Dime de qué presumes y te diré de qué careces. La sabiduría popular es un resumen de éxitos y fracasos históricos que se ponen en valor para no incurrir en ellos de nuevo, aunque el hombre sea el único ser vivo capaz de tropezar dos veces en la misma piedra.
Mientras Barcelona concluye las fiestas de la Mercè conviene pasar revista al gran acontecimiento empresarial de los últimos meses: las elecciones a las cámaras de comercio catalanas. No ganó el empresariado catalán, en general. Perdió el independentismo más radical y, a modo de conclusión, presidirá la entidad un grupo que encabeza Josep Santacreu, antiguo director general ya jubilado de la aseguradora DKV, que nunca ha podido esconder del todo su nacionalismo y que en estas elecciones ejercía de brazo armado del Govern de Pere Aragonés para enfrentarse a los seguidores de Carles Puigdemont.
Santacreu parece haber sumado más epígrafes del pleno que sus rivales de Eines de País (ANC), una candidatura que ha gobernado los últimos cuatro años jibarizando la entidad y convirtiéndola en una versión de bolsillo de lo que fue. Lejos del esplendor de antaño o de la influencia acumulada, la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Barcelona es hoy un chiringuito de escaso valor empresarial. El reto de los rectores que acaban de llegar será, sobre todo, impedir que el hundimiento sea mayor y acabe tocando fondo. Santacreu deberá buscar mejores consejeros de los que ha tenido hasta el momento y espabilarse si no quiere convertirse en un muñeco de feria empresarial contra el que se concentren todas las críticas. Si empieza por la comunicación se hará un favor. Y si entiende que su presidencia no es tanto por mérito propio como por demérito de los adversarios aclarará todavía más sus ideas y la hoja de ruta de su presidencia.
Otro actor importante en estas elecciones ha sido el presidente de Pimec, Antoni Cañete. Ambicioso y amante de la intriga, anda por salones de corbata sin ella y a quien le escucha le asegura que la verdadera mayoría es la suya, que hasta 30 miembros del pleno son de su cuerda. Nadie sabe muy bien si pone en cuestión la victoria de Santacreu o, sencilla y llanamente, ha perdido el oremus en una especie de desenfrenada búsqueda del poder. ¡Qué tiempos aquellos en los que Josep González presidía Pimec con el señorío de un burgués de Barcelona, discreto, pujolista y eficaz para sus asociados! Cañete ha perseguido los tronos de las entidades camerales y le ha salido el tiro por la culata. Ni ha sido neutral como se espera de una asociación empresarial que ya tiene una entrada directa en la Cámara ni tampoco ha logrado las alianzas correctas. Si en Barcelona fue denunciado por Eines de País (ANC) por las presiones que ejerció antes de la votación (Puigdemont y sus chicos no perdonan, Antoni), en Terrassa se alió con ellos contra la histórica Cecot y se ha dado un trastazo de los que hacen época: los suyos sacaron dos representantes en el pleno por 31 de la histórica patronal egarense.
Barcelona tiene hoy unas buenas fiestas mayores, pero una Cámara de Comercio más próxima a la inutilidad que otra cosa. Y todo ha pasado en apenas un par de meses. Si el nuevo alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, ha sido capaz de quitarse de alrededor a los Comunes y a su lideresa Ada Colau, Santacreu debe imitar el ejemplo y eliminar de su ecosistema todo aquello que huela a sectarismo identitario, proximidad o entrega gubernamental. Si no despeja las dudas sobre la que puede ser su labor al frente de la institución empresarial los pocos votos que ha recibido en estas elecciones serán insuficientes para frenar la opinión generalizada de que el empresariado está mucho mejor representado por otros grupos de presión más plurales y sin tanto sesgo político.