Una anécdota: la primera vez que conocí a Miquel Martí Escursell me pareció un tipo sensato. Le radiografié como un empresario emprendedor y sagaz que había convertido una empresa familiar de autobuses en un holding. Con los concesionarios de coches y las concesiones administrativas de transporte crecía y crecía desde Sabadell a toda España. Le vi en otra ocasión y se reafirmó mi opinión, era un tipo a seguir, interesante.

Pasado un año, comí con él. Volvíamos ambos de Madrid, pero habíamos tenido, al parecer, experiencias distintas. A Martí se le llenaba la boca diciendo que lo de Madrid con Cataluña no tenía remedio, que era un atraco constante y otras perlas de ese mismo signo. Su enfado era manifiesto. Y, por lo visto, como me dijo alguna persona próxima al propietario de Moventia, esa actitud iba en aumento desde hacía algún tiempo.

Más tarde, en plena crisis económica y con sus tiendas de coches vendiendo menos, Moventia vivió de las concesiones administrativas que tenía para el transporte de viajeros (entre otros, el tranvía de Barcelona). Sólo había tenido suerte fuera de Barcelona y su área metropolitana en Navarra.

Miquel Martí es una de esos neoindependentistas cuyos negocios radican, de forma principal, en Cataluña

Martí se hizo presidente de Femcat y en su ascenso independentista accedió a la Cámara de Comercio de Barcelona como vocal del pleno y en la Fira de Barcelona como miembro del consejo de administración.

Martí es uno de esos neoindependentistas cuyos negocios están radicados de manera principal en Cataluña.

Ahora quieren tomar la Cámara de Comercio al asalto. Lo intentaron hace un tiempo en Foment del Treball pero salieron trasquilados. Tuvieron algo más de suerte en Pimec, donde algunos pusieron una patita. Están, en cualquier caso, en su derecho ciudadano de votar y pensar como les plazca, pero parecen empeñados en que las asociaciones de empresarios influyan y opinen políticamente bajo su mismo criterio personal. Mientras ellos se aplican en esa línea, otros industriales importantísimos del país como Josep Vall Palou, un millonario del sector cárnico, se lleva sus acciones a Madrid.

En lo único que coincido con algunos independentistas es que el voto de un empresario vale exactamente igual que el de un obrero de Santa Perpètua de Mogoda. Por eso, y perdonen mi cortedad, no entiendo de qué les viene ese súbito interés en convertir patronales, gremios y todo tipo de entidad o institución influyente al independentismo. ¿No habíamos quedado en que las empresas no votan? En fin, los neosoberanistas son peores que los de toda la vida…