Antigua sede de Cros en el Paseo de Gracia de Barcelona / ARCHIVO

Antigua sede de Cros en el Paseo de Gracia de Barcelona / ARCHIVO

Pensamiento

El sector químico catalán (1): Cros

La empresa de los fertilizantes de Emilio Botín, Josep Maria Bultó, Francisco Godia, KIO y la fusión con Explosivos Río Tinto

17 marzo, 2019 00:00

El 9 de mayo de 1977, el asesinato de Josep Maria Bultó conmocionó Barcelona y el mundo de los negocios. El presidente de la SA Cros moría a manos del grupo terrorista Terra Lliure y la presidencia de la empresa de fertilizantes sería cubierta por Francisco Godia por indicación del veterano Emilio Botín (abuelo de Ana Botín) y presidente del Banco Santander, entonces primer accionista de la compañía. Godia se sentó en el trono de la gran empresa química el año en que el grupo declaraba importantes pérdidas y anunciaba el impago del dividendo a miles de pequeños accionistas, tenedores del valor más líquido entonces de la Bolsa de Barcelona. A las pocas semanas de su estreno, Godia registró una participación en el capital de la Cross que le convertía en el tercer accionista, tras haber adquirido el paquete de Bankunión, el banco industrial en crisis, controlado por el Fondo de Garantía de Depósitos. Empezaba una etapa de caídas, recuperaciones y recaídas de Cros, que acabó en estallido dos décadas más tarde, con la entrada del fondo kuwaití KIO, en el capital de la empresa.

Godia, abogado de profesión, falangista de los primeros y alistado en el bando nacional a los 16 años, provenía del mundo comercial del automóvil y se dio a conocer como piloto de carreras de la Peña Rhin, a los mandos de un Hotchkiss. Estuvo vinculado a la casa Maserati y llegó a competir en el circuito de Montjuïc con el mítico Juan Manuel Fangio, líder de la misma escudería. Amasó una de las mayores colecciones de arte privadas, transferida a la Fundación Godia (con patronos como Leopoldo Rodés, Carmen Mateu o Josep Maria Juncadella), hoy dispersada por sus descendientes (sus hijas, Carmen y Liliana), tras la crisis financiera de 2008. El abogado barcelonés fue uno de los promotores y accionistas de Iberpistas en el tramo de Madrid y el túnel del Guadarrama. En su bufete tenía el testamento de Franco enmarcado en plata y, a su muerte (1990), en su esquela publicada en La Vanguardia, constaba su currículo de guerra: "Alférez provisional de infantería, caballero mutilado (dos heridas de bala), medalla al Sufrimiento por la Patria y Cruz de Campaña".

Su consolidación en la Cros de los setenta y primeros ochenta se debió en gran medida al amparo de sus amigos y altos cargos, como Juan Antonio Samaranch, Emilio Botín y especialmente Mariano Calviño, que desempeñó una vocalía en el consejo de administración de Banesto, fue consejero de la misma Cros y presidió Aguas de Barcelona (Agbar).

Cros fue un árbol con ramificaciones en todo el tejido industrial catalán. Sus precios obedecían la senda de los precios políticos del Ministerio de Industria de turno y sus inversiones gozaban el retorno reflejado en las tarifas de sus materias primas. La Cros fue el centro de la química básica y de los derivados del petróleo. Sus consejeros eran hombres de negocios ramificados por todos los sectores industriales, con casos descollantes, como el del citado Mariano Calviño, y otros, como José Luis Herrero, fundador de la electrónica Piher, una empresa expansiva en la etapa de los Planes de de Desarrollo, deudora de las indicaciones de López Rodó y del economista Fabián Estapé, que fue consejero de la compañía. En los años en los que el culto a los mercados abiertos liquidaba los restos de la autarquía, las puertas corredizas eran amistades y compensaciones a cielo abierto.  

El complejo entramado que desparramó una cabecera como Cros resulta imposible de cuantificar. De su experiencia en el origen de la transformación del crudo emergen tres subsectores absolutamente punteros en Cataluña: el plástico, la química fina y los laboratorios farmacéuticos, cuyas sagas familiares han sido desarrolladas ya en esta misma sección de Crónica Global. De los grandes impulsos de la química nació una fortaleza que ha permitido a muchas empresas soportar la crisis de 2008. Tras la caída de Lehman Brothers, como punto de referencia temporal, el derrumbe de la demanda interna acabó con 25.000 puestos de trabajo (datos de FEIQ, patronal del sector). Pero hoy las vacas flacas quedan atrás. La reactivación de los último años ha incrementado las exportaciones químicas en un 40%. España exporta más de la mitad de su producción química, principalmente hacia Europa, pero también, y cada vez más, hacia América y Asia (especialmente China). El sector se distingue por la calidad de su empleo. En una España con la tasa más alta de contratos temporales de Europa, el 94% de los empleos de esta industria son indefinidos, y con un salario superior a la media. Las multinacionales químicas representan cerca de la mitad de las empresas del sector y se benefician de una posición geográfica propicia para el comercio con el norte de África y América Latina y de la existencia de grandes polos químicos en Cataluña y Andalucía. El gigante alemán Bayer produce en Asturias el 100% de la aspirina, en una fábrica construida hace 75 años. En la misma región, la estadounidense DuPont fabrica el Nomex, un material resistente al fuego utilizado en todos los trajes de bomberos del mundo. El lugar de España en el ranking mundial del sector sigue siendo modesto (12º a nivel mundial, 5º en Europa), pero representa cerca del 13% del PIB industrial y 5% del total. La demanda de años venideros es su auténtico músculo frente a la vulnerabilidad determinada por el precio del barril de crudo, cuyas oscilaciones elevan tendencialmente los costes unitarios.

El momento actual de los pilares de la química española robustece sus planes de futuro. En el caso de Ercros, puede decirse que, tras una larga etapa de vacilación, hoy la heredera de la compañía de fertilizantes mantiene un ritmo de crecimiento ascendente. La indefinición industrial de Cros en los años descritos coincidió con la variabilidad de sus recursos propios, en los años ochenta. La entrada de KIO en su accionariado, al adquirir la participación del Banco Santander, desató una etapa de interinidad letal.

En 1986, la oficina de inversión de Kuwait inició una escalada en su portfolio español con la compra del 25% de Torres Hostench, la papelera de Sarrià de Ter, en suspensión de pagos. Un año después, KIO controlaba participaciones importantes en Explosivos, Banco de Vizcaya, Cros, Banco Central y Torras Hostench. El ministro, Carlos Solchaga, situó al ejecutivo José María Escondrillas en la presidencia de Explosivos y KIO, de acuerdo con las autoridades españolas, hizo pública su intención de fusionar Cros con Explosivos. Bajo el impulso de KIO (Javier de la Rosa), Cros absorbió Explosivos Río Tinto para crear Ercros. Los presidentes de ambas compañías, Francisco Godia y Escondrillas, dejaron sus cargos respectivos y la nueva compañía nombro en la presidencia Javier Vega de Seoane, un hombre de confianza del entonces ministro de Industria, Luis Carlos Croissier. Las Ercros compartimentada y azotada por enormes pasivos medioambientales (el pantano de Ribaroja en Tarragona fue vertedero de la filial Erquimia) y bancarios ha modificado el rumbo para entrar en una etapa de márgenes recurrentes, bajo la presidencia de Antoni Zabalza, exsecretario de Estado de Hacienda. La antigua Cros, creada por capital francés en el ochocientos, conoció los rigores de una gestión inestable. Su caso ejemplificó la sumisión de la economía productiva a las turbulencias financieras.