La mofa de Clara Ponsatí sobre los muertos por coronavirus en Madrid ha causado indignación en mucha gente. Cuando la dirigente independentista se burló de las víctimas de la pandemia en la comunidad madrileña, los fallecidos ya superaban los 200 y había más de 3.500 infectados confirmados.

Pero no deberíamos sorprendernos. Si esta crisis sanitaria deja algún elemento positivo --más allá de las conmovedoras muestras de solidaridad-- es que ha servido para que el nacionalismo catalán enseñe su verdadero rostro a quien aún no lo conocía.

La falta de humanidad de Ponsatí es la personificación del nacionalismo. Tardó horas en borrar el tuit --que recibió el aval del prófugo Carles Puigdemont en forma de retuit--. Y sus excusas --un día después-- aún dejan más claro lo despreciable de este movimiento que asfixia Cataluña y condiciona la vida de todos los españoles.

“Una crítica sarcástica”, dijo la doctora en economía para justificarse, a la vez que cargaba contra el Gobierno y lamentaba las “interpretaciones interesadas” de su guasa macabra. No olvidemos que ya arrastra un currículum lleno de perlas, como la banalización del holocausto que hizo en su toma de posesión en la Eurocámara para arremeter contra España y la bienvenida que dio en el reciente aquelarre indepe de Perpiñán “a los jóvenes que ganaron la batalla de Urquinaona”, en referencia a los violentos que atacaron a la policía durante días en Barcelona tras conocerse la sentencia del procés. Y es que a la dulce Ponsatí le suele perder su sinceridad.

En los últimos días, las muestras de indignidad del nacionalismo catalán son innumerables. La deslealtad del Govern con el Ejecutivo de Pedro Sánchez en la lucha contra el coronavirus es insólita. El president Torra lleva días torpedeando sistemáticamente la acción del Gobierno en el momento más delicado de la crisis.

Las amenazas del ejecutivo autonómico con realizar una suerte de declaración unilateral de independencia sanitaria ante la inminente aprobación del estado de alarma no tiene precedentes. Y la negativa de Torra a firmar un documento junto al resto de líderes autonómicos a favor de la "coordinación, colaboración y solidaridad" y de la necesidad de "vencer unidos al virus" --respaldada sin fisuras por ERC-- es muy significativa de las prioridades del independentismo catalán.

Como también lo es la ofensiva lanzada por varios dirigentes actuales y anteriores de la Generalitat contra la campaña del Gobierno nacional para combatir la crisis de la pandemia. La jauría de los Buch, Calvet, Puigdemont, Artadi y compañía contra Sánchez por el lema Este virus lo paramos unidos es incalificable. A la consellera Chacón incluso se le atragantó el hecho que la palabra virus estuviera rotulada en amarillo, el color que utilizan los radicales para reivindicar la libertad de los condenados por el intento de secesión unilateral de otoño de 2017.

Al menos, parece que al presidente del Gobierno no le ha temblado el pulso a la hora de no discriminar entre territorios en la implementación de las medidas derivadas del estado de alarma, pese a las coacciones de los independentistas.

En todo caso, y viendo lo que hay, me pregunto qué más hace falta para asumir de una vez por todas que con el nacionalismo catalán no hay nada que negociar.