Josep Lluís Trapero, máximo responsable de los Mossos d’Esquadra cuando en Cataluña se produjeron los hechos que juzga el Tribunal Supremo, no defraudó ayer las expectativas que había levantado su presencia como testigo de la causa. Podría haberse negado a responder, como hicieron otros convocados en la misma jornada aduciendo que también están imputados en un sumario paralelo que se sustancia en la Audiencia Nacional.

Todos los altos cargos del cuerpo policial catalán han hecho una carrera bastante acelerada porque la institución es nueva y la Generalitat ha procurado no promocionar a agentes de alta graduación procedentes de la Policía Nacional o la Guardia Civil. En ese sentido, el caso de Trapero no es excepcional.

Lo que le distingue de sus compañeros es que, en su momento, apareció incrustado en la jet set nostrada, algo bastante inusual para un policía. Su presencia el verano de 2016 en la festassa de la casa de Pilar Rahola en Cadaqués en compañía del mismísimo Carles Puigdemont le convirtió en un personaje, un papel del que no ha podido --o querido-- desprenderse.

Como recordaba la voz en off del canal 3/24, el policía vestido de paisano que respondía ayer a las preguntas en el Supremo evocaba a aquel otro que, de uniforme y armado, contestaba a un periodista poco después del 17A “bueno, pues molt bé, pues adiós”, la frase que le consagró como héroe y figura emergente para el nacionalismo catalán.

Trapero no necesitaba convencer a los magistrados del Supremo de su inocencia porque ellos no le juzgarán. Entonces, ¿por qué fue tan prolijo en sus explicaciones durante casi seis horas? Es difícil saberlo, aunque su testimonio, lo que dijo, puede ayudar a encontrar la respuesta.

El mayor explicó que las órdenes judiciales no siempre fueron claras y que cuando lo fueron la policía autonómica las acató con lealtad y sin ambigüedades (¿quería decir que si los Mossos no detuvieron al Govern en pleno tras la DUI fue porque la juez no lo ordenó?); también reiteró que el mandato judicial para la jornada del 1-O requería el mantenimiento de la paz y el respeto a la convivencia, por lo que la aparente inhibición de sus efectivos durante ese día no era más que el cumplimiento estricto de las instrucciones de la jueza.

En respuesta a la única pregunta que el presidente de la sala ha hecho hasta ahora a un acusado o testigo, Trapero puso el broche de oro a su larga declaración: los Mossos comunicaron al Govern que preveían disturbios en caso de mantener la convocatoria y le transmitieron su intención de impedir la apertura de los colegios electorales. “Hagan el trabajo que tengan que hacer”, les calmó el propio Carles Puigdemont el 28 de septiembre de 2017.

No sería muy arriesgado concluir que el personaje ha vuelto a la escena pública para dejar claro que los Mossos no desobedecieron y que el Govern tampoco les incitó a la rebeldía.