qué temas? Inseguridad, recortes presupuestarios, vivienda o la gestión del auge de los manteros.
Asimismo, la hasta ahora primera edil pagará también el hecho de haberse enemistado abiertamente con el mundo económico. Antes de ser alcaldesa, cuestionó el Mobile World Congress (MWC); empezó su andadura aprobando un polémico cerrojazo de licencias hoteleras; trató en vano de avanzar una consulta para remunicipalizar el agua; insistió en hasta cuatro ocasiones en la creación de una funeraria pública que los partidos de la oposición rechazaron y pese a que se hundió en bloque de 144 nichos en el Cementerio de Montjuïc en 2017, sepultando 350 cuerpos que aún no han sido identificados; multó a los fondos inmobiliarios; aprobó una polémica tasa del 30% de vivienda pública en todas las grandes promociones --lo que sublevó a los operadores-- y se enzarzó con Airbnb. Buscó desde la presidencia del Área Metropolitana de Barcelona (AMB) cortar el paso a Uber y Cabify, un dudoso hito en su carrera que tumbó el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) en julio de 2018 pero que consiguió en mayo de este ejercicio tras trasladar a nivel supramunicipal un decretazo autonómico que limita la operativa de estas plataformas.
...y claroscuros
Además de estos tropiezos, ¿qué ha podido provocar la derrota de Ada Colau? Un factor clave ha sido la ola de inseguridad e incivismo que ha sufrido la ciudad condal en los últimos meses. Barcelona en Comú (BComú) supo cabalgar la ola de descontento del barrio de Barceloneta contra el exalcalde Xavier Trias (PDeCAT) por la congestión turística en 2014. Cinco años después, ha sido también en el distrito de Ciutat Vella donde los comunes han mordido (parte del) polvo. Colau, que eligió retener ella misma las competencias de seguridad, se ha enfrentado a una destructiva epidemia de narcopisos en la zona antigua de la capital catalana. A la actividad de las narcomafias se le sumó la operativa de los clanes de los hurtos y las latas. La presencia creciente de manteros o vendedores ambulantes no contribuyó a pacificar el espacio público. Lo que es más, provocó la ira de los comerciantes.
Ha pagado también la segunda mayor alcaldía del cambio en España la torpeza en materia de vivienda social. Prometió Barcelona en Comú construir 4.000 viviendas públicas y movilizar 4.000 más para alquiler social. Ha entregado cerca de 700 llaves a final de mandato. Ha visto BComú como aumentaban los desahucios en Barcelona, amén de un repunte del 750% de la lista de espera para un piso de emergencia. No ha conseguido iniciar las obras de la unión de los tranvías por la Diagonal, pese a que llevó el punto a plenario municipal. Ha encajado más huelgas del personal de Transports Metropolitans de Barcelona (TMB) que nunca. Por las condiciones laborales de la plantilla, primero, y por la detección de amianto en el material rodante y estaciones, después. De hecho, la edil de Movilidad, Mercedes Vidal, dejó el Ejecutivo local a días de las elecciones. Otro colectivo de funcionarios, los 3.000 agentes de la Guardia Urbana, también han criticado el ninguneo constante de la primera edil y el resto del equipo de BComú. Tampoco menores han sido los recortes presupuestarios que acometió el gobierno de Colau tras calcular mal la recaudación presupuestaria de 2019. La mala gestión económica el ejercicio en curso ha sido el colofón a los dramáticos equilibrios para aprobar los presupuestos. Se prorrogó el de 2015 a 2016 y consiguió la munícipe y los suyos aprobar los de 2017 y 2018 gracias a cuestiones de confianza.
Un concejal y 22.000 votos menos
Todo ello ha influido en la derrota de Barcelona en Comú y Ada Colau en las elecciones municipales celebradas el domingo, 26 de mayo. Ha sido elemento necesario, pero no suficiente. Igual que ha ocurrido en el resto de la conurbación de Barcelona, los comunes se han desplomado a costa del PSC, que ha firmado grandes mayorías en poblaciones como L'Hospitalet de Llobregat; Sant Boi de Llobregat; Cornellà de Llobregat; Gavà o Santa Coloma de Gramenet, por citar algunos. Lo ha hecho, precisamente, a costa de las llamadas alcaldías del cambio vinculadas a Catalunya en Comú y la CUP, que se han vuelto minoritarias o irrelevantes. Algo similar ha ocurrido en Barcelona, pero con matices. Con un aumento de seis puntos (del 60,60% a 66,16%), BComú se han dejado un concejal y 22.000 votos. Por contra, el PSC de Jaume Collboni ha capitalizado parte de esa erosión y ha ganado cuatro concejales y 70.929 sufragios, doblando su presencia en la capital catalana. ERC, por su parte, pasa de 76.988 papeletas y cinco electos a 160.412 votos y diez actas.
Colau ha aguantado la presión socialista en la ciudad condal. Ha retenido la segunda plaza y ha quedado dos concejales por encima de los socialistas, empatando con el ganador: Ernest Maragall (ERC). No obstante, el desgaste de una tormentosa legislatura no solo ha restado votos y apoyos a la hasta ahora alcaldesa. Hará complicado que Colau sea escogida como alternativa al independentista, pues hasta que ha perdido la alcaldía, la exactivista de la PAH ha dinamitado puentes con casi todas las fuerzas políticas. Finalmente, esa política de hostilidad ha causado que esté virtualmente sin la vara de mando del Ayuntamiento de Barcelona. Salvo pacto alternativo, Colau cerrará una turbulenta etapa de cuatro años como alcaldesa.