Han sido unos saudís los que han puesto patas arriba la economía española. Un Gobierno en funciones, sin un excesivo apego a las grandes empresas tractoras de la actividad productiva, ha sido el primer sorprendido por el objetivo de los árabes y puede que por esa justa razón no sea demasiado proclive a abrir la puerta de Telefónica al príncipe Mohamed bin Salman.

Tan tranquilos estaban todos que José María Álvarez Pallete andaba de viaje personal por los Estados Unidos. Otro tanto le pasaba a la ministra de Defensa (Telefónica es uno de los principales proveedores tecnológicos del Ejército español), Margarita Robles, más preocupada en estas fechas por responder las preguntas sobre si la vicepresidenta Yolanda Díaz voló en un avión Falcón del ministerio para ir a negociar con Carles Puigdemont a Bruselas. Similar le pasaba el presidente Pedro Sánchez, que a su desdén hacia el Ibex le suma en estos momentos una alambicada y compleja negociación para evitar la investidura de Alberto Núñez Feijóo y lograr la presidencia en la siguiente oportunidad. Después las vicepresidentas del Gobierno se han tirado, con suavidad, los trastos por la cabeza a propósito de lo que deben hacer.

Pero, e Isidro Fainé, el todopoderoso presidente de Criteria y la Fundación Bancaria La Caixa, ¿también estaba a por uvas? Tiempo atrás pocas operaciones como las de los saudís se le escapan al astuto banquero. En esta ocasión, como aquellos políticos que tiran balones fuera ante los micrófonos, don Isidro se enteró prácticamente por la prensa. Algo muy similar a lo que le sucedió con el lío de Naturgy, su consejero delegado nonato, y las maledicencias de los fondos que forman parte del capital de la energética.

Con casi todos de vacaciones o de reciente aterrizaje para iniciar el curso, unos potenciales inversores se han colado por la puerta trasera de Telefónica, una empresa en transformación y de la que aún se desconoce su hoja de ruta próxima. Los árabes de STC llegaron en los primeros días de agosto, silentes y se hicieron con un 4,9% del capital aprovechando la baja cotización de la compañía de telecomunicaciones. También han adquirido unos derechos que les permitirán llegar hasta el 9,9% si Sánchez y su gobierno progresista les permite formalizar la operación al final. Los responsables de ejecutar la inversión pusieron el dinero y un comunicado sobre la mesa. Como los indios del lejano Oeste, dicen llegar en son de paz, sin más interés que apoyar a la operadora, sus gestores y su cotización.

Por más confiados que sean todos los intervinientes y afectados por esta operación, todos ellos saben que el nuevo inversor no es invitado bienvenido. Su país, aunque nos riega de petróleo y nos compra tecnología para sus AVE, alguna que otra arma y nada de jamón, no deja de ser una dictadura compleja para las democracias occidentales. Antes que ellos ya se han colado algunos fondos de inversión vecinos, en especial los de Qatar, que son accionistas de referencia en Iberdrola o Inmobiliaria Colonial, entre otras piezas cobradas.

Sucede que lo de poner un pie en Telefónica es mucho más delicado por las implicaciones que tiene. Ya pasó antes en Europa: a finales de 1999, la británica Vodafone intentó una OPA hostil contra la alemana Mannessmann que, como Telefónica, además de teléfonos, datos y el negocio de telefonía clásico tenía otras divisiones estratégicas para los germanos. El entonces canciller, el socialdemócrata Gerhard Schroeder, dijo que ni hablar de dar entrada a los telefonistas de UK. En España, sin embargo, Enel pudo hacerse con el control de Endesa. Otro socialdemócrata optimista, el entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero, les dio el permiso necesario. Y, como es obvio, Endesa dejó de ser española en sus estrategias, aunque cobre el recibo de la luz de la mayoría de los españoles.

Con independencia de cuál sea al final la decisión de Moncloa, Criteria tendrá (o debería) tener algo que decir. Su presidente es también el vicepresidente de la operadora. Si el instrumento de inversión del grupo La Caixa se mantiene de perfil abonará las tesis de que Criteria se descafeina cada día que pasa, sobre todo después de perder Abertis y estar a punto de dejarse por el camino Naturgy. Sobre todo, porque Isidro Fainé ha realizado una apuesta personal por la operadora innegable. Primero con su cargo de número dos; después comprando con Criteria las acciones de Telefónica que Caixabank tenía en su poder y el BCE pidió que fueran desinvertidas; y, tercero y no menor, llevando al gestor de la operadora hasta el máximo órgano de gobierno del grupo, convirtiendo a Pallete en patrón de la Fundación. O Criteria se reinvidica en este caso o su problema dejará de ser un rumor maledicente.

Tanto Sánchez como Fainé nos tienen a todos esperando: a los españoles por saber qué sucede al final con una empresa capital en el desarrollo económico del país, en ver quién se queda con la principal palanca tecnológica de capital español; a los saudís por saber si son o no bien recibidos. El lío es ya monumental y para su resolución todos deberán templar más de una gaita, tanto moros como cristianos.