¿Repetiría La Boquería como mejor mercado del mundo, según el dictamen emitido por la CNN en 2017? Probablemente, no. Los comerciantes del Mercado de Sant Josep de Barcelona, el más conocido --y visitado-- de España pidieron ayer más seguridad tras una agresión sexual a una trabajadora la semana pasada. Ataque que reveló este medio. 

Ese incidente no fue aislado. A Barcelona hace tiempo que le duelen muchas cosas. Y una de ellas es La Boquería. Ya no es el mejor mercado del mundo (sic), sino que lidia con una crisis existencial de no saber lo que es, adonde va ni quién cuida de ella. Los barceloneses la hemos abandonado desde hace tiempo, y los turistas entran resignados porque es parada casi obligatoria. Pero a ese turismo que queremos de calidad, ¿le ofrecemos calidad?

El mercado de abastos brega con graves problemas internos, y no solo en el terreno de la seguridad. Nadie entiende cómo ha podido la Gardunya llegar a cotas tan bajas de civismo o que SP4 siga llevando la vigilancia de unos de los monumentos más visitados de Barcelona en plena guerra entre socios. Pulso que, por cierto, afecta indirectamente a alguno de los empresarios más granados de la restauración de la ciudad. 

En el resto de terrenos, hay campos de mejora, como se dice habitualmente. Intra muros entre la Gardunya y las Ramblas, pocos entienden unas obras de pavimentación que ni han durado ni responden al estándar mínimamente exigible. Sí, La Boquería tiene aún estructuras de amianto (¿?) y lavabos de pago, incluyendo, por supuesto, para los niños menores de edad. El proyecto de cierre parcial para instalar aire acondicionado ni está ni se le espera. Se instalan lockers para dejar la compra y no guardan el frío, resultando inútiles. 

Este medio ha accedido a imágenes de la zona de servicios que erizarían vellos en alguna agencia de salud pública. 

Y luego está la pugna por hacerse con cada metro de puesto. Con ofertas inexplicables, precios que harían ruborizar al fondo de inversión más agresivo, malas artes entre tenderos y operaciones de compraventa que no se entienden o que, como la del Pinotxo, jamás deberían haberse producido.

Es inaudito que La Boquería, antaño el mejor mercado del mundo (sic), se lance a los brazos de empresarios que están preocupados por todo salvo por la calidad. Lo explicaba un empresario a este medio recientemente. "Buscaba un producto fresco determinado y solo lo encontraba congelado". Algunos tienen derecho a vender lo que les plazca si hay demanda, claro, pero no si contravienen su licencia, como ocurre, ni si lo hacen contra una estrategia general de planificación que, en estos momentos, o no existe o es débil. ¿Qué controles hay?

No se trata de convertirse en hater de La Boquería. Pero se impone un giro de 180 grados en la gestión. Y lo saben en Mercats de Barcelona, porque lo de Pinotxo no les gustó ni un pelo. Y con razón. 

Les respondo yo, porque nadie romperá la omertá en Sant Josep, o aquellos consensos de ciudad que son el reverso de una fiscalización pública más que mejorable. Hoy, La Boquería no repetiría como mejor mercado del mundo, y cuanto antes lo asuman los gestores públicos, mejor.

Lo sucedido últimamente no es una tragedia, sino que debe servir de aldabonazo para ponerse a trabajar. Si es que hay interés. Y lograr, al fin, la Boquería que nos merecemos todas y todos.