Después de ciertas experiencias deberíamos cambiar de nombre, puesto que ya no somos el mismo. Lo dejó escrito Emil Cioran, un filósofo rumano fallecido en 1995. David Madí Cendrós (Barcelona, 1971) no siguió el consejo.

La intensidad de sus experiencias en los últimos años da para un libro del tamaño de un diccionario enciclopédico. Pasó por la política, ascendió al poder real y acabó abandonando por la puerta trasera en 2010, a pesar de haber ejercido de pseudopresidente en la sombra. Plenipotenciario durante los años de esplendor de Artur Mas, pensó que su espacio natural estaba más cercano a otra política, la de salón. Acostumbrado a la moqueta desde su más tierna infancia no necesitó reciclaje para transitar por las plantas nobles de grandes empresas e instituciones que apreciaron en su talla de gentilhombre, educado y astuto la de un conseguidor útil para el negocio y el lobismo.

A favor de su coherencia suma que incluso cuando obtuvo suculentos contratos de esos nuevos empleadores, jamás dejó de ser un convencido independentista ante sus interlocutores. En algunos despachos madrileños aún se recuerda como Madí se jactaba de su condición ideológica, analizaba la situación política y presentaba la factura. Notable experiencia, sin duda, la de irse a casa del gran empresario español a decirle que perdería una porción de mercado en cuanto llegara la secesión. Fueron los tiempos del auge.

Algunos paganos de su etapa empresarial pronto se dieron cuenta de que don David no jugaba del todo limpio. Hubiera podido trabajar para Pepsi y para Coca-Cola a la vez, sin pestañear. Podía usar la información de un cliente para congraciarse con otro o con fines políticos. La discreción empresarial no figuró nunca entre sus principales virtudes. Difícil de olvidar resulta el episodio de principios de la pasada década, cuando la Generalitat decide llevar a concurso público sus telecomunicaciones. Cuatro grandes empresas (T-Systems, HP, Indra y Telefónica) optaban al contrato catalán del siglo. Las cuatro hubieron de proveerse de profesionales de todo signo para pujar. Las cuatro, todas ellas gigantes del sector, recabaron los servicios profesionales de don David. El contrato se troceó en cuatro partes, ganaron las cuatro con algunos empresarios locales amigos y todos contentos. El que más, Madí.

Cuando se le fue distinguiendo en el mundo empresarial algunos clientes prescindieron de sus servicios. Y regresó a las malas compañías. Quiso combinar lo que había ejercido en épocas distintas hasta entonces: política y negocios. Nunca se sustrajo a su ADN nacionalista y anduvo metido hasta el tuétano en líos del procés. Negaba por activa y por pasiva ser uno de los cerebros del pulso al Estado, pero su credibilidad para la negación decrecía.

A finales de 2018 se le apareció un valenciano controvertido: Eugenio Calabuig Gimeno (Castellón, 1959), el factótum de Aguas de Valencia. Su compañía guerrea desde hace años con la Agbar de Ángel Simón, aunque la catalana arrasó con las victorias, tanto en el plano judicial como en el negocio. Los Calabuig son una fuerza viva valenciana. Su estilo se considera más próximo a tácticas caciquiles de antaño que a la gestión empresarial polite de hoy. Intentaron colarse en el mercado de su competidora montando Aguas de Cataluña, una filial que compartía con la familia Miarnau Montserrat, propietarios y gestores actuales de Comsa-Emte. Los socios catalanes abandonaron la aventura y el valenciano, solo en territorio hostil, tiró de Madí. Había que intentar abrir el negocio con los ayuntamientos independentistas y el antiguo político debía convertirse en la llave de las concesiones. Además de sus contactos convergentes tiró de fichajes en el entorno de ERC. Los números de la empresa hablan solos. Calabuig ha fracasado de nuevo y el trasero de don David es la diana de la patada.

Quizá porque nunca se creyó el proyecto o porque no supo ejercerlo, mantuvo en paralelo otros negocios. El caso de las ambulancias y el transporte sanitario le tiene inmerso hasta la médula. Hoy es su amenaza secreta. Los líos que en ese contexto se han producido son carne de sumario. Más pronto que tarde reabrirán los noticiarios y ocuparán la actualidad. Madí, como siempre, vive en el epicentro.

Hasta las circunstancias personales le cambiaron recientemente. Tras conocerse la semana pasada que se queda en el paro, la burguesía barcelonesa y algunos antiguos contactos madrileños no dejaron de intercambiar mensajes con comentarios sobre la mala suerte del popular muchacho. Había perdido la mujer, el trabajo y la influencia de un plumazo. No, se equivocan. Hay todavía un rato más de Madí. Lo más verosímil es que su declive empresarial le pille subido a una ambulancia. Quedará, seguro, el animal político que siempre fue. Y tal y como está Junts per Catalunya es posible que su regreso a ese territorio ni sea descabellado ni esté demasiado lejano.

Coda 1: En el Madrid que conspira se ha disparado una especie que señala que el empresario catalán Jaume Roures estaría moviendo hilos al objeto de controlar la Fundación Bancaria La Caixa, atalaya desde la cual buscaría el dominio de Telefónica. Los nombres de Pablo Iglesias, los Migueles (Barroso y Contreras), Oriol Junqueras, Gabriel Rufián y Pedro Sánchez serían los instrumentos y objetivos del productor catalán. No parece que esa posibilidad se dibuje en el horizonte más allá de la especulación de tablero de ajedrez. Sin embargo, quedan invitados a ver una de las últimas películas de Roures, que lleva por título Competencia oficial y en la que él ejerce de productor y Penélope Cruz, Antonio Banderas, Oscar Martínez y José Luis Gómez ejercen de actores principales. Está disponible en Movistar. El personaje de Gómez, un empresario llamado Humberto Suárez, no parece elegido al azar, sino inspirado en alguien. Igual estas cosas que suceden alrededor de Roures son mera casualidad. O no, quién sabe.

Coda 2: Tras la última barbaridad del independentismo radical –esa que amenaza con la destrucción progresiva de Junts per Catalunya–, la Barcelona del dinero se pregunta qué sucederá con Jaume Giró, consejero de Economía y Hacienda del Gobierno que acaba de romperse. El antiguo alto cargo del grupo La Caixa se desprendió del despacho profesional de consultoría en comunicación que creó tras su salida de la entidad financiera a finales de 2019. Lo hizo para dedicarse a la política y evitar el conflicto de intereses. Giró ha estado poco más de 16 meses en el cargo y las dudas sobre quién designará el presidente Pere Aragonès (amigo de Giró) para retomar los presupuestos catalanes y ocupar esa función determinante en el Govern son tan intensas como conocer a qué dedicará su actividad una vez abandone el Consell Executiu.