Todo el mundo se pregunta a lado y lado del Ebro cómo acabará el asunto del referéndum y la confrontación política entre los gobernantes de Barcelona y de Madrid. Según sea la ideología (o la creencia, que en muchos casos la cosa va de eso) de cada quien, las respuestas son distintas, pero con un idéntico y común denominador: el asunto pinta feo, en cualquier caso.

En las últimas horas, algunas voces empresariales y conocedoras de lo que sucede entre ambos gobiernos hablan de una solución de última hora que permita evitar el llamado metafóricamente choque de trenes. De acuerdo con este relato, una eventual salida pasaría por la dimisión significada de algún importante miembro del Ejecutivo catalán que facilitaría suspender la hoja de ruta soberanista y comportaría una nueva convocatoria electoral de carácter autonómico.

La destitución de Jordi Baiget como consejero del Gobierno de Carles Puigdemont pudo ser sólo el principio de una serie de actuaciones concatenadas que tengan por objeto secreto frenar las peticiones inaceptables de la CUP y de ERC. Puede haber otros miembros de ese mismo ejecutivo (de hecho existen, y así se manifiestan en privado) que no secunden a su jefe en lo referido al recorrido soberanista y en su hipotético final. Puigdemont comienza a ser visto como un peligroso outsider que llegó a la presidencia por accidente, sin ser votado para tal cargo y que ya ha anunciado su intención de dejarlo en cuanto concluya su cometido.

Puigdemont comienza a ser visto como un peligroso outsider que llegó a la presidencia por accidente, sin ser votado para tal cargo y que ya ha anunciado su intención de dejarlo en cuanto concluya su cometido

El presidente no cuenta ya ni con la confianza absoluta de su propio partido, donde existen opiniones diferentes a la suya. Como se ha desvelado en las últimas horas, la fulminante guillotina que le cortó la cabeza a Baiget era más una reacción de Puigdemont a la conspiración que el PDeCAT le había organizado a su espalda que otra cosa. El antiguo alcalde de Girona empieza a quedarse solo y a oscuras con los diputados y consejeros de ERC y los parlamentarios de la CUP que le gobiernan en la sombra. Es más, como era de esperar para todos salvo para Artur Mas, el actual presidente empieza a vivir bajo el influjo del poder y del martirologio que algunos dirigentes nacionalistas persiguen para pasar a la historia de campanario como sea posible o, al menos, contar con una entrada en la Gran Enciclopèdia Catalana.

¿Cuánto tiempo más podrá sobrevivir Puigdemont con Oriol Junqueras en su actual actitud? Por supuesto, el relato que ya se cocina en determinados ámbitos es que, en ningún caso, se llegará hasta el 1-O. No sólo porque pudieran intervenir las instituciones de la Generalitat, entre las que se incluyen los Mossos d’Esquadra, sino también porque se vislumbra una dimisión política con suficiente entidad como para cambiar el rumbo de los acontecimientos.

El problema estriba en que, conociendo a los políticos catalanes actuales, se hace difícil aventurar que esa hipótesis de giro político pueda llegar a producirse. Aquí, en Cataluña, o te destituyen o no hay nadie que de forma voluntaria regrese a su casa o a su ocupación anterior. La dimisión es un verbo que difícilmente se conjuga, pero que habida cuenta de la entidad del asunto podría visitarnos en breve. Estén atentos.