Cuando Pere Aragonès fichó a Carles Campuzano como consejero de Drets Socials, no solo apeló a la necesaria transversalidad de un gobierno en minoría tras la salida de Junts per Catalunya del Govern, sino que el entorno del president aseguró que el nuevo responsable de las políticas sociales de la Generalitat, el exdiputado de CDC, pertenecía a la rama más socialdemócrata de esta formación conservadora. Que Campuzano se haya comprometido a construir una segunda residencia de ancianos en Santa Coloma de Gramenet (Barcelona) si Gabriel Rufián gana las elecciones municipales en esta ciudad metropolitana tiene más de jerarca que utiliza su influencia para controlar un territorio que de político preocupado por el bien común. Y lo más extraño de todo esto es que Rufián defienda al señorito, esto es, al cacique que promete dinero a cambio de votos.

Lo de Campuzano es escandaloso y el candidato de ERC en Santa Coloma lo sabe. Otra cosa es que nuestros políticos reconozcan sus errores, no digo ya dimitir, porque utilizar a los ancianos como arma electoralista es, cuando menos, digno de reprobación. Veremos qué pasa en la comparecencia del conseller en el Parlament, donde deberá dar explicaciones por su chantaje electoral.

La falta de residencias públicas para la tercera edad se ha cronificado en Cataluña y parece que el Govern no ha aprendido nada de una pandemia que puso de manifiesto, no ya la falta de recursos económicos y personales, sino los horrores que se viven en determinados centros. Nada hay tan previsible como el aumento de la esperanza de vida y el envejecimiento de la población, por lo que no hay excusas para esa falta de planificación que condena a nuestros mayores a la soledad y la falta de atención. A soportar listas de espera, incertidumbre y un desasosiego que no merecen.

Como explicaba el portavoz adjunto de PSC en el Parlament, Raúl Moreno, en una entrevista en Crónica Global, “ERC y Junts se han olvidado de las personas mayores durante la última década. Ni construyen residencias, ni conciertan plazas. 17.000 personas esperan acceder a una plaza pública de residencia, y el tiempo medio de espera en el área metropolitana llega a los cuatro años”.

Moreno sabe de qué habla, pues nació y vive en Santa Coloma de Gramenet, donde ha sido concejal en el ayuntamiento. Rufián también es oriundo de esta ciudad, pero se ha convertido en candidato a la alcaldía a regañadientes. Porque ERC así lo quiso. La estrategia de los republicanos tiene algo de postizo en el área metropolitana de Barcelona. La operación Rufián fue, en sus orígenes, un intento de captar el voto castellanohablante de ese cinturón rojo, todavía inexpugnable para ERC, cuyas políticas sociales son, cuando menos, erráticas. Hasta el punto de que son muchos los analistas que ven al partido que preside Oriol Junqueras como muy convergente.

Rufián pertenece a una familia de izquierdas procedente de Andalucía. Por eso cuesta tanto entender que, a estas alturas, no reconozca la metedura de pata de quienes le arropan en su precampaña. Lo de Campuzano recuerda al pujolismo en general y Antoni Comas, en particular. Ambos emprendieron una intensa labor de adoctrinamiento en la conurbación barcelonesa, donde a golpe de talonario quisieron convencer a las clases trabajadores de las bondades del nacionalismo y de las grandes oportunidades sociales y laborales que abrazar esa causa proporciona. El conseller Campuzano condiciona ahora la mejora de las condiciones de los ancianos a la victoria de ERC en Santa Coloma, completando así la cuadratura del círculo de esa llamada operación Rufián, que considera a los votantes metropolitanos con orígenes foráneos poco menos que analfabetos políticos que se dejarán seducir por la “sensibilidad” castellanohablante de ERC –que luego aprueba 100 medidas para limitar la presencia del español en las Administraciones— o por las promesas de nuevos equipamientos que el Govern podría haber construido hace años.

Campuzano, así lo ha querido la oposición, deberá dar las oportunas explicaciones en la Cámara catalana, mientras que a Rufián cada vez cuesta más entenderle. Posiblemente porque el tacticismo de su partido se lo pone bastante difícil. ERC, que ya rechazó la reforma laboral del Gobierno, se opone ahora a modificar la ley mordaza. Alega que las propuestas del Gobierno socialista no son suficientemente progresistas. ¿Lo es Esquerra? No en Santa Coloma.