Nuevo año, nuevos propósitos. Ya los hacían los babilonios hace más de 4.000 años, aunque en su caso tenían que ver con la agricultura, y los seguimos haciendo en nuestros días, a pesar de que casi nadie cumple con esas buenas intenciones que se propone cada doce meses. Hay encuestas que así lo afirman.

Son propósitos comunes en estos tiempos ir al gimnasio, perder peso y comer más saludable; dejar de fumar; aprender idiomas; comenzar o retomar un proyecto; viajar más; leer más; ahorrar… A fin de cuentas, vivir. Y vivir mejor. Alguno de éstos tengo entre ceja y ceja (desde hace años). Sin embargo, para este 2020 amplío la lista y me propongo hacer cosas que vayan también en beneficio de la comunidad.

Para empezar, me he propuesto dejar de comer carne, porque hay que ver lo que contaminan las bestias y el agua que se necesita para criar animales. El planeta me lo agradecerá, y también Greta. Me voy a pasar a los insectos, tan crujientes, tan picantes, antes de que haya alguna asociación que defienda sus derechos y me tenga que alimentar de tierra.

También voy a eliminar todo el plástico de mi vida. Se acabó. Prefiero utilizar sustitutivos de papel, que para algo están talando el Amazonas a lo bruto. Y voy a pedir explicaciones a las plantas de reciclaje. ¿De qué sirve tener más cubos selectivos que interruptores en casa si, al final, todo termina en el fondo del mar? Algo no me cuadra.

Otro asunto que quiero resolver es el del coche. Voy a devolver el mío (es nuevo, pero de gasolina) y optaré por uno eléctrico para asegurarme de que Colau me deja entrar en Barcelona sin problemas (porque la opción del transporte público presenta algunas deficiencias todavía). Aunque cualquier día dice que estos vehículos consumen demasiada electricidad y también los prohíbe. Buena es ella. O se da cuenta (intereses mediante) de que las baterías de estos autos son peores que el humo que emiten los automóviles convencionales. En unos años volveremos a tener lío. Al tiempo.

Y este 2020 también será el año en el que utilice un lenguaje del que llaman inclusivo, para que todos y todas estén representades en mis palabras y nadie ni nadia se sienta discriminado/a. Reconozco que me costará abrir tanto mi mente y tal vez necesite una prórroga para cumplir con este punto.

Dicho esto, me gustaría comentar que si ya es difícil que cumpla los propósitos que me impongo cada año, mucho menos voy a cumplir los que pretenden imponerme ciertos colectivos para su beneficio propio. Es evidente que hay que tomar conciencia de ciertos problemas, pero sin más, y muchas soluciones tienen que venir de arriba. No me van a quitar el sueño ni desviarán mi atención hacia donde ellos quieren. Menos mal que la exhumación de Franco ya es historia.

¡Feliz 2020!